Consumo

La diferencia de precio y la hostilidad con el lujo elevan el porcentaje de gente que compra imitaciones

Un 20% de los consumidores españoles adquirieron productos falsificados el año pasado

Cientos de gafas falsificadas apiladas en el suelo de un almacén en una foto de archivo.

Cientos de gafas falsificadas apiladas en el suelo de un almacén en una foto de archivo. / VÍCTOR GALÁN

Paula Clemente

Un 20% de los consumidores españoles compra intencionadamente producto falsificado. O, por lo menos, lo hizo en algún momento del año pasado. Así lo desvela el último análisis de situación de la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO, por las siglas en inglés), una encuesta a 25.800 ciudadanos europeos que sitúa a España como segundo país donde las imitaciones tienen más implantación. Gana Bulgaria, con prácticamente una cuarta parte de la población dada a adquirir este tipo de artículos, pero hay nueve mercados a continuación que quedan por encima de la media europea, que es del 13%: IrlandaLuxemburgoRumaníaChipreEsloveniaLetoniaGreciaPolonia, y los Países Bajos.

La cuestión, y mayor preocupación para las asociaciones implicadas en combatir estas prácticas, es que la proporción de gente que compra falsificaciones se ha disparado: en 2020, última vez que se había realizado esta encuesta, apenas un 5% de los ciudadanos españoles reconocía haber adquirido producto de imitación, misma tasa que registraba la Unión Europea en su conjunto.

"Los datos son preocupantes porque van en aumento en los últimos años; además, si nos fijamos sólo en la franja de edad de 15 a 24 años, la EUIPO destacaba en un estudio de hace justo un año que el 49% de los españoles reconocían haber comprado a propósito falsificaciones", lamenta el director general de Andema (Asociación Nacional para la defensa de la Marca), Gerard Guiu. "Somos consciente de que el bombardeo al que se ven sometidos a través de las redes sociales no ayuda, la compra de falsificaciones en determinadas franjas de edad es algo aspiracional: quieren llevar el bolso de la 'instagramer' de moda y no pueden comprar el auténtico", analiza el mismo portavoz.

Precio y lujo

En su informe, la oficina europea aclara que atribuye buena parte de este incremento a que este año las encuestas se han realizado por internet, y no a través del teléfono, lo que podría haber llevado a mucha gente a ser más honesta que otros años con sus prácticas. Sin embargo, el documento pone igualmente en evidencia que quienes compran intencionadamente producto falsificado lo hacen sobre todo, efectivamente, por una cuestión de precio.

De acuerdo con estos datos, siete de cada diez personas que reconocen haber adquirido una imitación el año previo sienten que esta práctica está justificada cuando el precio del producto original es excesivamente alto; también cuando se trata de un artículo de lujo (así lo apoya el 63% de este grupo), cuando el bien de marca no está disponible (61%) o cuando la calidad el producto no es importante (61%).

De todos modos, la inmensa mayoría de la muestra dice estar al caso de los efectos negativos de comprar falsificaciones. En España -en este caso muy alineada con las métricas europeas-, el 84% afirma estar de acuerdo con que estos productos sirven de apoyo a organizaciones criminales, el 82% con que favorecen un comportamiento poco ético y el 80% con que arruinan negocios y destruyen empleo.

Pedagogía desde la infancia

"Parece que estamos logrando, poco a poco, que la ciudadanía sepa lo que se esconde detrás de las falsificaciones, pero no deja de haber un porcentaje de la población que opta, de forma consciente, por adquirir estos productos", analiza Guiu.

Esto, a juicio de la directora general la directora técnica de Stanpa (Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética), Val Díez y Pilar García, es más preocupante todavía, si cabe, cuando se trata de productos que entran en contacto con la piel: "La problemática de las falsificaciones no se limita al daño a una marca, como podría parecer, sino que tiene un grave impacto económico, social y de salud", sostienen ambas.

"Necesitamos hacer pedagogía desde la infancia, para crear una sociedad de consumidores responsables en todos los sentidos: gracias a su inclusión en los currículos educativos, los niños de ahora saben reciclar, seguridad vial o llevar hábitos de vida saludables", concluye el director general de Andema, que dice guiarse por la premisa de que si se termina la demanda, también caerá la oferta.