En Qatar, el 88% de la población es expatriada. Solo 313.000 personas de los 2,6 millones de habitantes del emirato son qatarís. En la pequeña península viven más de dos millones de extranjeros que, con sus propias manos, han construído el país y lo mantienen con vida. Aunque Qatar no se lo devuelva. Ni tampoco les garantice seguir vivos. Desde 2010, al menos 6.750 trabajadores migrantes han muerto solo durante la construcción de la infraestructura relacionada con un Mundial a punto de ponerse en marcha. Pese a las tímidas reformas aplicadas por las autoridades, los abusos a este masivo grupo poblacional están peligrosamente extendidos.

La lista de violaciones parece no acabar nunca. Retrasos e impagos de salarios generalizados, altas tarifas de contratación, muertes inexplicables, robo de pasaportes, jornadas maratonianas sin agua ni comida, falta de atención médica, viviendas insalubres, empleos sin seguros, sueldos irrisorios y un aterrador etcétera. A las mujeres que trabajan en el hogar en un régimen de esclavitud, se les suma el riesgo de ser víctima de violencia sexual. “Esto no son solo violaciones de sus derechos laborales, sino de sus derechos humanos, así que nadie les protege”, denuncia Khalid Ibrahim, el director y cofundador del Centro del Golfo para los Derechos Humanos.

“Vemos cómo todas estas malas condiciones no empiezan en Qatar, ya las encontramos durante el proceso de reclutamiento”, cuenta Ibrahim a este diario. Para asegurar sus puestos de trabajo, los migrantes pagan entre 700 y 2.600 euros y llegan endeudados al emirato árabe, haciéndolos más vulnerables al abuso y la servidumbre por deudas. Y es que el esfuerzo titánico para construir estadios y demás infraestructura para la Copa del Mundo ha obligado al gobierno de Qatar a contratar a 30.000 trabajadores extranjeros, según sus propios datos. La mayoría proceden de Bangladés, India, Nepal y Filipinas.

Vivir y trabajar a 50º

Durante la última década, miles de migrantes han tenido que trabajar en condiciones literalmente inhumanas. Mientras el Golfo se calienta al doble de velocidad que el resto del mundo, las temperaturas en Qatar llegan a superar los 50 grados centígrados. Quienes sobreviven a este infierno lo hacen con enfermedades que alteran para siempre su vida. “No podemos dar un número específico de todas aquellas muertes de trabajadores sin explicación porque las autoridades de Qatar se niegan a investigar y compartir datos exhaustivos, pero existe la posibilidad de que la gente muriera por trabajar en condiciones muy duras”, explica Michael Page, subdirector de Human Rights Watch (HRW) en Oriente Medio y el norte de África.

Otros 4.000 trabajadores pueden morir debido a la falta de seguridad y otras causas para cuando se celebre la competición. Aunque la ley laboral de Qatar establece que las familias de los fallecidos o incapacitados a causa del trabajo deben recibir una compensación de sus empleadores, el dinero no está llegando porque sus defunciones se certifican por “causas naturales”. “No ha habido justicia para los que han muerto trabajando en Qatar para el Mundial; sus muertes están siendo olvidadas gracias a la impunidad de los responsables que no reciben consecuencias por estas pérdidas”, señala Ibrahim. “La pérdida para las familias no es solo emocional sino también económica porque muere el sostén económico de un hogar y no reciben nada para compensarlo”, añade Page. 

Bajo el 'kafala'

“Ni estos migrantes, ni nadie en Qatar, en general, goza del poder de asociación y expresión para poder luchar y exigir lo que les pertenece”, dice Page a EL PERIÓDICO. En el hipercontrolado estado peninsular, están prohibidos los sindicatos, las huelgas y las manifestaciones pacíficas para reclamar sus derechos. Tras una protesta el pasado agosto, al menos 60 trabajadores migrantes que exigían sus salarios fueron deportados a sus países de origen sin ver su dinero. Algunos trabajadores que se han quejado de las violaciones de las leyes laborales han sido encarcelados.

En un intento por sofocar las críticas, las autoridades qatarís anunciaron amplias reformas laborales en 2019. “Pero tienen un alcance demasiado limitado y son insuficientes para abordar ese tipo de problema integral que incluye 12 años de abusos”, señala Page. Establecieron un salario mínimo e intentaron acabar con el sistema de patrocinio llamado 'kafala', a cargo de gestionar la llegada y la presencia de estos migrantes en el país. “Es un sistema de gobierno laboral que otorga a los empleadores un poder real desproporcionado para controlar la vida de los trabajadores, y ha facilitado todo este serio historial de abusos de sus derechos”, apunta el representante de HRW. 

Rostro del Mundial

Como el 95% de la fuerza laboral de Qatar, los trabajadores migrantes serán el rostro de este Mundial. Aficionados y periodistas se encontrarán con ellos en hoteles, restaurantes, estadios y tiendas. Aquellos que les atiendan probablemente serán víctimas de abusos inasumibles para el público. Pero, ¿qué pasará con ellos cuando la construcción termine? ¿O cuando acabe el Mundial? “Esa es nuestra mayor pesadilla para nosotros; todos los ojos están puestos en Qatar en este momento pero no sabemos lo que pasará cuando termine la competición”, lamenta Ibrahim. 

Aunque el pobre historial de abusos a los derechos humanos de Qatar ya se conocía antes de que se le otorgara el Mundial, no ha sido hasta los últimos meses cuando selecciones, fans y personalidades del mundo del deporte se han posicionado en su contra. Los futbolistas de Noruega, Alemania, Dinamarca y Países Bajos protestaron durante las rondas de clasificación. Pero ya parece demasiado tarde. 

“La mayor decepción es que teníamos mucho tiempo; hubo años de documentación de los gravísimos abusos a los que se enfrentaron los trabajadores de la construcción”, concluye Page, “pero ahora se dan cuenta, gracias a la presión de sus fans y los medios de comunicación, que no quieren estar asociados con algo construido sobre las espaldas de los trabajadores migrantes que murieron construyendo algo y ni siquiera se les pagó por ello”.