Muchos jugadores y entrenadores, después de una derrota, comentan que hay que olvidarla rápidamente y pensar en el próximo partido. No estoy de acuerdo. Una derrota, para que sea útil, tiene que conducir a un período de reflexión y a unas conclusiones que sirvan para que los errores no se vuelvan a repetir. Estoy convencido de que el cuerpo técnico habrá analizado el partido y tendrá claras las causas.
Basta leer los periódicos, escuchar las declaraciones de los entrenadores y observar las estadísticas para comprender la derrota. En el diario asturiano La Nueva España se lee que el Oviedo "sometió al gran favorito para el ascenso" y que dominó "desde el primer minuto al último". El entrenador local aseguró que fueron superiores al equipo insular en "ganas, energía, intensidad y pasión". El propio Alonso reconocía al final del partido esta superioridad y que no habían estado a la altura "a nivel de dureza".
La estadística refleja algunos datos llamativos: La producción ofensiva fue muy pobre (pocos partidos se ganarán anotando 61 puntos); el equipo asturiano superó a los mallorquines en los porcentajes de tiro de 2, de 3 y de personal (un ridículo 57 %); mientras cuatro jugadores ovetenses superaban los 10 puntos de valoración. En el conjunto balear sólo Lofberg estuvo a la altura; y si hablamos de la valoración total de los equipos, el conjunto de Vetusta sumó 91 y el balear 47.
Insuficiente dureza física y mental y pobres porcentajes ofensivos fruto de una deficiente circulación de balón pueden resumir las claves de la derrota. Cuando un equipo tiene colgada la etiqueta de favorito, tendrá que acostumbrarse a enfrentarse a rivales con un plus de motivación. Habrá que aceptarlo. Esta semana, muy pendientes de las pruebas médicas que determinarán el alcance real de la lesión de Stainbrook.