Señoras y señores, aficionados y aficionadas, lectores y lectoras, amigas y amigos, lo tenemos de vuelta. Y lo gritó él mismo: "Jorge Lorenzo está de regreso".

Estar de regreso significa, cómo no, que se había ido. Bueno, no se había ido de los circuitos, no de las carreras, no de la vida, que se le había ido la cabeza. Que empezaba a pensar que estaba mal, que no rendiría, que la Yamaha estaba por debajo de la Honda, que aceleraba tarde y mal, que le faltaba potencia, que no frenaba como frenaba el pasado año, que los nuevos neumáticos Bridgestone no iban con su estilo de pilotaje, que su físico no era de un atleta, que haberse operado tres veces en invierno no tenía sentido... vamos, que no estaba para pelear con el nuevo 'dios' de la velocidad, llamado Marc Márquez Alentà.

Pero Mugello, en Italia, el lugar en el que Jorge Lorenzo ganó los tres últimos años, le hizo recuperar al piloto mallorquín el buen rollo, la ilusión, las ganas y ¡vaya que sí!, vaya que corrió y se dobló en las curvas, y chocó su cuerpo con el cuerpo de Marc Márquez ("bueno, han sido roces cariñosos", señaló el campeón, que se abrazó en el 'corralito' al mallorquín tras un maravilloso duelo entre ambos pilotos), y peleó desde la primer vuelta, cuando, como siempre en él, arrancó de maravilla y se escapó, o lo intentó, hasta la 23, que fue la única, perdón, perdón, también lo fue en la vuelta 17, en la que el piloto catalán Marc Márquez, calculador, determinado y peligroso, cruzó líder del Mundial en el circuito de Mugello.

Lorenzo estaba, decía, mal físicamente, pero todos ¿verdad? estábamos convencidos de que estaba mal de ánimo, de mente, de ganas, de cabeza. Es decir, se había preocupado demasiado de la grandeza de Márquez, de su forma de ganar tan fácil. Y ayer, en Mugello, uno de sus 'jardines' preferidos, Lorenzo le aguantó 23 vueltas a Márquez, teniendo detrás suyo al mismísimo piloto italiano Valentino Rossi que, a los 35 años, corrió su GP número 300 y subió al podio ¡qué caray, es segundo del Mundial!