Los mallorquines somos intransigentes. Además, carecemos de la recta educación que se impartía en tiempos de aquel hombre que, por gracia de Dios, un día se convirtió en Caudillo... No somos tolerantes. En absoluto. El recién llegado puede proceder de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Senegal o Marruecos. O de la España peninsular. Tanto nos da, pero sea de donde sea, justo bajar del avión o del barco, ya nos dirigimos a ellos en un extraño mejunje lingüístico que les vuelve lelos.

Y las consecuencias de nuestra intransigencia no se han hecho esperar. Don Manzano no ha podido aguantar la presión. Cada día, justo al salir de casa, la portera le saluda con un "bon día, don Gori" que le suena a bofetada. Después se va al bar de la esquina y el camarero le interpela con el ya clásico y habitual "¿qué, don Gori, el talladet de cada día?". En Son Bibiloni, Damià Amer no le da tregua y durante todo el entrenamiento le agobia hablándole de la "boira" que envuelve Sa Gubía y Puig de s´Alqueria. Después son los periodistas quienes le piden información por el estado del "turmell" o el "genoll" del jugador de turno. Y lo hacen en esta extraña lengua que manejamos por aquí. Ante tal estado de cosas, por tanto, es lógico que don Manzano (perdone uzté, don Gregorio) haya acabado adhiriéndose a una campaña conocida como Manifiesto a la Lengua Común (por supuesto que la castellana). ¡Quina barra, mestre Gori... Quina barra!

Enhorabuena. La selección española de fútbol se ha proclamado campeona de Europa. Han protagonizado un gran campeonato y por tanto son justos campeones.

Dicho esto... En su día ya comenté que no me preocupaba lo más mínimo el posible papel de la selección española de fútbol. Sólo a Luís le deseaba suerte. Y punto. Pero no es que no me guste el fútbol. Ni que tenga nada contra las selecciones españolas. En absoluto. Lo que tengo es fóbia a tanto patrioterismo de pachanga. Abrías algún diario, y veeeenga, páginas y páginas teñidas de amarillo y rojo por aquello de las banderas. Encendías el televisor, y de tan rojo que se ponía la pantalla pensabas que se pegaba fuego. Escuchabas la radio, y a grito pelado querían hacerte creer que aguantar una patriotera transmisión de un partido fútbol de la selección española era lo mejor que podía pasarte. En pocas palabras, detalles que contribuyen a que uno acabe satisfecho de que Balears haya sido la tercera comunidad autonómica en la que menos tele espectadores tuvo la final.

Y el lunes, en Colón, más desmadre. Por cierto... qué bucólica la imagen de aquella señora rubia, alta y esbelta que, como quien no quiere la cosa, paseaba con una bandera española al hombro y una camiseta con sus colores. Un zapatito-llavero, con idem, un sujeta moños, con más de lo mismo, un cinturón del mismo estilo, una pulsera que no les digo, y al lóbulo de cada oreja, unos pendientes que vamos, enlluernaven con tanto rojo y amarillo. Hay qué ver lo que deben hacer algunos/as para justificar el sueldo... Bona nit.

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