El fútbol es un juego, tiene una parte de azar y otra no tanto, pero no siempre el esfuerzo se ve recompensado. Al margen de cuestiones más concretas, es lo que le sucedió ayer al Mallorca y, salvando las distancias, lo purgaron equipos más encopetados como el Barça o el Atlético de Madrid. El otrora intratable conjunto azulgrana permitió que un Deportivo, desahuciado, se le subiera a las barbas y le birlara dos de los tres puntos que atesoraba; los colchoneros, cometieron el mismo error que el Racing, al regalar al rival un penalti en los minutos iniciales del partido. Y el Madrid, por supuesto, no es el Mallorca que, finalmente, pagó lo más barato posible su falta de definición.

La parte positiva, si es que hay algo de bueno en un empate sin goles, es que no se encajó ninguno. Es la lectura más favorable que se puede hacer de un partido que había que ganar o ganar, ante un enemigo al que su propio entrenador calificó de horroroso. Víctor, en su reaparición, buscó y mereció el gol y cabe suponer que Arango suele tirar los penaltis mejor de lo que lo hizo ayer. Todo eso es cierto, tanto como que Prats, en la segunda parte, evitó la derrota, pero el hecho de tener que recurrir al análisis individual para detenerse en las buenas impresiones dejadas por Jonás y no muchos más, aconsejan huir del tópico de la mala fortuna, aunque existiera, y profundizar en los problemas del equipo que debería mirar ya con recelo y envidia la clasificación del Osasuna, Getafe o Celta, equipos de los que nadie negará que sí son de "nuestra" liga y nuestra guerra.

Salida de caballo y llegada de acémila tuvo el revolucionado equipo de Cúper, quien sigue empeñado en hacer del venezolano lo que no es, un punta que, máximo castigo fallido y aparte, no se perfila como el delantero resolutivo que, entre otras cosas, también se echa en falta. Luego, transcurridos los primeros y esperanzadores quince minutos, el Mallorca se deshizo por donde siempre, por el centro del campo, cuya llave tomaron Vitolo y Casquero al tiempo que Borja y Doni desaparecían de la alfombra y tanto Jonás como Tuni, se encontraban paulatinamente sin aire hasta acabar exhaustos y, por lo tanto, sin nada que aportar.

A un primer tiempo prometedor, sucedió otro para olvidar. Farinós oxigenó con precipitación la zona ancha y suyo fue el pase que Yordi, en la única oportunidad local de la segunda mitad y la enésima del envite, no supo transformar. A medida que avanzaba el reloj empezaron los pelotazos largos y sin sentido y ni siquiera el bullicio de Choutos podía enderezar lo que había empezado a torcerse a los tres minutos y decayó fulminantemente a partir de los veinte. El Mallorca dejó de encajar, pero ahora resulta que tampoco marca. Cinco a la Real y, del resto, dos en siete partidos. Un dato tan tan demoledor como inquietante.

Ahora la cuestion es saber desde qué ángulo enfocamos el futuro. El equipo mejoró ligeramente su imagen, pero nos quedamos con la duda de si, por lo visto ayer, cabe esperar una mejoría inminente o, por el contrario, ya se han quemado todas las naves amarradas en el muelle y solamente nos queda sufrir. Cúper insiste en que dentro de la plantilla hay competencia, pero no hemos aclarado si también hay recursos suficientes. Sin embargo, pronto saldremos de dudas porque la exigencia del calendario, cuatro jornadas en quince días, aclarará muchas cosas. Para bien o para mal.