Ni en el mejor partido, tras el de la Real Sociedad, le sonríe la suerte al Mallorca. Se podrá decir que los de Cúper hicieron méritos para conseguir algo más que un triste empate sin goles, de hecho se lo ganaron a pulso, penalti fallado y poste incluido, pero la ley del fútbol se escribe con goles y ayer los rojillos fueron incapaces de marcar ni uno ante un Rácing rácano y que demostró porqué es el equipo menos goleado de la categoría. Cinco puntos de 21 posibles es el triste balance de los mallorquinistas, en un comienzo de temporada desolador y que genera todas las dudas del mundo en unos aficionados que ya deben pensar que la goleada a la Real Sociedad fue flor de un día.

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En casos como éste se suele hablar de mala suerte. El Mallorca disfruta de claras ocasiones en la primera media hora, obliga al portero rival a felices intervenciones pero no canta gol. Conclusión: mala suerte. Pero hay más. El Mallorca no puede quedarse con la mala suerte como único argumento para un empate que sirve para muy pocacosa. Hay más lecturas. Por ejemplo, que Doni no es jugador para la Sampdoria ni, por lo visto ayer, para el Mallorca. O está fuera de forma o no sabe jugar de centrocampista. Su contribución al equipo fue nula. Que Tuni, que jugó por la ausencia de Peralta, empieza bien pero él solito se complica la vida a medida que transcurren los minutos. O cambia de forma radical o Cúper pudo haber perdido ayer la paciencia para lo que resta de temporada. Y que Arango es un buen jugador, pero no lo suficiente para llevar todo el peso del equipo. Ayer, ya fuera por el penalti fallado a los dos minutos o por la eliminación de Venezuela para el Mundial, lo cierto es que el sudamericano ofreció su peor versión, la de jugador apático, frío, como si el partido no fuera con él.

Afortunadamente, no todo fue negativo. El equipo, que presentaba nada menos que siete caras nuevas con respecto al once que fue goleado en el Bernabéu, tuvo un comienzo esperanzador. Invitado por el Racing, el Mallorca reunió minutos de posesión hasta hartarse. Una novedad que los rojillos resolvieron de forma correcta, moviendo la pelota con paciencia, buscando los costados y arrancando unos cuantos centros sobre el área. Todo muy académico, muy formal, muy de libro. O sea, todo como no le gusta. Los equipos de Cúper necesitan tener menos el balón y más espacios para jugar a la contra. El Mallorca comprendió muy pronto que no encontraría un centímetro libre. Tendría que buscarlo, poner a prueba su capacidad de sacrificio. Y hay que decir que los de Cúper se vaciaron con una generosidad conmovedora. Fue un equipo dispuesto a discutir y ganar cada balón dividido, a producir en el adversario una sensanción aplastante de asfixia. De clase anda justo. Sólo Arango, cuando puede o quiere, tiene los recursos de los jugadores que se precian de ser diferentes. También Gutiérrez, la mejor noticia -o la única buena- de la tarde de ayer, un jugador cuya voracidad parece no tener límites. Fue una pesadilla para su marcador. Provocó el penalti y los mejores centros a la olla siempre llegaban de su lado. Lástima que, lastrado por las carencias del equipo, su protagonismo decreció en el segundo periodo.

El segundo tiempo enseñó otro Racing, más predispuesto a conservar el balón, a apagar el derroche del Mallorca a base de posesiones. Los rojillos, por su parte, perdieron gas, aunque no ganas, y comenzaron a partirse peligrosamente, a separar en exceso sus líneas. A atacar y defender por bandos. A los dos minutos de este segundo periodo el Racing gozó de su más clara ocasión, posiblemente la única en todo el partido, en un remate de cabeza de Aganzo que Prats respondió con una gran intervención.

Los minutos pasaban y nada cambiaba. O sí. El dominio del Mallorca ya no era tal y el partido se había convertido en un muermo insoportable. Cúper se decidió por dar entrada a Yordi por un desafortunado Arango y poco después fue Farinós el que entraba por el vulgar Doni. El ex valencianista atestiguó ayer que no se le quiere por estos lares. Nada más entrar, sin ni siquiera haber tocado el balón, fue silbado por los aficionados. Ni qué decir tiene que en cuanto perdió el esférico por primera vez, los pitos se convirtieron en bronca. Todo lo contrario que Choutos, destinado a jugar los últimos minutos de cada partido cuando las cosas van mal, que es siempre. El promedio goleador del griego es espectacular, y el aficionado eso lo tiene en cuenta. Por eso reclamó su presencia a Cúper, que accedió de inmediato. Pero ni Choutos fue la solución.

El triste empate ante el Racing no hace más que confirmar todas las sospechas sobre el equipo. La gente se incomodó y repartió silbidos a granel, como el día de la goleada ante el Málaga.

El que quiera ver el vaso medio lleno dirá que por primera vez el equipo ha mantenido la portería a cero, aunque sea ante el rival menos goleador del campeonato. Para el que lo quiera ver medio vacío le sobran argumentos para ser pesimista. Lo cierto es que el colectivo rojillo ya no gana ni de penalti. Definitivamente, este Mallorca de Cúper es una vulgaridad.