Entrevista

Carmelo Gómez: «Nuestros hijos y nietos se pierden la vida al estar abducidos por internet»

«Es uno de mis trabajos más identitarios, muchas cosas se parecen a lo que me ocurría. Fui un niño solitario en un entorno de violencia», dice el actor, que protagoniza 'Las guerras de nuestros antepasados' en el Auditorium de Palma el 9 y 10 de marzo

Carmelo Gómez en el papel de Pacífico y Miguel Hermoso como su terapeuta en el sanatorio penitenciario

Carmelo Gómez en el papel de Pacífico y Miguel Hermoso como su terapeuta en el sanatorio penitenciario / DM

Raquel Galán

Raquel Galán

El actor Carmelo Gómez da vida a Pacífico, el protagonista de la obra de teatro Las guerras de nuestros antepasados junto a su terapeuta, interpretado por Miguel Hermoso. El drama basado en la novela antibelicista de Miguel Delibes y dirigido por Claudio Tolcachir se representará en el Auditorium de Palma el 9 y 10 de marzo.

La inteligencia emocional y la hipersensibilidad son términos que hasta hace poco no eran habituales. ¿Qué consecuencias sufrían quienes eran así?

Era una tiranía donde estaba prohibido ser distinto a los demás y, por lo tanto, la gente brillante, como los científicos y los grandes artistas, es decir, los abanderados del futuro, eran precisamente los más apaleados y algunos hasta fueron asesinados. Por ejemplo, Federico García Lorca, con una visión única y muy sensible de la vida y la naturaleza.

¿Ha cambiado la situación o todavía miramos con recelo a los que les ocurren «cosas raras», como dice Pacífico?

Ya se ha puesto negro sobre blanco y ahora no es un estigma. Incluso se ve como algo positivo que una persona sea especial o tenga una sensibilidad fuera de lo común. Se está haciendo un gran esfuerzo en los últimos años en poner nombre al maltrato para que las víctimas no sientan que son inferiores y piensen hasta en querer morirse solo por no ser como los demás.

¿En qué es determinante la herencia educativa recibida de nuestros antepasados?

Miguel Delibes lo muestra de forma nítida a través de la familia y el resto del entorno social del protagonista. Es considerado el tonto del pueblo y un maricón, por lo que su sensibilidad acaba convirtiéndose en su enemigo, debido a que se siente culpable de tener algo que para los demás es la causa de todos los males. Como el mandato familiar es que quien no va a la guerra no es un hombre de verdad, se pasa la vida luchando contra sus auténticos valores, que en realidad son los grandes valores.

¿Las guerras de su ‘bisa’ y del ‘abue’ le llevan a la violencia?

Sí, ya que acaba teniendo que demostrar a su grupo dominante que se ha hecho un hombre y su comportamiento ahora está a esa altura e incluso la superará en un momento determinado. Y todo ocurre porque su brazo lo mueve un mandato. Al menos, es lo que yo quiero expresar con ese gesto, pero cuando abre los ojos ante el asesinato que ha cometido, dice: ¿qué hago aquí? Para mí lo más especial del personaje es cuando el público ve que no quiere salir de la cárcel porque no soporta la vida. En ese instante comprendes la impotencia de estas personas viviendo en una sociedad que no les permite ser como son.

Una escena de 'Las guerras de nuestros antepasados'

Una escena de 'Las guerras de nuestros antepasados' / DM

El terapeuta del sanatorio de la prisión empatiza con él.

Algo le dice que es inocente y mediante sus preguntas trata de comprenderle. Quiere ayudarle, aunque termina encontrando lo que no busca, ya que perseguía su inocencia y en cambio halla un hombre inocente, que es aún más poderoso. Y se siente culpable por haber cumplido la promesa que le pide Pacífico de no decir nada, por lo que las grabaciones de las conversaciones, lo que el público escucha en la obra, no sirven para el juicio.

¿Qué es lo más extrapolable a la actualidad de la historia de Miguel Delibes?

Es una función con la que te puedes divertir porque está en clave de farsa y de manera casi simbólica, por lo que te puedes dejar llevar solo por la trama. En una lectura actual, está presente de forma clara la guerra como una relación humana basada en la invasión y la posesión del otro para beneficiarme simplemente porque soy más fuerte, o sea, la eterna ley del más fuerte que a lo largo de la historia se ha aplicado para imponerse o sobrevivir.

El texto habla de generación perdida haciendo referencia al protagonista. ¿La de los jóvenes de ahora también lo es?

Nuestros hijos y, en mi caso, nietos se pierden la vida al estar abducidos por internet. También están sujetos a mandatos, como Pacífico, aunque los jóvenes de ahora los reciben a través de la red y les hacen creer que todo lo que ocurre está ahí, que lo que piensan es indiscutible y que los demás somos tontos. Y tienen otro gravísimo problema: se han quedado sin ninguna capacidad de movilización. La de verdad no puede hacerse vía internet, sino que debe ser presencial, saliendo a la calle y diciendo «estamos aquí, somos una fuerza y además votamos», que eso hace temblar a los políticos. Pero los jóvenes están diciendo: «Paso de todo».

Dice que esta obra le ha hecho volver a su infancia, de la que ha confesado que sufrió bullying. ¿Es su trabajo más personal?

Es uno de mis trabajos más identitarios porque hay muchas cosas que se parecen a lo que me ocurría. Fui un niño solitario en un entorno de violencia, ya que en mi pueblo había dos bandas y era casi obligado ser de una, pero luego encontré a mi mejor amigo y a mi mejor amiga, que terminó siendo novia. También me siento identificado con Pacífico por su relación con la naturaleza y los animales, y sobre todo por sufrir el mundo de los mandatos, que en los pueblos es aún más fuerte y te llega a cambiar la mirada. Me ocurre cuando vuelvo.