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Entrevista
Carmelo Gómez Actor

«Verónica Forqué nos representa a todos»

El actor Carmelo Gómez.

Trae ‘A vueltas con Lorca’ al Teatre Principal d’Inca, una obra con música que «no es teatro ni recital poético» y que triunfa donde va porque en ella flota la concordia con la vida y el amor del poeta universal. Será mañana a las 20 horas

¿Qué mirada de Lorca ofrece de las muchas que tiene?

Nos centramos en el recorrido trágico del personaje y, como en toda tragedia, lo hacemos con un oráculo, él mismo escribiendo su vida y su muerte. Lo contamos a través de una correlación entre los distintos pasajes de su poesía y dramaturgia para ir desde su nacimiento en Granada hasta su regreso y final. No es un drama, sino la tragedia como cuento, que son alegres, aunque terminen en lágrimas. Aquí se sabe llorar, no se tiene vergüenza por el propio dolor ni hay ningún lamento por la muerte. Cuando se produce, la vida se transforma en luz y eso es lo que queremos reflejar. Pese a que Federico escribió con dolor, debido a su homosexualidad y sus amores no correspondidos, el magma de fondo donde flota es la alegría, la felicidad, la concordia con la vida y el amor.

Es su primera incursión como dramaturgo, junto a Emi Ecay. ¿Es un paso más en su carrera?

Emi es más dramaturga que yo porque lo ha estudiado, aunque he leído tantísimos textos que me envían y analizado por qué unos no cuajan y otros sí que llega un momento en que aprendes. Y he tenido la curiosidad de buscar por mi cuenta sobre estructura, composición y dramaturgia en general. Al final hemos hecho lo que podríamos llamar nuestro propio texto, pero tiene mucho que ver con la improvisación, con lo que el público pide, por lo que deberíamos compartir con ellos los derechos de autor.

Afirma que han quitado los ejercicios de impostura de los que peca muchas veces el teatro. ¿Es uno de los motivos de que no llegue a más gente?

En esta obra procuro no hablar bien, no ser actor, no ponerme delante de los versos, sino que los versos me traspasen y a través de mí se vea al poeta, porque lo que queremos es homenajearle. No sé por qué no hay más afición al teatro, aunque los espectadores que han visto A vueltas con Lorca se han puesto en pie en el patio de butacas y nunca en mi vida profesional he oído tantos bravos y gracias. Es muy reconfortante. Algunas cosas puede que no las entiendan, ya que Federico no es fácil, pero salen encantados de haber asistido a una obra que no sabrían definir, porque no es ni teatro ni recital, sino una fiesta, algo que transmite alegría sin ser conscientes de lo que ven.

A usted le ha reconciliado con el oficio. ¿Lo dice debido a su desencanto del cine?

Sí, tiene mucho que ver, sobre todo por el mercantilismo del que estamos imbuidos. En cambio, aquí estoy haciendo algo libre, mío y que pensaba que no sería capaz de hacer nunca, subirme a un escenario sin saber muy bien qué va a ocurrir, sin tener el texto completo de la obra.

Pero tiene muchas tablas.

Esto es muy diferente. Tengo experiencia en interpretar un personaje. Cuando te aprendes su texto, más o menos sabes lo que va a pasar en el escenario y estás protegido por la máscara, que es el personaje. En este caso no hay máscara, sino que hablo con el público de tú a tú, yo solo interactuando con un pianista.

¿Existe una brecha entre los jóvenes y el teatro?

Es una brecha social entre los jóvenes y todo lo demás, no solo con el teatro. Todos estamos muy manipulados, reos de los medios audiovisuales y las redes sociales, pero ellos tienen mucha fe y una mayor afinidad. Se encuentran atrapados en la red, literalmente, porque piensan que es un valor que les diferencia del resto. Sin embargo, lo único que ha hecho esto es negarles la felicidad, ya que les venden supuestos valores que no construyen seres libres. Ellos creen que esa esclavitud es algo muy divertido, pero no les permite mirar hacia afuera ni a nada que no sea su entorno, que realmente no es suyo. A nosotros también nos ocurre, en especial cuando llegan unas elecciones, donde el ambiente está mucho más encabronado. ¿Y por qué? Porque la campaña nos enfrenta a unos contra otros.

¿Lo que ocurrió en Madrid?

Por ejemplo. Las opiniones no son nuestras, sino inducidas, lo que produce una desvinculación con uno mismo, con mi mirada introspectiva. Para eso hace falta poesía, pero les dices poesía y creen que es algo que entra en el examen, cuando es una forma de sobrevivir en este mundo.

¿Qué futuro ve al cine con la irrupción de las plataformas?

Entre ninguno y ninguno que te cagas, está en esa horquilla. Las plataformas están al servicio de obtener beneficios, es su única vocación, no la artística, por lo que producen las series con los mecanismos para gustar al gran público, a la masa, y el resultado siempre será parecido. Eso a mí no me interesa en absoluto, me da una pereza que me mata.

Usted participó en la serie de Netflix ‘Los favoritos de Midas’.

Mi personaje en ese trabajo me encantó, me parecía identitario y tenía mucho que ver conmigo, por eso les dije que sí a este papel pequeño. Se salía del patrón de los personajes de muchas series por su forma de entender la vida, su existencia y su fracaso.

¿Qué le ha aportado impartir cursos y talleres de teatro?

Entre otras cosas, me he dado cuenta de que tengo la vocación propia del maestro, enseñar lo que uno sabe de forma generosa. También me da la posibilidad de contrastar mi experiencia con lo escrito sobre estos temas y entrar en el análisis, que ayuda a poner negro sobre blanco y jerarquizar para entender mejor los textos.

¿Aprende de los alumnos?

La pequeña decepción que me he encontrado es que en general no tienen gran interés en lo que quiero enseñar, sino en saber las claves para llegar a una prueba y que les digan: «eres bueno para entrar en esta serie». Esas cosas no se enseñan y quien lo haga está engañando. No se aprende de un día para otro, sino que es un camino en el que cada uno debe conocerse a sí mismo para luego poderse expresar con frescura.

¿Qué debemos aprender de lo ocurrido a Verónica Forqué?

¡Ay! Mucha gente que tiene una sensibilidad especial no puede soportar el terrible cansancio que causa la estructura social creada en torno al capitalismo. Llevaba arrastrando un problema y entró en un programa de televisión que no hizo nada al ver que Verónica mostraba signos inequívocos de cierto desequilibrio. En lugar de estar a la altura y pararlo, resulta que daba audiencia. Y se sumó la panda de anormales que se ríen en las redes porque está de moda hacer escarnio. Nadie la protegió porque el egoísmo es brutal. Ante la soledad dijo: «No puedo más». Todos hablan ahora de ella, pero deberíamos hablar de lo que está alrededor, de la estructura social en la que todos nadamos, porque Verónica Forqué nos representa a todos. Esa es la broma.

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