Música Crítica

París bien vale dos sinfonías

Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

[object Object]
  • Pablo González, director.
  • Obras de Mozart y Berlioz
  • Trui Teatre de Palma. 7 diciembre 2023

No fue casual que, en un mismo programa, la Orquestra Simfònica incluyera, en el concierto de abono del pasado jueves, la Sinfonía número 31 de Mozart y la Sinfonía Fantástica de Berlioz. No puede ser fruto de la casualidad, sino de la coherencia geográfica, pues las dos fueron compuestas en París con poco más de cincuenta años de diferencia, aunque, eso sí, con una disparidad notable por lo que a estilos y musicalidad se refiere: en Mozart nos encontramos con un clasicismo afrancesado y con Berlioz con un Romanticismo en pleno apogeo. Nuestra orquesta fue dirigida por Pablo González, uno de los grandes directores españoles actuales. 

González y sus/nuestros músicos, brillaron por igual en las dos obras, cambiando el concepto entre la primera y la segunda parte. Con Mozart, sonaron históricos, sin serlo. El director pidió a las cuerdas que tocaran utilizando poco arco, más bien moviéndose en la parte central de éstos. Por otra parte, para los timbales pidió que tocaran con baquetas sin acolchamiento, dando un sonido seco, muy propio del siglo XVIII, época en la que fue estrenada la obra. Los vientos, comedidos y afinados acabaron de redondear la versión, que sonó compacta en todo momento.

Con Mozart y Berlioz vivimos una velada de sobresaliente que sirvió de final de etapa

En Berlioz, con dos juegos de timbales, una percusión amplia, dos arpas y vientos a lo grande, la cosa cambió totalmente, pasando de una cierta intimidad camerística a un sonido claramente potente, aunque, eso sí, en el vals del segundo movimiento, el lirismo brilló de lo lindo, como debe ser. Muy bien también el situar el oboe fuera del escenario para simular la lejanía en el tercer movimiento, el pastoral.

González optó por darle a la sinfonía de Berlioz un toque de Poema Sinfónico, pues destacó los aspectos en los que el compositor pretende contarnos la historia, a veces romántica, otras sombría, siempre efectista, de su amor no correspondido. De esta manera, los temas que aparecen en toda la obra fueron mostrados de forma clara: el recurrente de la amada que se intuye en la Introducción y se resuelve en el primer movimiento y que aparece como leit motiv, era fácilmente reconocible siempre, pero también pudimos captar sin problema las melodías de las brujas entremezcladas con el canto del Dies irae gregoriano, una melodía maravillosa pero que se relaciona demasiado con el trágico final de las almas condenadas al fuego eterno y que por eso se ha eliminado de la liturgia católica. 

Maderas, metales, cuerda ampliada, percusiones, arpas… todos se volcaron para ofrecer de manera más que notable una obra compleja, apta, eso sí, para todas las sensibilidades. 

Con Mozart y Berlioz vivimos una velada de sobresaliente que sirvió de final de etapa, pues a partir de enero la Simfònica deja el teatre Trui para trasladarse mayoritariamente al Auditorium de Palma.

Suscríbete para seguir leyendo