Periodista musical, colaboró en Disco Express, En el aire (RNE), con Carlos Tena, y A una ba buluba balam bambú (RTVE); es autora de libros dedicados a Alaska y los Pegamoides, Héroes del Silencio, Elvis Presley y Michael Jackson, entre otros; y el año pasado publicó, junto a Javier Andrados, Yo tampoco gané Eurovisión. Este viernes presenta en Mallorca, en el casal Pere Capellà d’Algaida (20 horas) ‘Guía musical de Londres’, con prólogo de Jesús Ordovás.

¿Qué se pierde un amante de la música que no conoce Londres?

Una ciudad con un patrimonio musical histórico bastante importante.

¿Cómo se convirtió Londres en la capital musical del mundo?

Yo diría en la capital musical europea, porque no hay que olvidarse de Nueva York, Miami o Los Angeles. Con el Imperio británico Londres se convirtió en la capital de medio mundo, recibió todo de influencias y como los ingleses son muy buenos negociantes lograron convertir toda esa riqueza cultural en una industria muy próspera.

¿El turismo musical está en auge?

Sí, es un turismo que la gente que está harta de la chabacanería y la vulgaridad busca cada vez más. En el Mediterráneo hemos sufrido un tipo de turismo bastante destructor, de beneficios a corto plazo, y de pobreza medioambiental y de desgaste cultural a largo plazo. Yo he escrito este libro para que el turismo cultural se convierta en dominante frente al turismo de sol, playa y juerga que hemos aguantado hasta ahora.

El turismo musical está al alza, no así la profesión. ¿Por qué los músicos son maltratados?

Por varios motivos. Todos los músicos que han tenido un éxito en Inglaterra siguen en activo, para bien o para mal, en verbenas, bodas, banquetes o comuniones. En España esto no sucede. Antes de los años 80 existía una infraestructura, por ejemplo en Balears, con todos los grupos que hacían versiones para los turistas en verano. Pero en los 80, con los valores mal entendidos del punk, de la Movida, se jaleó un amateurismo y desapareció esa salsilla de profesionales sin glamour pero que sí se ganaban la vida con la música. Los grupos jóvenes que salieron y se hicieron famosos antes de desarrollar una pericia profesional bloquearon la profesión, y eso resultó muy atractivo a los ayuntamientos, lo cual derivó en la desaparición de la profesión. Los festivales también han acabado con la música en directo el resto del año. El público mayoritario que no es fan de la música popular moderna va un festival, se escucha a todos los grupos por 100 euros, y no vuelve a ver un concierto. Las salas son cada vez más pequeñas, y como no cubren gastos el músico tiene que alquilarla aunque todavía hay residuos de contratación.

Cartel promocional de la charla de Patricia Godes

No es la primera guía que escribe.

De guías geográficas hice con Jesús Ordovás una dedicada a Madrid [Guía del Madrid de la Movida], que funcionó muy bien. Y antes publiqué otra, la Guía esencial del soul, que salió en los años 90. Estoy pensando en reeditarla.

Coautora del libro ‘Yo tampoco gané Eurovisión’, ¿qué conclusiones extrae del triunfo de Ucrania?

Pues que es inevitable ese sentimiento de solidaridad a lo mejor mal encaminada de la gente. La actuación del grupo [Kalush Orchestra] fue graciosa. Hay muchísimos grupos en Eurovisión todos los años que mezclan folclore con tendencias urbanas y modernas. Este era uno más y su canción [Stefania] no me parece tan buena como las de Ruslana [Wild Dances] y Jamala [1944], ucranianas que también ganaron Eurovisión, en 2004 y 2016, respectivamente, las dos con temas muy reivindicativos. Stefania me parece una oferta más ligera que las anteriores. Por cierto, a Putin le importa tres pimientos que no dejen participar a Rusia en Eurovisión y también que gane Ucrania. Es lo que contó Astor Piazzolla a Serrat en 1976 cuando este se negó a actuar en el Chile de Pinochet. El renovador del tango argentino dijo: pues yo sí que he actuado y Pinochet no va a dejar de torturar a la gente porque el señor Serrat diga que no actúa. Pienso que el pueblo chileno está sufriendo una dictadura muy cruel y yo he tocado para ellos porque lo que más necesitan es música y un buen concierto. Esa equivocada solidaridad de Serrat es la que ha hecho que gane Ucrania, con una canción que podría haber ganado también sin guerra.

¿Cuál era para usted la mejor canción de Eurovisión?

La de Malta [I Am What I Am, de Emma Muscat], y la eliminaron a la primera. En estos festivales no puedes saber lo que va a pasar, qué votará el jurado o el público. Es parte de lo divertido. De las finalistas tenía dos favoritas, la de la República Checa y la de Serbia, que cantó sentada con una palanganita de agua, algo surrealista, que no entendí pero que me pareció muy interesante.

¿Cree que las irregularidades que ha denunciado la televisión pública de Rumanía pueden variar el resultado final del certamen?

No lo sé. Ha pasado en grandes competiciones deportivas, como el ciclismo o el boxeo, que quitan el título al ganador por irregularidades como doping o lo que sea. Yo soy partidaria de que se haga justicia, no de que haya revanchas o rabietas.

¿Por qué le llaman festival de la canción cuando se ha convertido en un festival que apuesta más por el espectáculo y la política que por otra cosa?

Lo de las banderitas empezó en los 90 y perdona, no concursa el país sino la cadena de televisión estatal de cada país.

¿A usted Eurovisión le parece entretenido?

Yo me los he tragado todos. El primero de Raphael es intragable, como también lo es la edición de 2019, que ganó un chico holandés [Duncan Laurence] del que nadie se acuerda. Ha habido música mala… Hay países como Dinamarca que nunca han mandado una canción memorable. Y qué decir de España, ¿quién se acuerda de Marcos Llunas?, ¿o de Alejandro Abad? Música mala y canciones muy malas. No sé cuál es el criterio. Salvo la RAI, que siempre ha tenido bastante dignidad, al enviar al ganador de San Remo, la mayoría mandan horrores. Así se pasa de competir con canciones a hacerlo con números, polémicas, extravagancias. Salvador Sobral, cuando ganó en 2017, dijo que Eurovisión es música y sentimientos, y no fuegos de artificio y lucecitas. Pues le salió rana, porque al año siguiente ganó Netta (Israel) con aquellos gatitos chinos en movimiento. Todas las canciones tienen sus llamaradas, explosiones y luces de neón.

¿Por qué RTVE ha estado años y más años enviando esas canciones llamadas al fracaso?

A mitad de los 80 quisieron dar la imagen de una España moderna y propusieron a varios grupos, como a Alaska y los Pegamoides. Y fue Carlos Tena el que dijo: que no, que no pueden ir, que son muy limitados musicalmente. También propusieron a Gabinete Caligari y a un grupo llamado Los Garrido. Había un interés por mandar a grupos modernos pero estos no quisieron entrar. Esto son anécdotas que están en el libro nuestro, pero yo no sé qué es lo que pasa. En general yo soy muy pesimista con la música española. Pienso que igual que Remedios Amaya quedó la última en 1983, los grandes talentos se quedan en la cuneta en Eurovisión. Hay más ejemplos, como el del único año en que participó Marruecos, que enviaron a una primerísima figura, Samira Said, y quedó la última. No sé si es por el público, estamos todos tontos o el mecanismo de dar a conocer canciones falla.

¿Le gustaba la propuesta de Rigoberta Bandini?

Sinceramente, era un número muy amateur. Quería decir muchas cosas pero era muy amateur, nada profesional, con una pobreza musical y de representación.

¿Chanel está llamada a triunfar en el mundo de la música?

No sé si triunfara o no pero hará un papel muy digno y tendrá un lugar en la historia. La canción es mucho más bonita de lo que creemos. Más allá de divertida y pegadiza, mirad la versión que tiene ella con un guitarrista, sin nada más. Creo que tendrá una larga trayectoria, no sé si con éxito comercial, y podrá seguir trabajando en la música, con éxito profesional. Si no llega a ser por la solidaridad con Ucrania y la emoción con la que canta el chiquito [Sam Ryder] que mandó la BBC, que canta muy bien por otro lado, hubiera podido ganar.

¿Hay música en directo en Eurovisión?

La música en directo está prohibida en Eurovisión. Solo canta la voz solista. Los coros están pregrabados.