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Una escena de 'Shock 2'.

El gallinero

El gallinero | Talento local en la obra del año

Vuelve a la carga Andrés Lima, Premio Nacional de Teatro y fecundo, abriendo en canal al capitalismo y sus violencias. Llena cada día Shock 2 (La tormenta y la guerra) en el Valle-Inclán de Madrid y pone al público en pie con un repaso a las revoluciones neoliberales y las guerras que las acompañan en sus propósitos; lo hace con música y espacio sonoro de Jaume Manresa y vídeo-creaciones de Miquel Àngel Raió: envoltorios indispensables para la que tiene pinta de ser la obra del año.

En la primera parte del díptico, emocional y documental a partes iguales, se referenciaban los golpes militares en la Latinoamérica de los 70 como vehículos del sistema económico que se imponía – a lomos de las teorías de Milton Friedman –, ahora el punto de partida es el thatcherismo y la Administración Reagan y el destino final es la guerra de Irak y sus consecuencias, aún visibles e imponentes en un no país arrasado y repartido a trozos a las empresas que lo destruyeron y ahora lo reconstruyen.

Se enfunda un elenco impecable – Guillermo Toledo, Natalia Hernández, María Morales, Antonio ‘Morris’, Paco Ochoa, Alba Flores y Juan Vinuesa – una cuarentena de personajes que van desde la misma Thatcher al Papa Wojtyla, Ana Botella, Aznar, Osama Bin Laden, pero también a soldados estadounidenses tristemente ilustres, periodistas como José Couso - asesinado por fuego amigo - y mujeres árabes anónimas a las que el petróleo, la geoestrategia y la guerra les cambiaron la vida.

Se mueven en una plataforma circular que no para de girar y cuentan las historias grandes tejidas por esos hombres poderosos y las pequeñas, de amor y llanto, que sucedieron en una prisión de tortura o en un pueblo perdido en un Oriente Medio difuso. Relatan, cantan, bailan clásicos del pop e imitan presidentes y acentos (quizá es la pega que le veo a la pieza) mientras nos recuerdan, con desgarro o con cinismo – el monólogo inicial de Morris es para enmarcar – que en este mundo una parte pequeña de Occidente decide por el resto del planeta cuando conviene aplastar o ayudar.

Hay investigación sin equidistancias, y caricatura para exponerla frente a los ojos del público, hay crítica militante y también poesía y links a una actualidad que sigue siendo convulsa, y ahora además pandémica, donde se apela constantemente a una libertad edulcorada, siempre de parte, que acaba siendo definida por los que vencen las batallas que ellos mismos engendran.

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