En medio de todo lo frenético e inmediato que domina la vida en estos tiempos, incluso con el coronavirus presente en todos lados, el escritor Guillem Frontera publica Quadern d'Ifitry (Ensiola Editorial), una pequeña joya que invita a la pausa y a la observación consciente. Los textos recogen las impresiones del autor durante su estancia, en junio del año pasado, en la residencia artística marroquí Ifitry, situada a 40 kilómetros de Esauira y frente a un océano que quita el aliento por su "bestialidad" -"cuando lo miras, parece que el corazón del mundo entero está latiendo ante ti", tal y como lo describe Frontera-. Además, la "pequeña" edición cuenta con las imágenes y dibujos de los artistas que acompañaron al escritor en la aventura en Marruecos: Luis Maraver, Julio León y Miquel Planas. El volumen se presenta hoy en el Casal de Cultura Can Gelabert (19h), en Binissalem.

Quadern d'Ifitry reivindica -sin pancartas y sin lemas, solo con su existencia- la reflexión sobre la belleza, el entorno, las contradicciones humanas, el oficio del artista, las clases sociales, la culpabilidad de ser un privilegiado y las relaciones entre personas venidas de diferentes lugares, por poner algunos ejemplos. Incluso hay cierta crítica, aunque el autor señala que no es "voluntaria".

Todo lo que se cuenta a lo largo de las páginas del libro es real y está basado en la experiencia de Frontera en aquel entorno. "Fue una escritura instintiva, que es como yo suelo trabajar. No soy un escritor ordenado", manifiesta, aunque asegura que "escribir brinda orden" y, como consecuencia, leer también. "Estas impresiones, que no he vuelto a leer desde que las entregué, son el resultado de un diálogo permanente con las cosas que hago, con las preguntas que me sugiere todo lo que veo. Esto hace que la voluntad de escribir siga viva, sale sola", dice.

El viaje y la estancia en Ifitry le permitieron reflexionar sobre el panorama cultural y artístico -que no puede desligarse de lo político y social- de Balears. "Ifitry es un lugar privado donde se invitan a artistas de todos los países del mundo para crear, relacionarse, aportar miradas diferentes sobre el mundo. Quizás no quede siempre un patrimonio material que deje constancia de lo que ha pasado, pero queda un depósito de ideas", apunta, y lamenta que aquí, en las islas, no haya un "claro compromiso con el arte".

Esto le lleva a charlar sobre la concepción de las islas como entidades independientes: "Esto no es un país. Balears es un territorio unido por unas necesidades administrativas. Es una vergüenza la poca comunicación y aprecio cultural que hay entre unas y otras. Es muy cansado tener esperanza en este país", critica.

Una de las razones a las que atribuye esta dejadez es en la falta de colectividad e interés común, por parte de la sociedad civil, en tener retos y sueños en conjunto: "¿Cuántas Mallorcas hay? Con las oleadas del turismo se han creado multitud de sociedades en un mismo lugar, y no hemos tenido la capacidad de integrarnos y hacer algo juntos", lamenta.

"No hay compromiso con las ideas, ya no tenemos consciencia humana", sugiere el autor, refiriéndose a la incapacidad de "estar solos": "No nos damos el tiempo que necesitamos para pensar, un tiempo que nos permite descubrir las injusticias, los matices". Durante su estancia en Ifitry, donde la pobreza y la riqueza más extremas coinciden en un mismo lugar, el escritor llegó a preguntarse "si tenía derecho a estar allí". La respuesta sigue allí, ante el inmenso paisaje de Ifitry, donde las verdades flotan, abandonadas, por los rincones de la consciencia.