Bel Fullana se mueve en la pintura como pez en el agua. "Me surge de manera natural. No me interesan los referentes; siempre he ido por libre. Y sí, lo mío por encima de todo es pintura".

Desde Son Carrió surgió en 1985 una niña, Bel Fullana, que desde que pudo agarrar los lápices supo que quería ser pintora. Tres décadas después, acaba de alzarse con el premio Antoni Gelabert d'Arts Visuals que este año se ha inclinado a la pintura. "Sigue muy viva; en mi generación hay muchos que pintamos como lenguaje principal. Ahora hay un expresionismo contemporáneo muy bestia, que no sigue patrones, muy libre. Ahí me muevo yo", declara la artista, formada en Bellas Artes en Barcelona.

Su lienzo Marquinha, de 2x3, se sirve "de manera anecdótica" de "la tendencia brasileña de exagerar el bronceado", y que a ella le ha dado pie para pintar a una mujer en un paisaje tropical, lleno de pájaros. "he querido representar a la mujer salvaje, libre, llena de felicidad. Es aislado, No forma parte de una serie", explica su autora.

Fullana, que como muchas otras artistas se sirve de su autobiografía para plasmarse en dibujos y pintura, confiesa que "en este momento de mi vida estoy saturada, y lo que me gustaría es irme a la selva, sentarme bajo un cocotero, a trabar contacto con la naturaleza", ríe.

Agradecida al galerista de Luis 21, que fue gran apoyo e impulsor de su obra, y desde donde mostró Memoria, prepara una inminente exposición en Madrid para la galería Herrero de Tejada. Vive un momento dulce, pero aún así, "no vivo del arte, como ya asumí que pasaría desde que elegí dedicarme a esto".

Los críticos han visto en sus dibujos aparentemente fáciles, un ingenuismo que la transporta a la infancia. Incluso en ese proyecto, Memoria, lo plasmó a partir de recoger dibujos que hizo cuando tenía 8 años. "Siempre miro hacia mi. No me queda más remedio que hablar de mi, pero ya no estoy tan interesada en esa búsqueda de la niña que dibujaba, aunque sigo sintiéndome muy identificada con las pinturas de los niños", admite.

Como muchos otros, frente al gran formato, como el que le ha valido el premio Ciutat de Palma, siente "miedo, y a la vez, estímulo; muchas veces no sé cómo acabará, no tengo una idea fija, el cuadro se va haciendo y su final es una sorpresa", explica.

En la actualidad, se aplica en el óleo que ella mezcla y experimenta con el uso del espray. "El contrastes me resulta muy interesante. Y el óleo me encanta porque me permite utilizarlo como si fuera plastilina", dice ella.