Un estudio científico reciente ha confirmado, lo sospechábamos, que la nostalgia es un arma evolutiva. Nuestras neuronas guardan muchos buenos recuerdos del pasado para no deprimirnos y refuerzan malas experiencias recientes para no apoltronarnos. El título de esta reseña, un diálogo de Trainspotting 2, enuncia atinadamente esa nostalgia.
¿Era necesaria esta mirada hacia atrás? ¿Tiene la arrolladora ira del primer filme o cederá a un mayor o menor conformismo? El primer Trainspotting, recordemos, epató al trasladar el existencialismo juvenil de Los inútiles,American Graffitti o Quadrophenia a los bajos fondos, la droga, la delincuencia y el ladrillo de protección oficial del norte Reino Unido; con una banda sonora excelsa y una fotografía que inspiró a discípulos como Guy Ritchie. Veinte años después Danni Boyle e Irvine Welsh se han perdido en su propio laberinto. En el guión sólo esbozan, sin apenas profundizar, los muros con los que topa la mediana edad en este momento. La creciente escasez de trabajos, la menguante ayuda social y el inexorable declive físico. Por renuencia a escoltar al Daniel Blake de Ken Loach no se dan cuenta de que los bajos fondos han sido expropiados por Ritchie. Y no se dan por aludidos, también duele, con la trata de blancas en los burdeles. En la casilla positiva hay tres excelentes actuaciones (McGregor, Bremmer y Miller -más planos Carlyle y Nedyalkova-) y algunos momentos brillantes, como el reencuentro de Renton y Begbie en el baño de una discoteca o la transformación final del dormitorio con el Lust for life de Iggy Pop. Correcto ejercicio de nostalgia. No es poco.
***
Nacionalidad: Reino Unido, 117 min. Director: Danny Boyle. Actores: Ewan McGregor, Robert Carlyle, Ewen Bremmer, J. L. Miller, Anjela Nedyalkova. Cines: Augusta, CineCiutat, Ocimax, Porto Pi, Artesiete Fan, Cinesa Festival Park, M. Manacor.