La tarde que le dejó sintió una soledad infinita.

Tenía una tendencia natural a cuidar y a dar cobijo, algo que a veces se malinterpretaba. Pero esta vez pensó que no debía sentir lástima alguna porque cuando las cosas no van bien, dejar a alguien es, en esencia, un acto de generosidad para uno mismo, y para con el otro. Das la oportunidad al otro de ser feliz con otra persona, y también te permites poder llegar a serlo tú algún día. Pero como suele suceder hay gente que se queda en "la forma", y gente que extrae "la esencia".

¿Acaso hay una sola manera correcta de hacer las cosas?

Si pudiera volver atrás le diría que podrían haber sido buenos amigos, pero ahora era demasiado tarde porque la indiferencia lo había teñido todo de grises.

Uno piensa que se perderá en una soledad insoportable pero tras una decepción amorosa la vida te acoge como a un hijo adoptivo."Observa la belleza colateral", escuchó, y le pareció revelador. Hay cosas hermosas que brotan de la esencia misma del dolor. Y uno se queda con esos pequeños detalles que de golpe se vuelven trascendentales.

Lo había meditado mucho; ya no estaba dispuesta a pasarse la vida bailando al son de los hombres. ¿Qué era verdaderamente el amor? ¿Era ella capaz de amar? ¿Por qué no se había sentido amada en aquella relación? ¿Por qué siempre buscaba emular el modelo tradicional de familia si ella era otra cosa, si no había logrado encajarlo ni a tiros? Los seres humanos somos contradictorios, ambivalentes... ¿Cómo es posible que uno pueda quererlo todo, y al mismo tiempo no quiera nada? A veces esos patrones familiares nos impiden ser nosotros mismos. Y una cosa estaba clara, estaba en ese camino, en el camino de ser ella misma pesara a quien pesara.

En general, salvo contadas excepciones, la familia tradicional es un auténtico foco de desencuentros, y sus miembros, a menudo, parecen vivir como si fueran rehenes. Salvo contadas excepciones. ¿Era ese el modelo de realización y felicidad que buscaba? Sólo pensarlo le entraban ganas de salir huyendo.

Por fín había logrado liberarse de ese modelo incompatible consigo misma, y se declaraba familia mono parental con orgullo, y si aún deseaba ser madre de nuevo, lo haría sin pedir permiso a nadie.

Vivimos en una sociedad enferma, una sociedad en la que la gente empieza a tener verdaderos problemas para llegar a acuerdos y establecer contacto físico. Nadie tiene tiempo, abducidos por el móvil, la amabilidad brilla por su ausencia.

Algunos hombres esperan tener a su lado a una mujer que encima no les haga ruido, que no les de problemas, que se adapte a sus necesidades y circunstancias como las muñecas que se están vendiendo en Japón. Han resultado ser todo un éxito no sólo allí, sino en otras partes del mundo. Las cuidan, las peinan, las visten, les hacen el amor y ellas no dicen ni mu. ES mucho más cómodo que no te lleven la contraria, ni te cuestionen. Pero, en realidad, no creo que ese sea el ideal masculino. Pienso que aún son muchos los que valoran estar junto a una mujer de verdad. Una mujer que también les aporte y les haga cuestionarse cosas, y les inspire a mejorar.

Ella pasó días de nubes negras y de charcos pantanosos, noches de amaneceres rotos, de sentirse pequeña, diminuta, invisible, y sintió una soledad tan infinita como la que sienten las marionetas de noche cuando regresan al baúl después del estreno de la función. Pero no podía negarlo ni negarse, ella no era una mujer que no hace ruido, más bien al contrario, tenía mucho que aportar y necesitaba ser escuchada; que la escuchara el viento y la lluvia, el bosque, y que su voz se alzara hasta las montañas, pero sobretodo deseaba llegar algún día hasta el corazón de un hombre que fuera capaz de valorarla y amarla profundamente.