Los niños son como delfines, desean nadar libres en el océano de la vida. Y ese conmovedor instinto de libertad produce en nosotros, adultos, momentos de fascinación y alegría. Probablemente los mejores momentos de la vida tengan lugar en presencia de los más pequeños de la casa. Pero en situaciones de ruptura y separación de los padres, el castillo construido se deshace convirtiéndose en un triste puñado de arena. Si no se establecen unas bases positivas para sobrellevar los cambios, algunos niños, sobretodo en la preadolescencia, podrían llegar a comportarse de forma egoísta, aislarse, ó incluso responder con indiferencia y boicotear cualquier tipo de decisión que puedan tomar sus progenitores.

Una separación mal llevada puede ser un auténtico infierno para todos los miembros de la familia, también para los nuevos miembros que surjan. El dolor no comprendido, no asimilado, ni gestionado adecuadamente, puede convertirse en un arma de destrucción masiva.

A continuación trataremos de descifrar algunas claves importantes que, tal vez, sean de utilidad y arrojen algo de luz a la compleja misión de separarnos sin romper la familia. Para poder preservar la educación de los niños que pasan por el doloroso proceso de separación de sus padres, todos los miembros de la familia, sin excepción, deberán poner de su parte.

Cuando una pareja se separa los que más sufren son los hijos. Es cierto que los hijos son las víctimas inocentes del naufragio. Sobretodo, cuando son pequeños. Pero no hay que olvidar que una familia es un ente emocional construido por todos; no sólo por los padres, también por los hijos. Y que si se resquebraja en pedazos, todos pueden tener su parte de responsabilidad. Por tanto, es mejor evitar buscar culpables y apoyarse los unos a los otros para que el proceso de separación sea más llevadero. Con apoyo, comprensión y empatía mutua, los cambios serán más fáciles de gestionar. Si no añaden más estrés a la situación, los abuelos, los tíos y otros miembros de la familia, pueden jugar un papel importante. Mejor evitar odiosas comparaciones y absurdos juicios de valor. Separarse es un derecho que todos podemos ejercer. Nadie está a salvo de una posible separación, así que es importante mantener una actitud de respeto frente a la decisión tomada por la pareja en cuestión, y apoyarles por el bien de todos. Es fundamental ayudar a que los padres encuentren su equilibrio, sin él no podrán seguir educando y entonces todo terminará complicándose.

Papá y mamá se separan porque ya no se Aman, pero a pesar de todo, se quieren y se respetan. Papá y mamá se separan porque ya no se Aman, pero a pesar de todo, se quieren y se respetanEste es un mensaje positivo que ayudará a que los niños comprendan un poco mejor la situación. Lo primero de todo, como ya hemos dicho, separarse es un derecho que todos podemos ejercer, si lo necesitamos. Una pareja debería velar por su amor y si ese amor está roto, hay que tener el valor de afrontarlo y tomar la decisión que sea más acertada. Aparentar que uno es feliz es el síntoma de infelicidad más grande que existe, y el peor ejemplo que podemos dar a nuestros hijos. Estamos vivos para desarrollarnos y realizarnos, y ésa es una bonita enseñanza para los niños. Ellos deben ver que sus padres luchan por su felicidad. A veces se decide no contar los detalles ó pormenores de la ruptura porque se cree que los hijos no son capaces de entender. La frase papá y mamá no se Aman pero siguen queriéndose, establece una distinción entre querer y Amar. Una distinción importante que condicionará, para bien, la futura vida en pareja de nuestros hijos que, con un poco de suerte, no se conformarán con nada que no sea amor. Pero a la vez, en esa frase hay implícito un mensaje tranquilizador para los más pequeños; al menos, se quieren y se respetan. Con lo cual nos despedimos de algo y nos duele, pero lo hacemos en un entorno conciliador. Una comunicación clara y sincera con los hijos, y no dejar en mal lugar al otro, será de ayuda durante y después de la separación. Los niños detectan el menor indicio de rabia y odio, y generalmente reaccionan posicionándose en contra.

Convertir una separación en una guerra es el peor escenario posible. Los padres tienen el deber de controlar sus emociones para poder seguir educando, y velar por el bienestar de sus hijos. Tanto padre como madre deben esforzarse por controlarse, sobreponerse, y rehacer sus vidas de la mejor forma posible, puesto que su propio bien es también el bien de sus hijos.

Dos años de luto. Dicen que son dos los años que uno tarda en olvidarse de un gran amor. Dos mínimo. El tiempo permite analizar las causas del naufragio sin culpabilizarnos; debemos aprender de la experiencia para mejorar conductas o hábitos de cara a una futura relación. Hay que darse un tiempo para dialogar con uno mismo y no correr a embarcarse en la siguiente relación como alma que huye del diablo. La soledad es muy buena consejera y favorece que tomemos conciencia de quiénes somos, y de qué podemos ofrecer a los demás. Pretender estar recuperado antes de un mínimo de dos años es querer correr demasiado. Por ello dos años de luto son aconsejables para que cicatricen las heridas.

Ellos se emparejan primero. Lo común es que ellos corran más a la hora de embarcarse en nuevas relaciones y pocas veces vivan el luto en profundidad. Pero, por supuesto, hay casos de todo tipo. El problema de correr demasiado es que aun las heridas están abiertas. No es aconsejable tapar un relación con la otra. Claro que es bueno estar abierto al amor pero hay que hacer las cosas con cabeza, sin brusquedad, porque son varios los miembros de la familia y hay que respetar el duelo de todos los implicados.

Volver a casarse. Las nuevas parejas asumirán el rol de figura femenina ó masculina dentro del nuevo nido pero nunca deben competir con la madre o el padre biológico, ni tratar de substituirlos. Esto es muy importante. Los padres siempre son los padres y eso debe respetarse por encima de todo. La buena relación y el demostrarse respeto mutuo ayudará a que éstos puedan seguir haciendo equipo en la difícil tarea de educar a sus hijos.

Educar en soledad. Vivimos en una sociedad que no es amiga de la soledad. A menudo transmitimos a los niños lo indeseable que es quedarse solo. Así que si padre ó madre deciden no volver a emparejarse y educar en soledad a sus hijos, deben recibir el apoyo necesario por parte de su ex pareja. Muchas veces son los propios hijos los que ven a sus padres como perdedores por no haber rehecho su vida. Pero estar solo no es nada malo. Más bien al contrario, la soledad y vivir en equilibrio con ella es de valientes. Hay que superar esta clase de prejuicios.

Saber perdonar y perdonarse. Seguramente algunos lectores estarán pensando cosas del tipo: "Ya, pero yo no soporto a mi ex! Se comporta como un marciano, ó marciana. Ya no le reconozco". Todos esos pensamientos son naturales pero hay que hacer de tripas corazón. Nos debemos a una misión superior; es necesario que la esencia de la familia perdure. La familia tiene raíces profundas que no deben romperse. Nuestros hijos se lo merecen. Tanto padre como madre deberán encontrarse a menudo por sus hijos. Es positivo que ambos les acompañen en los momentos clave de su vida; reuniones escolares, cumpleaños, graduaciones, bodas, funerales. La vida son tres días, y a la que nos damos cuenta ya nos estamos deslizando por la rampa de salida. Somos sus referentes, y nos necesitan. Nuestras acciones son más poderosas que nuestras palabras. Aprenderán que hay valores que van más allá de la necesidad diaria gracias a nuestro ejemplo. Por ello, aunque cueste, deberíamos tratar de perdonar al otro, pero ante todo, perdonarnos a nosotros mismos y evitar pensamientos del tipo: "Si hubiera hecho, o dicho…" El pasado, pasado está. Es normal que subyazca algo de dolor pero si logramos canalizarlo bien, ese dolor nos fortalecerá y a la larga, se esfumará, desaparecerá con el viento.

Desafortunadamente, hay casos en los que los padres no logran perdonarse y utilizan a sus hijos como piedras arrojadizas para hacerse daño. Si éso ocurre es importante que otros miembros de la familia tomen cartas en el asunto y protejan a los más pequeños. Apoyados por abuelos o tíos, los niños aprenderán a reconocer las conductas tóxicas de sus progenitores y con el tiempo lograrán inmunizarse, aunque el precio sea el distanciamiento.

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