Andrea Motis con los nueve músicos que la acompañan en escena presentando Do outro lado do azul.

Andrea Motis (Barcelona, 1995) es trompetista, saxofonista y cantante de jazz. Su enorme calado popular le asegura presencia constante por toda la geografía española, incluyendo reiteradamente presencia en festivales y espacios paradigmáticos para los morrofinos del género. Precisamente entre estos se ha puesto en solfa la estatura artística de la intérprete (que ha llegado a editar en Impulse!, sello que tuvo en el gigante John Coltrane a su máxima luminaria). El presente pulcro de su repertorio clasicista y sobre todo el futuro indudablemente prometedor es la mejor contraargumentación.

Motis presenta este jueves en el Teatre Principal de Palma su octavo álbum, Do outro lado do azul (Universal), acompañada como es habitual del Joan Chamorro Quartet, su mentor desde los inicios de su carrera, con el enriquecimiento en escena de cinco músicos especializados en el repertorio del país carioca. Es el arranque del, un año más, celestial y obligatorio ciclo Alternatilla Jazz. Por supuesto, ya no queda ninguna de las 803 entradas.

EL ÚNICO CASO DONDE HE VISTO MACHISMO EN EL JAZZ ES EN LOS CRÍTICOS”

-¿Qué tal se ve el mundo desde la cima?

-[ríe] Tampoco creo que lo esté tanto. Afortunada sí me siento.

-Son ya muchos logros populares y artísticos para alguien tan joven. ¿Qué utilizas para mantener los pies en la tierra (si quieres hacerlo)?

-¡Quiero! Ser consciente de que la mejor herramienta para mantenerse es trabajar con la máxima exigencia. Si te relajas el público se dará cuenta y dejará de venir a verte. Además, trabajando al máximo es como surgen más oportunidades e incluso te puedes permitir elegir.

-Chet Baker no quería cantar, solo tocar la trompeta: fue un productor quien le convenció. ¿Más cómoda tras el micro o tras la boquilla?

-Canto desde pequeña, por lo que me sale de manera más espontánea. Sin embargo nunca habría dado el paso de cantar en público por pura timidez. Fue Joan Chamorro quien me animó y me dio confianza. La trompeta la toco desde los 7 años, y me siento igual de cómoda que cantando. Bueno, no: tanto con una como con otra, va por días.

-Ha habido mucha autodestrucción en el jazz. ¿Se puede ser genial desde la calma y la placidez?

-No sé si genial, pero sí se puede vivir bien. Aunque, como decía antes, el trabajo y el esfuerzo deba ser máximo, no tiene por qué significar el sacrificio del bienestar personal. Preferiría estar bien haciendo otra cosa que mal haciendo música.

-¿El mundo del jazz es machista?

-No hay machismo, pero hay una tradición masculina. Yo estoy muy satisfecha con lo vivido como mujer. Llevo ya años con el mismo cuarteto, todo hombres mayores que yo, y siempre me he sentido mejorada y por supuesto respaldada, en absoluto ninguneada por mujer y por joven. En el jazz hay pocas mujeres, pero no por discriminación. Aunque desde hace unas décadas el número ha aumentado notablemente. El único caso donde he visto machismo es en los críticos de jazz. A veces solo se ha hablado de mi vestido o de mi actitud.

-John Lennon dijo: “El jazz. Esa mierda de música para intelectuales”. ¿Cómo lo democratizamos?

-El jazz abarca muchas cosas, y supongo que Lennon hablaba de algún tipo de jazz concreto. No sé, tal vez free jazz, Coltrane. El jazz es música popular: es Louis Armstrong, es swing, etc. Unas vertientes conectarán más que otras. Lo hay para todos los gustos, y precisamente por eso no puedes ir a un concierto y saber ya lo que es el jazz. Y los Beatles, por cierto, tienen canciones que son composiciones de jazz de manual.

-Miles Davis: “Yo no hago jazz. Hago música negra”. Nina Simone: “El jazz es una palabra blanca para definir a la gente negra. Mi música es música clásica negra”. ¿Qué música haces tú?

-La que me gusta, sin más. Por ejemplo, lo que presentamos: este último álbum de música brasileña fusionada con jazz. Todo lo que hago con mi quinteto habitual es lo que más me gusta, y creo que se nota. Porque cuando un músico no hace lo que le gusta te das cuenta, seas artista o público. El calificativo de “música negra” es más social que musical. Se refiere a la discriminación que tuvieron que sufrir Davis, Simone y tantos otros. En mi caso, lo que tocamos es suficientemente amplio como para no definirlo.

-Son muchas horas estudiando y muchas horas tocando. ¿Conoces mundo?

-Creo que sí, porque viajamos mucho, y precisamente al tratarse de trabajo te da la oportunidad de conocer a gente local, y por tanto sumergirte más y descubrir. Y también estoy de acuerdo con que se puede conocer sin moverse de casa. Hay quien viaja sin abrir los ojos.

-Practicas un sólido clasicismo. ¿No te tienta la contemporaneidad o un cierto radicalismo?

-Toco dentro de mis posibilidades. Es fundamental saberlo y ser consciente. Después, siempre pienso en lo que me gustaría escuchar. Aunque descarte opciones musicales no me rompo la cabeza con estrategias. Funciono a nivel intuitivo. Primero me lo creo, y luego compruebo que funciona. Por ejemplo en el disco de adaptaciones jazz de música tradicional catalana. O en proyectos como un tributo al swing o con crooners. No tengo fronteras, pero el radicalismo... Si es forzado no me interesa: se nota demasiado.

-Tareas hercúleas, diría que imposibles: contener todo Brasil en trece canciones. ¿Cuál ha sido el método de selección?

-Nada científico sino intuitivo y espontáneo. He elegido lo que me gusta y sobre todo aquellas composiciones en las que creía que podíamos aportar algo. Se han quedado muchas por el camino. Es una selección, no un total. Puede incluso que haya un segundo volumen. Siempre es mejor que queden cosas por probar.

-Revisitar Mediterráneo

-Totalmente. Ha sido casi casualidad, a última hora, pero creo que daba sentido al disco y al título.

-¿Sabes si le ha gustado?

-¡No lo sé! A ver si me entero.

-Es de suponer que musicalmente no mandas lo mismo a día de hoy con tu octavo álbum que en el primero de 2010.

-Así es. Es grupo es el mismo de los últimos diez años, y si al principio mandaba Chamorro y luego los dos, ahora dirijo más yo y sobre todo he producido los últimos álbumes, algo que es importantísimo para un artista. Es una gran diferencia y un gran riesgo.

-Herbie Hancock dijo: “El jazz trata acerca de estar en el momento presente”. ¿Te inspira 2019 o mayormente miras hacia la tradición para inspirarte?

-Todo lo que vives te influye, sea musical o no y en ambas facetas de tu vida. Pero me gusta que se detecte eso “antiguo” en mi música, esa tradición. Más hoy día, que hay tanta música con influencia o de base electrónica. Hay que hacer lo que te llama, y yo siempre he hecho música acústica. Que siga haciéndose da más variedad al mercado y a los conciertos.

-George Gershwin: “La vida es como el jazz: funciona mejor cuando improvisas”. ¿Improvisas en tu vida?

-Mucho. Me gusta cambiar el plan. Me encanta.

-En el jazz es habitual regrabar temas. ¿Revisarías algo de lo que has editado hasta ahora?

-Cierto. Lo pienso mucho al acabar un disco. Tal vez sobre todo en este, y más que nada lo remezclaría. De todas formas, con el material antiguo pasan los años y cada vez te importa menos.

-Para acabar, la pregunta que todos queréis que os hagamos: ¿Rosalía?

-Nos conocimos en el Esmuc [Escuela Superior de Música de Cataluña], donde coincidimos en algunas asignaturas. Me gusta mucho lo que hace, y sobre todo cómo lo hace. Y fue muy valiente con lo que dijo sobre Vox. Siendo quien es actualmente, tal vez si lo hubiera dicho antes habrían tenido menos votos. Es una mujer valiente, tanto para las mujeres como para el pop en general. Como decía antes, le gusta mucho lo que hace, cosa que no es habitual en el pop. Creo incluso que ser tan coherente en lo que hace, esa firmeza y determinación, es parte de su éxito.

-Ahora sí, la pregunta seria para acabar: ¿fuiste a votar?

-Por supuesto. Y si mañana hubiera que votar otra vez, lo haría. No podemos quejarnos por tener que votar. Si no lo hacemos salimos perdiendo. La representación de las personas entre quienes gobiernan será mucha si votamos muchos, aunque a la vez sea poca: nuestra voluntad real solo se ve cada cuatro años, y no podemos dejar de ejercerla en esta democracia que no es directa sino solo representativa.