Las cicatrices de Dylan

Decir que la literatura está solo en las novelas de más de 300 páginas es como reducir el sexo a la posición del misionero. La literatura no es más que palabras puestas en determinado orden y con determinada intención comunicativa, sean seis o seiscientas. Una letra de canción puede tener altura literaria tanto como un único beso puede ser sexo.

Bob Dylan tiene las características de las figuras artísticas únicas: ha creado un modelo, ha generado escuela y no ha sido superado. A ello hay que añadir como factor fundamental la categoría de los textos en su literatura cantada. Si en las formas no ha sido nunca original ni renovador, en los fondos sí se le reconoció inmediatamente su mérito: lo que cantaba Dylan era verdad, y su manera de narrarlo fue nueva, rompedora e inconfundible. Y su modelo ambicioso como pocos, pues se inmiscuyó tanto en lo singular como lo plural, en lo personal como en lo social.

Los vivos no son los que acumulan cicatrices, sino los que las revelan. Si nosotros, los mediocres, los que sospechamos que hemos nacido muertos, tan solo aspiramos a tener cicatrices que nos hagan sentir que hemos vivido, qué premio no habrá de recibir alguien que para revelar las suyas, para mostrar su interior y narrar sobre el exterior, lo ha hecho con genio. Bob Dylan ha creado una literatura bella pero dura, a menudo impenetrable, por lo que hay que acudir a lo que dijo un letrista: la dificultad es la cortesía del autor con sus seguidores.