Galería de fotos por César de la Lama: bit.ly/MXuiNo

Exceso de actitud

Empieza el concierto y el cantante, acelerado hasta lo espídico, arroja con violencia el micro contra el suelo mientras exige otro, que vuelve a romper contra la tarima del escenario. Entonces, la emprende contra el pie de micro: lo blande como una espada y lo arroja, dándole en la cara a uno de los fotógrafos que estaba es ese momento en el foso. Acto seguido levanta uno de los monitores, forcejea con él, y lo arroja al mismo foso, esta vez sin darle a nadie. Un par de micros más sufren su ira descontrolada (o no).

Todo esto sucedió en los minutos iniciales del concierto de los británicos Kaiser Chiefs en el Mallorca Rocks. Es de largo lo más cafre que se ha visto en dicho ciclo, un evento, dicho sea de paso, que desde el principio de su andadura ha hecho gala de una organización y unas medidas de seguridad modélicas. Pero fue en ese momento, con la primera canción de la noche, cuando cabía plantearse si se estaba ante visceralidad pura e inevitable, o ante un cretino del rock&roll. Afortunadamente, el resto del concierto se quedó en los registros propios del pub rock: testosterona, exaltación, desmadre justo y necesario.

La música de los Chiefs no es tan dura como su actitud excesiva podría hacer intuir, y de hecho la inclusión de varias canciones más clásicamente pop y calmadas, de las que se escriben para eso tan sano que es exteriorizar emociones, pareció desentonar. La banda atesora una envidiada retahíla de himnos eufóricos, y los clímax que con ellas provocaron fueron muy genuinos. A ello ayudó el comportamiento posterior del cantante, ya también más ortodoxo, con monerías subido a la estructura superior del escenario o jaleando al público desde la grada lateral.