* Regalamos dos entradas para la jornada del viernes. El primero en enviar un mail a sopasmallorquinas@gmail.com con el asunto "catpeople" se las lleva.CatPeople

es un grupo que han gustado mucho desde el minuto uno. Los de Vigo, emigrados a Barcelona, publicaron dos discos que agradaron una barbaridad (Reel#1, 2006 y What's the time Mr. Wolf ?, 2007), basados en el pop añejo y bailable, con un sonido oscurecido tal y como mandan (o mandaban) los cánones del post punk, una de las corrientes revisionistas recientes que más creatividad ha generado. En 2011 dieron una vuelta de tuerca a su propuesta con Love battle, madurando unas canciones más radiantes y de excelente producción. Actúan hoy viernes en el Festival 2+2, organizado por la promotora Cultura Club en la sala Abraxas. Paco Iglesias, batería de la banda, responde a este cuestionario.

–Habéis grabado un disco más radiante, conceptual y dedicado al amor. ¿Quién en el grupo es el que está insoportablemente enamorado?

–(ríe) Nadie en especial, aunque entre el segundo y el tercer disco hemos tenido dos bodas. ¡De ellos, no mía! Con este disco es más un tema de abrir un camino nuevo.

–Ningún grupo es una democracia. ¿Quién ha sido el capitán de este viraje?

–Adrián (el cantante). Él llevó el peso en la composición de los temas y además se grabó en su casa.

–¿Hubo vértigo?

–No, eran más las ganas de, como decía, abrir un nuevo camino.

–Conseguís un sonido reconocible y lo cambiáis. Distribuís 50.000 copias del último disco gratis con la revista Mondo Sonoro

–La verdad es que no lo pensamos tanto... Regalar el disco es una apuesta original hoy día por el concepto de disco existente. Al haber tanto digital, los discos de hoy, en formato físico, no tienen coherencia. Aparte, los músicos buscamos en nuestros discos un principio y un final.

–Habéis grabado un disco más resplandeciente. Muchos dirían: normal, gallegos descubriendo Barcelona.

–(ríe) Después del primer año puede que sí, pero llevamos ya siete años, algunos nueve. Pero es cierto que si Sigur Rós fuesen de Miami no harían la música que hacen.

–¿Entonces no influyó la ciudad? ¿No es vuestro disco mediterráneo?

–Qué va... El primero y el segundo ya los grabamos aquí.

–Superado el síndrome del segundo disco, llega el síndrome del tercer disco.

–¡Y luego vendrá el del cuarto! Nunca sabes... El disco más fácil siempre es el primero, con el que has tenido toda tu vida anterior para grabarlo. El tercero es una apuesta complicada y fuerte, y creo que ha valido la pena. Llevamos un año girando y nos va muy bien.

–¿Cuál es esa canción del disco que nadie menciona pero que a ti te encanta?

–La última.

–El local de ensayo y el estudio dan a las canciones una dimensión muy concreta, pero es en directo donde se ve lo que dan de sí: unas crecen y conectan inesperadamente, otras no tanto como se esperaba.

–Siempre pasa, pero lo más importante es que nuestra percepción siempre será diferente a la del público. Lo normal es que haya sorpresas, y ahora se ve más con las redes sociales: te piden canciones que no dirías nunca.

–Los baterías sois los mejor situados y quienes tenéis la visión más completa de la banda. ¿Cómo les ves?

–(ríe) Les veo bien. Es algo que comentamos entre nosotros: acabas por conocer todas sus manías, sus tics. Desde aquí atrás, y además siempre sentado... Me veo incapaz de ponerme ahí delante, con una guitarra, a descubierto.

–¿Qué sabes después de dar unos centenares de conciertos que no sabías antes?

–Percibes todo de manera diferente. Ganas saber estar y tablas, pero sobre todo aprendes a disfrutar de la gente. Cuando empiezas estás muy agobiado, pero con los años juegas con esos elementos que ves y tienes para traer al público a donde quieres. Y tocas en locales y espacios tan diferentes que sabes cómo funcionar en cualquier campo.

–Sólo hay dos tipos de grupos: los interesados en llegar cada vez a más público, y los que no ¿De qué tipo sois?

–Estamos interesados en llegar a más público pero conservando nuestra identidad. Si no, habríamos cantado en castellano desde el principio. Nos encantaría llegar a más gente, pero no es prioritario.

–Sólo hay dos tipos de grupos: los que creen que están en la mejor banda del mundo, y los que no. ¿De qué tipo sois?

–(ríe) No creo que todos pensemos que estamos en el mejor grupo. Ni siquiera gente como Radiohead, Springsteen o U2. No pensarlo es una virtud.

–¿El amor del disco incluye a la industria discográfica y a los medios de comunicación?

–Supongo que no, ni de cerca. Es amor personal en todas sus facetas y etapas, y piensa que nosotros lo hemos grabado todo, autoeditado, etc. Aunque eso sí, fichar por nuestra agencia de contratación es lo mejor que nos ha pasado.

–En los países anglosajones vuestra música sería simplemente la que está de moda: actual, popular, accesible para cualquier tipo de público. Pero en España se sigue tildando de alternativa e independiente, con un matiz peyorativo de minoritaria o “rara”. ¿Quién debe cambiar el chip: público, grupos, medios?

–Ya no sabes qué pensar. Por ejemplo, desde que empezamos hace unos siete años veo que el castellano está más fuerte y que últimamente se ve sospechoso si cantas en inglés. Nosotros hemos escuchado música anglosajona toda la vida, y no podríamos hacer otra cosa. No sabes si es cosa de los grupos o de la gente... Todo es un enigma.

–Con todo lo disponible en internet, ¿el público es más exigente o más disperso, inconstante y caprichoso?

–Creo que más lo segundo. Cualquiera puede acceder a la música de cualquiera y nadie quiere ser encasillado en ninguna tribu. La gente es más sibarita, y adopta una postura de “sorpréndeme”. Aunque también hay otro tipo de gente que es capaz de canalizar toda esa información. Pero es verdad que hoy parece que todo el mundo es crítico de música, o escribe, o tiene un blog...

–Los mallorquines tenemos una vinculación muy concreta con Barcelona por cuestiones de proximidad y de idioma común, pero es una relación amor-odio: solemos criticar la modernidad a cualquier precio, la frialdad de los nativos y que es una ciudad muy dura a nivel profesional, que puede llegar a hacerte sentir expulsado. ¿Cómo te ha tratado Barcelona?

–Si después de siete años sigo aquí, supongo que bien. Aunque sigo muy apegado a Galicia. En Barcelona he dado con gente de muchos tipos, y es aquí donde me hice como persona.

CatPeople: Love battle