El titular podría ser directo y muy claro: Daniel Soler (Barcelona, 1960) la lió parda. Durante los años en que vivió en Palma montó el combo Daniel Higiénico & la Quartet del Banyo Band, cuyos directos son recordados como uno de los mejores espectáculos habidos en los escenarios mallorquines durante la década de los noventa. Recorrió exhaustivamente toda la isla, y fama y demanda provocaron el salto a la península. El grupo fue altavoz para el gran talento de un polifacético artista que quería ser cantante, compositor, actor, monologuista, payaso y más. Su habilidad para las canciones pegadizas y, sobre todo, sus letras tan humorísticas como realistas, crearon una enorme base de fans por toda la península.

La carrera de Soler ha continuado sólidamente con discos en solitario y unos shows de gran éxito popular con los que recorre sin descanso todo el país. Su nuevo montaje, El club de los 6.000 millones, colmará a su ejército de seguidores por doble motivo: por la grata noticia que es la edición de material nuevo y porque incluye versiones de algunos de sus venerados clásicos.

-¿Entrevisto a un cantante, a un humorista, a un actor, a un escritor, un cuentacuentos…?

-No lo sé ni yo. Cada vez más me siento actor. Depende de la actuación y del día, del espacio, del público, de lo que me transmite...

-¿Qué es “El club de los 6.000 millones”?

-Un espectáculo con las canciones del último disco, en las que hay influencia del blues, de Nueva Orleáns… Y también una parodia de la figura del crooner. Voy acompañado de un extraordinario pianista, David Sam, especialista en jams, a quien seguro que va a llamar algún grande.

-¿Hay entonces menos teatralidad y más música?

-Al principio podría parecer que sí, pero no lo es tanto. Siempre me ha gustado que los buenos músicos que me acompañan transmitan y se suelten. Es un lujo, como cuando tocaba con Toni Pastor [en la Quartet del Banyo Band].

-Versionas algunas canciones tus discos anteriores. ¿Por qué estas y no otras?

-Te pones a buscar, a probar de mil maneras y diría que salen por sí solas.

-Te lo pregunto de otra manera: ¿por qué estas y no algunas de las muchas otras que tanto te piden?

-¡Es verdad que tengo un repertorio muy variado! Tengo tantas que, de hecho, estoy pensando si hacer otro espectáculo del mismo tipo, versionando mis propias canciones.

-En todas las ciudades la respuesta es siempre la misma: “¡Claro que le conozco! Es ese tío tan gracioso que hace esas canciones tan pegadizas y con esas letras tan buenas”. ¿Sigues triunfando sin que nadie se entere?

-No me puedo quejar: llevo 22 años viviendo de la música. A ver si esto acaba de explotar… Se supone que hoy día es más fácil comunicarse y transmitir, pero al haber tanta oferta es más difícil destacar.

-Hay auténticos devotos de tus letras. ¿Te parece correcto afirmar que éstas han evolucionado de lo poético al neorrealismo?

-Podría ser… Lo cómico, lo paródico siempre funciona mejor. La verdad es que estoy especialmente satisfecho de las letras de los dos últimos discos, a pesar de que a priori existía el problema de que eran historias muy dispares. Mi objetivo sigue siendo reírme pero hablando en serio. Y escribir mejor.

-Todos dicen: hace un humor muy inteligente. ¿Te importa darme la fórmula de cómo se hace?

-No hay fórmula. Funciona por instinto. Se puede buscar darle la vuelta para que parezca inteligente. Somos manipuladores del lenguaje, y todo aquel que escribe tiene todo el tiempo del mundo para trabajar esa manipulación.

-¿Vas del detalle a la historia o al revés?

-De las dos maneras. A veces una imagen o una frase me sugieren una historia, pero a veces me propongo contar el primer día de vuelta al trabajo de un camarero y busco cómo contarla.

-¿Eres gracioso, sarcástico e irónico todo el día?

-No, nada. Soy bastante soso. Hago reír, pero no me siento cómico. No sólo me gusta hacer reír.

-¿Has escrito canciones estando de mal humor?

-Sí, y a veces te ayuda a quitártelo.

-¿Es cierto que decidiste disolver la Quartet de Banyo Band tras un cursillo de teatro con Leo Bassi?

-No del todo. No recuerdo si fue antes o después, o si ya tenía en mente hacer algo diferente. Hacer el cursillo me animó a hacer espectáculos yo solo. Me gusta mucho hacer monólogos. También sucedía que la compañía no apostó mucho por el disco de entonces, yo quería irme a vivir a Barcelona…

-El payaso italiano siempre juega al límite. ¿Te has planteado incorporar esa radicalidad a tus montajes?

-No. Él tiene una potencia corporal enorme, interactúa mucho con el público… Yo quiero provocar con lo que digo y que la gente disfrute. Si la canción pide un disfraz claro que me lo pongo…

-Pero no vas a salir al escenario vestido de Papa [Bassi lo hizo en su espectáculo La revelación

-…hombre, tal vez si…

-¿Has intentado dar el salto a la televisión?

-No sirvo para la tele. En directo sí, como cuando salí en el programa de Buenafuente, pero el playback no se me da nada bien.

-Un guionista del medio me dijo que en España no se puede hacer una parodia de la televisión porque ésta ya es una parodia.

-Es una buena definición. Aunque no se puede ser muy idealista porque te puedes quedar por el camino. Hay cosas que no he hecho por idealismo y tal vez he perdido opciones interesantes, pero he conseguido tener mi propia compañía, mis discos y mi universo propio. Y es algo que hay que cuidar con mimo porque es muy frágil.

-Sabrás que han cerrado el Bar Sombra.

-Sí, me enteré hace ya tiempo.

-¿Qué pierde Palma sin él?

-Un bar mágico. Los espacios tienen su vida propia. Yo vivía al lado, trabajé en él, en su sótano di mi primer concierto…

-Retomando una idea del principio de la entrevista: a alguien con tanta experiencia y que ha tocado tantos palos es imprescindible preguntarle si eres el artista que querías ser.

-Mi plan era vivir de la música. Dejé mi trabajo en un taller en la calle Aragón, y el segundo disco se tituló El poder de flipar, parte 1 porque sabía que haría otro.

-¿Ha habido una burbuja cultural: exceso de oferta, cachés excesivos, exceso de grandes infraestructuras…?

-Todos somos cómplices de lo que está pasando. A mí me llamaba la atención que ayuntamientos pagaran pastones inconmensurables por llenar la plaza del pueblo, cuando con ese dinero podrían montar cinco conciertos con grupos buenísimos. Las fiestas del pueblo no son un mercado, y hay mil posibilidades: payasos, malabaristas, etc.

-¿Huelga la huelga?

-Ayer [por la jornada de huelga del jueves] fui a dar una vuelta, y estando apoyado en una pared, simplemente mirando, vino un policía y de un porrazo me rompió el móvil. La policía se porta como los perros que llevan a las ovejas. Yo no quemaré contenedores, pero creo que está bien demostrar la rabia de vez en cuando y de alguna manera.

Trailer del espectáculo músico-teatral El club de los 6000 millones: