'El tercer hombre': la Viena eterna, alternativa y contracultural

«El tercer hombre», setenta y cinco años después, sigue siendo una obra maestra

El tercer hombre: la Viena eterna, alternativa y contracultural

El tercer hombre: la Viena eterna, alternativa y contracultural / DM

El próximo 1 de septiembre se cumplirán 75 años del estreno en el Ritz Cinema de Hastings (Reino Unido) del film The Third Man (El tercer hombre), obra maestra del cine negro y de la cinematografía de todos los tiempos. Aparte de título indispensable para cinéfilos, el film constituye un valioso retrato de Viena, ciudad en que se desarrolla la trama, retratando la dura posguerra de una ciudad destruida y ocupada después de la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1955.

Desde su estreno en 1949 el film ha alcanzado un grado de identificación con la ciudad excepcional, nada fácil en un lugar saturado de referentes artísticos y culturales; máxime al ofrecer una visión gris y decadente de la ciudad, acorde con un estado de ánimo opuesto al añejo esplendor político y cultural de la capital imperial. Pero aun situándose en las antípodas de un relato dominante acentuadamente estereotipado —potenciado por factores como el Concierto de Año Nuevo y la gentrificación turística, entre otros—, en que predomina la Viena como esplendorosa capital de la cultura europea, la descarnada óptica del film se mantiene en la iconografía local como un verso suelto, inclasificable pero indisociable de la ciudad, y es hoy su referente más reconocible en el séptimo arte.

The Third Man ostenta la categoría de referente cinematográfico por la conjunción de diversos factores afortunados. La interpretación de sus protagonistas: Joseph Cotten, Alida Valli, Trevor Howard y sobre todo Orson Welles, en uno de sus papeles más carismáticos, son insuperables. Tampoco se entendería el film sin la excepcional fotografía en blanco y negro con tintes expresionistas de Robert Krasker. Sin obviar el argumento de Graham Greene, que contrariamente a lo habitual escribió primero el guión y la novela al año siguiente, también con éxito. Tampoco olvidemos a su director: Carol Reed, en uno de sus mejores trabajos, si no el mejor. Y, naturalmente, la banda sonora de Anton Karas, hasta tal punto que el film fue conocido también como «la película de la cítara».

Este cóctel de talento individual propició una obra magistral y de gran éxito internacional. No obstante, llama la atención que calara tan hondo en el subconsciente colectivo pese a ser una producción extranjera, escapar del relato «oficial» y que tantos rincones de la ciudad sean reconocibles por su vínculo con la película. Aún es inevitable hablar del Prater o la Noria sin hacer referencia a su presencia en el film; pero además, a posteriori, han surgido nuevos referentes que la confirman como más que una película.

El más destacado es el Dritte Mann Museum (Museo del Tercer Hombre), ubicado en la Pressgasse, 25, no muy lejos de la Ópera y el Musikverein. Se inauguró en 2005 con una superficie de más de 400 m2 y 16 salas, impulsado por el coleccionista Gerhard Strassgschwandtner y la guía turística Karin Höfler, quien concibió y diseñó el espacio. Su fondo consta de más de 3.000 objetos originales, procedentes de más de 20 países y ampliado con materiales de otros coleccionistas. Así, dispone de más de 400 grabaciones del tema del film, guiones originales, cámaras utilizadas en el rodaje de exteriores, cartelería, proyectores, sala de proyecciones con un proyector de época y la cítara de Anton Karas, entre muchos otros objetos. Con este espacio monográfico sus impulsores pretendían ofrecer «una visión de la vida de los vieneses en los años posteriores a la guerra: casas bombardeadas, penurias omnipresentes y la incertidumbre durante la ocupación», visión lejana de los estereotipos sobre la ciudad y también más auténtica.

Capítulo especial merece Sievering, barrio indisociable del músico Anton Karas, único autóctono del elenco mencionado. Su incorporación fue casual cuando Carol Reed buscaba exteriores para la filmación y recaló en la Heurige Martinkovits, taberna donde casualmente escuchó a Karas y su cítara. Gracias al éxito del film, salió del anonimato (e incluso la pobreza) e inició una triunfante carrera como concertista de alcance mundial, más los ingresos en ventas de discos y derechos de autor. Todo ello le permitió abrir en Sievering una Heurige (taberna típica vienesa): la Weinschenke Zum Dritten Mann (Vinatería del Tercer Hombre), que pronto se convirtió en local de moda y reclamo de estrellas internacionales.

Regentada por él mismo en 1953, funcionó hasta su jubilación en 1966. Estaba decorada con alusiones al film y su principal atractivo, cómo no, eran sus recitales de cítara, aunque siempre manifestó que prefería locales más sencillos y actuar ante un público corriente. El edificio aún existe en la Sieveringer Strasse, 173; aunque no es visitable, ya que funciona como vivienda particular. Aparte de la taberna, Karas es recordado en Sievering con una plaza que lleva su nombre y su tumba es una de las más visitadas del cementerio local.

Podríamos seguir con otros lugares. El portal de la Schreyvogelgasse, 8, donde surgiendo de la penumbra hace su aparición Orson Welles como carismático villano; el Cementerio Central, escenario de los momentos finales del film; el Café Mozart, en la Albertinaplatz…. Todo ello confirma The Third Man como una de las principales señas de identidad de Viena 75 años después de su estreno, indispensable para cualquier aficionado al cine, Viena y la cultura en general. Referencia partícipe de la cultura de masas, pero con perfil propio, transgresor y hasta contracultural frente a un relato cada vez más turistizado y globalizado que amenaza con reducir Viena a la ciudad de valses palaciegos y los bombones de Sissí.

El próximo 1 de septiembre se cumplirán 75 años del estreno en el Ritz Cinema de Hastings (Reino Unido) del film The Third Man (El tercer hombre), obra maestra del cine negro y de la cinematografía de todos los tiempos. Aparte de título indispensable para cinéfilos, el film constituye un valioso retrato de Viena, ciudad en que se desarrolla la trama, retratando la dura posguerra de una ciudad destruida y ocupada después de la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1955.

Desde su estreno en 1949 el film ha alcanzado un grado de identificación con la ciudad excepcional, nada fácil en un lugar saturado de referentes artísticos y culturales; máxime al ofrecer una visión gris y decadente de la ciudad, acorde con un estado de ánimo opuesto al añejo esplendor político y cultural de la capital imperial. Pero aun situándose en las antípodas de un relato dominante acentuadamente estereotipado —potenciado por factores como el Concierto de Año Nuevo y la gentrificación turística, entre otros—, en que predomina la Viena como esplendorosa capital de la cultura europea, la descarnada óptica del film se mantiene en la iconografía local como un verso suelto, inclasificable pero indisociable de la ciudad, y es hoy su referente más reconocible en el séptimo arte.

The Third Man ostenta la categoría de referente cinematográfico por la conjunción de diversos factores afortunados. La interpretación de sus protagonistas: Joseph Cotten, Alida Valli, Trevor Howard y sobre todo Orson Welles, en uno de sus papeles más carismáticos, son insuperables. Tampoco se entendería el film sin la excepcional fotografía en blanco y negro con tintes expresionistas de Robert Krasker. Sin obviar el argumento de Graham Greene, que contrariamente a lo habitual escribió primero el guión y la novela al año siguiente, también con éxito. Tampoco olvidemos a su director: Carol Reed, en uno de sus mejores trabajos, si no el mejor. Y, naturalmente, la banda sonora de Anton Karas, hasta tal punto que el film fue conocido también como «la película de la cítara».

Este cóctel de talento individual propició una obra magistral y de gran éxito internacional. No obstante, llama la atención que calara tan hondo en el subconsciente colectivo pese a ser una producción extranjera, escapar del relato «oficial» y que tantos rincones de la ciudad sean reconocibles por su vínculo con la película. Aún es inevitable hablar del Prater o la Noria sin hacer referencia a su presencia en el film; pero además, a posteriori, han surgido nuevos referentes que la confirman como más que una película.

El más destacado es el Dritte Mann Museum (Museo del Tercer Hombre), ubicado en la Pressgasse, 25, no muy lejos de la Ópera y el Musikverein. Se inauguró en 2005 con una superficie de más de 400 m2 y 16 salas, impulsado por el coleccionista Gerhard Strassgschwandtner y la guía turística Karin Höfler, quien concibió y diseñó el espacio. Su fondo consta de más de 3.000 objetos originales, procedentes de más de 20 países y ampliado con materiales de otros coleccionistas. Así, dispone de más de 400 grabaciones del tema del film, guiones originales, cámaras utilizadas en el rodaje de exteriores, cartelería, proyectores, sala de proyecciones con un proyector de época y la cítara de Anton Karas, entre muchos otros objetos. Con este espacio monográfico sus impulsores pretendían ofrecer «una visión de la vida de los vieneses en los años posteriores a la guerra: casas bombardeadas, penurias omnipresentes y la incertidumbre durante la ocupación», visión lejana de los estereotipos sobre la ciudad y también más auténtica.

Capítulo especial merece Sievering, barrio indisociable del músico Anton Karas, único autóctono del elenco mencionado. Su incorporación fue casual cuando Carol Reed buscaba exteriores para la filmación y recaló en la Heurige Martinkovits, taberna donde casualmente escuchó a Karas y su cítara. Gracias al éxito del film, salió del anonimato (e incluso la pobreza) e inició una triunfante carrera como concertista de alcance mundial, más los ingresos en ventas de discos y derechos de autor. Todo ello le permitió abrir en Sievering una Heurige (taberna típica vienesa): la Weinschenke Zum Dritten Mann (Vinatería del Tercer Hombre), que pronto se convirtió en local de moda y reclamo de estrellas internacionales.

Regentada por él mismo en 1953, funcionó hasta su jubilación en 1966. Estaba decorada con alusiones al film y su principal atractivo, cómo no, eran sus recitales de cítara, aunque siempre manifestó que prefería locales más sencillos y actuar ante un público corriente. El edificio aún existe en la Sieveringer Strasse, 173; aunque no es visitable, ya que funciona como vivienda particular. Aparte de la taberna, Karas es recordado en Sievering con una plaza que lleva su nombre y su tumba es una de las más visitadas del cementerio local.

Podríamos seguir con otros lugares. El portal de la Schreyvogelgasse, 8, donde surgiendo de la penumbra hace su aparición Orson Welles como carismático villano; el Cementerio Central, escenario de los momentos finales del film; el Café Mozart, en la Albertinaplatz…. Todo ello confirma The Third Man como una de las principales señas de identidad de Viena 75 años después de su estreno, indispensable para cualquier aficionado al cine, Viena y la cultura en general. Referencia partícipe de la cultura de masas, pero con perfil propio, transgresor y hasta contracultural frente a un relato cada vez más turistizado y globalizado que amenaza con reducir Viena a la ciudad de valses palaciegos y los bombones de Sissí.

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