Pedalea y vencerás

La bicicleta es un símbolo, funciona con el corazón y transforma la movilidad en las ciudades. Su uso tiene más ventajas físicas y mentales de las que habitualmente le otorgamos

Dani Cabezas

Dani Cabezas / Twitter

Marc Masmiquel Mendiara

Marc Masmiquel Mendiara

En 1999, los psicólogos David Allan Dunning y Justin S. Kruger documentaron un sesgo cognitivo que nos afecta: cómo valoramos nuestras capacidades. Descubrieron que las personas con competencias limitadas tienden a sobrevalorar sus propias capacidades, mientras que las personas con competencias muy desarrolladas, por el contrario, tienden a infravalorarlas. Este comportamiento de infravalorarse los más competentes (en razonamiento lógico, gramática, habilidades sociales, medicina, conducción, memoria espacial, ingeniería, inteligencia aplicada) y supervalorarse los menos capaces tiene consecuencias desastrosas.

Dicho de otro modo, siendo seres sociales, en nuestra tribu los aparentemente más seguros de sí mismos, manifiestan el efecto Dunning-Kruger. Y con las bicis pasa algo similar. Quizá para algunos es obvio, lo ignoro. Lo que sí parece obvio es que las bicicletas no se mueven solas, necesitan fuerza de pedaleo. Y que esta humilde máquina inventada hace 200 años por el germano Karl Von Drais sigue siendo vista como un sistema de movilidad “menor”. El Dunning-Kruger actúa en esta perspectiva, pues la silenciosa bici es una herramienta de lucha contra el cambio climático, es transporte limpio y eficiente, saludable y gratuito. Te hace amable, te desplaza y te mantiene despierto de un modo especial. Las bicicletas son máquinas perfectas, se mueve con el corazón. Cuesta esfuerzo y movimiento, puede ser. Hay riesgo de caerse, quizá, pero menor. Sus ventajas superan a sus riesgos, como dijo Louise Madeira: “Adoro la ambivalencia poética de una cicatriz, que tiene dos mensajes: aquí dolió, aquí sanó”.

El libro que os recomiendo está escrito por Dani Cabezas, un ensayo sobre la bicicleta como medio de transporte, como solución eficaz para problemas de contaminación, tráfico y salud. Comienza con su historia, desde su invención en el siglo XIX hasta su auge actual. La bici avanza sin huella de carbono en su uso, es la herramienta que puede sanar ciudades y cuerpos sedentarios. Analiza los mil beneficios para las ciudades: reduce el tráfico, ya que los ciclistas ocupan menos espacio que los coches, y esto mejora la calidad del aire y la contaminación acústica. Necesitamos espacios más humanos y amables. Las calles con más ciclistas son más seguras y agradables para pasear o ir de compras, no es una opinión, es estadística e indicadores objetivos. Recordemos el elogio de la bicicleta del sagaz Ivan Illich: «El americano típico consagra más de 1.500 horas por año a su automóvil: sentado dentro de él, en marcha o parado, trabajando para pagarlo, para pagar la gasolina, las llantas, los peajes, el seguro, las infracciones y los impuestos (…) Estas 1.500 horas le sirven para recorrer unos 10.000 kilómetros al año, lo que significa que se desplaza a una velocidad de 6 kilómetros por hora»,

El libro observa los retos que debe superar la bicicleta para convertirse en un medio de transporte más habitual, algo que en el caso de Palma está meridianamente claro, carriles bici segregados. Entre estos retos se encuentran la falta de infraestructuras adecuadas, la inseguridad vial y la resistencia de algunos sectores de la población. Hay un bulo de muchos conductores y ciudadanos que nunca han usado de modo regular la bici: y es que los ciclistas no respetamos esto o lo otro, y bla bla. No entraré en eso, pues contra argumentar el efecto Dunning-Kruger en los que ya tienen veredicto para los ciclistas sería robarle tiempo a usted sabio lector. Demonizar no ayuda a nadie. La revolución silenciosa es un libro a pedales, ágil y fresco, que ayuda a comprender el papel trasformador de la bicicleta en el siglo XXI. Mueve tu corazón, pedalea, transforma tu ciudad desde hoy.

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