Relatos de lo insólito

Tocornal nos hace, con sus historias, recorrer el mundo

Antonio Tocornal.

Antonio Tocornal. / RSX

Aránzazu Miró

Aránzazu Miró

Tras cuatro novelas, Antonio Tocornal presenta en la editorial mallorquina Sloper una colección de relatos. “Cadillac Ranch” es el nombre del primero, también el más extenso, que da título al volumen. Quince relatos que en realidad son catorce más un bonus track que funciona como excelente gracieta final. Negros literarios se titula, y no desvelaré nada, aunque se intuya. Una divertida broma que funciona como magnífico broche para esta selección de cuentos en los que siempre subyace el humor.

Cuesta situar esta recopilación; en realidad no se puede, porque Tocornal nos hace, con sus historias, recorrer el mundo. Parte de la Ruta 66 en que se encuentra esa obra de arte, esa excentricidad para otros, esos diez cadillac enterrados en la arena en Amarillo, Texas, que instaló el grupo de arquitectos denominado Ant Farm. Lo insólito del viaje hacia ese monumento al sueño americano es convertirlo en un «viaje absurdo hacia ningún lado», que bien puede ser la muerte, destino despreocupado de muchas de estas narraciones. Volveremos a América con el último de los relatos, aunque en esta ocasión nos traslada al Caribe para sobrepasar en su surrealismo aquel realismo mágico de la región.

Esos son los dos relatos más extensos; entre uno y otro, Antonio Tocornal nos lleva de aquí para allá situándonos siempre ante ese punto de desconcierto que la vida tiene. Lo insólito es el hilo conductor, y lo es mostrando esa sensación de que la verdad está escondida en la fisura, o de que pasamos por sobre las cosas sin captarlas.

Hay dos elementos muy importantes: el primero es el narrador siempre en primera persona. Son muy diferentes perfiles a los que confiere voces propias que nos explican eso insólito que ha ocurrido, de manera minuciosa y depurada. El segundo es el desapego hacia la muerte, tratada con aceptación no carente de angustia; porque hay mucha angustia existencial en estas narraciones, bastante soledad y algo de indolencia que permite analizar esa fisura a la que nos hemos referido con la conciencia del autor: «Soy escritor, y siempre estoy buscando, entre la realidad, materia prima para escribir una historia de ficción».

Así define su trabajo en “Lo insólito”. A pesar de la virulencia de la anécdota −ni más ni menos que la eutanasia−, consigue que concluyamos nuestra lectura con una sonrisa. Ese relato, que es un añadido metaliterario al propio libro −juego literario muy tocornaliano− está redactado como para un curso de escritura creativa sobre el elemento «insólito». Todo consiste en encontrar «la mutación que transforma en literatura un episodio de la vida real». Ahí está Antonio Tocornal en su esencia: escribiéndose y desentrañándose a sí mismo.

Podrán unos relatos gustar más que otros; a mí me ocurre con estas narraciones e incluso con sus novelas, pero no es posible dejar de admitir el trabajo de precisión que hace con las palabras y las estructuras.

Suscríbete para seguir leyendo