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Árbitras de baloncesto sin adjetivos

La mujer se abre paso en el mundo del arbitraje con un importante incremento de las licencias en Mallorca, donde se ha duplicado su número con catorce colegiadas

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Árbitras de baloncesto sin adjetivos

El deporte dejó de ser desde hace tiempo una exclusividad masculina, sea la disciplina que sea, rompiéndose muchos estereotipos sexistas y barreras ancladas en el pasado. El arbitraje no ha quedado exento ni atrás en este necesario progreso hacia la igualdad de género y de cada vez son más las mujeres árbitro. Ahora ver a una mujer en un terreno de juego o un pabellón impartiendo justicia en un encuentro deja de ser una rareza y una circunstancia insólita para el público y los jugadores y entrenadores presentes. Esa notoriedad de las mujeres en este plano es una buena noticia, y máxime en un mundo que sigue dominado, aunque menos, por la figura del hombre. Con féminas dirigiendo partidos en la Liga de Campeones de fútbol y en la NBA y ACB en baloncesto, Baleares tampoco ha quedado exenta de esta explosión de nuevas árbitras y ha duplicado el número de las que había antes de la pandemia.

«De apenas tener presencia y que su cuota fuera testimonial, en la temporada 2017-18 ya se notó un incremento notable en Mallorca con siete colegiadas en categoría insular, pero el gran incremento ha sido ahora. En esta campaña ya tenemos catorce licencias y todavía faltan dos más por darse de alta al acabar su formación. Es el doble de lo que había», señala muy satisfecho David Costa, director de la Escuela de Árbitros y Oficiales de mesa de la Federació de Bàsquet de les Illes Balears (FBIB).

Ha sido en las últimas dos temporadas, a excepción del periodo de la pandemia, cuando se ha dado este gran salto y, lo más importante, que se está creando escuela y germen para las futuras generaciones. Del último curso realizado en el pasado mes de septiembre han debutado cuatro nuevas colegiadas. Este notable aumento representa prácticamente un 25 por ciento de los 60 colegiados que hay en Mallorca en la presente temporada. Además, dos de ellas están dirigiendo partidos como árbitros del grupo 3 de la FEB (EBA y LF2), Susana Gallego y Laura Reus. Esta última lo es desde hace tres temporadas y fue la primera colegiada en actuar en las categorías de la Federación Española de Baloncesto.

«Animaría a todo el mundo a probarlo, que olviden el miedo y los prejuicios de que esto es una cosa de hombres porque cada vez hay más mujeres arbitrando. Nos apoyamos un montón y lo pasamos muy bien. Esto es muy sano», señala una de las árbitras veteranas, Susana Gallego, que añade: «El hecho de ser mujer para mí no significa nada porque en la pista me siento igual que mi compañero, uno más. No he notado ninguna diferencia por ser chica. Al final somos dos árbitros que pitamos un partido de baloncesto».

En la actualidad en Balears hay 18 colegiadas, 14 en Mallorca, dos en Menorca y dos en Eivissa y Formentera. Las jueces entrevistadas en este reportaje subrayan que «somos árbitras de baloncesto, sin adjetivos» y tienen claro que si durante un partido se les protesta «no es por ser mujer, sino por ser colegiada».

«Este incremento se debe principalmente a la promoción que, desde diferentes instituciones, medios y las propias federaciones, se le da. Se visualiza más y mejor a la mujer, y que ha perdido el miedo a sentirse inferior o peor tratada», indica Costa, que resalta el papel en esta faceta del presidente federativo Juanjo Talens y del estamento arbitral, Esteve Portell.

«Hemos notado el sentido de la responsabilidad que tiene la mujer y en la mayoría de los casos destila actitud y ganas por mejorar. Además, en el momento que pisan una pista de baloncesto les engancha y apasiona el actuar como árbitras. Desde el Comité de Árbitros también se impulsa que las que tienen más categoría y experiencia participen dentro del organigrama de técnicos, realizando informes y trabajo directo en la pista con los nuevos árbitros que están dentro del grupo de trabajo de la Escuela de Árbitros», explica David Costa.

«Para mí es muy importante ver este auge. Éramos cuatro y ahora somos muchas. Esto se va fomentando y no nos quedamos estancadas», manifiesta Laura Reus, que es una de las pioneras: «Al principio era extraño porque antes no se veían mujeres arbitrando. Ahora ya soy una más tras el paso del tiempo. Al principio tuve algún problema y no negaré que fue muy duro para mí. Ser árbitra no estaba bien visto y ahora menos mal que se está normalizando. Muy contenta de ello».

La mayoría de las árbitras han sido jugadoras y oficiales de mesa antes de ejercer de colegiadas. Una de ellas es Marta Seguí que tras estar en la mesa diez años ahora lleva cinco de colegiada. «Me apunté un poco de casualidad, buscando un trabajo de fin de semana, primero como oficial de mesa y luego me convencieron para ser árbitro. No estaba muy convencida. Enganché enseguida y aquí sigo», señala, y añade: «Es una visión diferente, como persona te aporta muchas cosas, sobre todo a tu personalidad: confianza, autocrítica y te hace más fuerte ante situaciones de la vida. Como persona te cambia bastante».

Para esta árbitra es muy positivo este aumento de la cuota femenina: «Ha sido contagioso y es importante que nos vayan viendo para contagiar a más gente. Animo a las chicas a que lo prueben. Desde fuera parece de una forma, pero al estar dentro es totalmente diferente, aporta numerosas cosas positivas».

Irene Trenzano lleva apenas dos semanas arbitrando, es de las nuevas. «Tras cinco años de mesa decidí ser árbitro. Llevo dos semanas, hay mucho cambio, pero me gusta mucho. En la pista es totalmente diferente, con más adrenalina y disfrutas de una manera diferente», dice.

Trenzano fue jugadora y reconoce que veía al árbitro «con mucho respeto» y que era gente que «no se podía ni tocar y casi inhumanos». «Una vez que estamos dentro, lo ves de otra manera, una gran familia», recalca.

Esta joven árbitra, que anima a la gente a que «entren en este mundo para disfrutar del baloncesto de una manera totalmente diferente», señala que como mujer, en la pista, «sí tuve algún problema pero a día de hoy no, todo muy bien».

Caterina Chacopino es un caso especial, juega, es entrenadora y arbitra. «Siempre he estado muy relacionada con el mundo del baloncesto. Las sensaciones de estar en la otra parte de la cancha son muy diferentes, disfrutas igualmente. Disfruto igualmente arbitrando que jugando», relata.

Chacopino admite que la circunstancia de haber sido jugadora es beneficioso para pitar. «Sí, lo noto. Cuando estoy jugando nunca me he quejado, pero ahora me doy cuenta de lo difícil que es la figura arbitral. Jugando hago menos ilegalidades y me doy cuenta de las otras que se producen en la pista cuando soy jugadora. Ayudo a mi equipo explicando a mis compañeras las decisiones arbitrales», manifiesta, y subraya: «Mis padres están muy contentos que arbitre ya que ven que disfruto con ello». Empezó a los 14 años de oficial de mesa y a los 15 ya ejerce de árbitro.

Laura Caracena es otra colegiada nueva y que también ha sido jugadora y entrenadora. «Tuve la curiosidad de empezar. Fui mesa y probé el arbitraje y me siento muy cómoda en la pista. Es totalmente diferente, ves el baloncesto desde otro punto de vista. Es fantástico», comenta.

En la actualidad Caracena dirige un equipo infantil en el club sa Indioteria. «Ver el baloncesto como entrenadora o árbitro es una visión diferente. Como árbitro no miras tanto la pelota, miras a los jugadores. Y una circunstancia sí que la considero importante, el haber jugado hace que entiendas más algunas acciones y ayuda a la hora de pitar. Para mí los árbitros que no han sido jugadores tienen mucho mérito porque empiezan desde cero», indica. 

Sus padres asegura que «se extrañaron un poco al decirles que quería pitar, pero se lo tomaron bien al saber que me encanta el baloncesto. ‘Ya no te falta nada’, me dijeron. Me han venido a ver como jugadora y ahora también vienen a verme como árbitro».

Para la ya veterana Susana Gallego, que está como Laura Reus en categoría nacional, es más fácil pitar un encuentro de categoría superior que de base. «A medida que sube el nivel, más fácil es arbitrar. Los jugadores juegan mejor, hay más técnica y entienden más las cosas. A priori tiene que ser más fácil arbitrar, aunque los errores se perdonan menos», argumenta, y explica: «A veces se puede ser más tolerante con una categoría base de iniciación que no con una profesional. En una de base puede ser comprensible no pitar unos pasos porque el niño empieza a jugar, pero en un EBA sí tienen que pitarse, por ejemplo».

«Me inicié como anotadora de mesa gracias a dos amigas, estuve un par de años y hace cuatro años di el salto a la pista», explica Gallego. «El cambio no me resultó tan drástico porque estaba acostumbrada a ver muchos partidos. Las sensaciones fueron muy buenas desde el principio, por eso me enganché», relata.

Esta árbitra, que fue de las primeras en la última década en pitar, se muestra muy satisfecha por el aumento de colegiadas. «Estoy muy feliz. Al empezar a arbitrar era la única de Baleares que pitaba. Después sí que es verdad que poco a poco empezaron más. Lo importante es que estamos abriendo camino para que nuevas generaciones se inicien en este mundo. En la última época la primera fui yo, luego Laura, Marta, Sara...», dice.

Una colegiada que reconoce que al saber sus padres que quería arbitrar «me dijeron que si estaba loca, si estaba segura de lo que quería hacer, aunque al final me han apoyado mucho». «Si hago partidos por la tele enseguida me envían mensajes de que me están viendo o guardan los recortes de periódicos en los que salgo», desvela.

Por último, Susana Gallego señala que en un partido «los chicos respetan más el arbitraje, las chicas se toman demasiada confianza. ‘¡Ey, tía!’ No soy tu tía, les contesto enseguida. En los chicos hay más respeto», concluye.

La trayectoria del arbitraje femenino es la adecuada, aunque resta aún mucho camino por hacer. Hay que superar en ocasiones la presión social, la persistencia de estereotipos sexistas, la falta de referentes y, en muchas ocasiones, la incompatibilidad con el trabajo y estudios.

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