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Deportes

Apasionados por un escudo

El amor por el Mallorca, Baleares, Palma Futsal y B the Travel Brand marca la vida de estos orgullosos aficionados, fieles a sus colores sin importar la categoría en la que jueguen

Aficionados del Baleares y del Mallorca posan para este diario en s'Escorxador de Palma.

"Hay días que el Mallorca ha perdido y no he ido a ningún bar de mi barriada hasta la siguiente semana para que no me chincharan", confiesa con la boca pequeña Pedro García. "Cuando el Racing de Santander nos marcó el tanto fue muy duro porque teníamos la Segunda División muy cerca", reconoce el balearico Pere Joan Cladera. "Lloré cuando perdimos la final para subir a la ACB en Bilbao porque estuvimos muy cerca", admite el socio del B the travel brand Sergi Sastre. "Ver al Palma Futsal entre los mejores viniendo de tan abajo es todo un orgullo", subraya Miquel Febrer Randa.

Estos aficionados viven sus clubes con auténtica pasión, tanto que llega a formar parte de su día a día. Son de los que siempe están atentos a la actualidad, de los que jamás fallan cuando hay partido y de los que siempre presumen de lucir el escudo. Ganen o pierdan, jueguen en la categoría que jueguen. Unos prefieren el fútbol, otros el baloncesto o el fútbol sala, pero todos ellos son los hinchas mallorquines de algunos de los equipos profesionales de la isla. Mejor ir por partes.

"Tengo una foto en la que aparezco con mi hermano y mi padre junto a un Seat 600 en la que tengo dos años y ya llevo la camiseta del Mallorca", asegura Pep Lladó, un nombre menos popular que el de su apodo, Es Berro. La semilla de la pasión por los 'barralets' le germinó de bien pequeño, al igual que a Pedro García, que nació en el barrio de Santa Catalina de Palma hace sesenta y tres años. "Es que allí el 95 por ciento de la gente es del Mallorca y, por supuesto, en mi familia también. Y de niño fui recogepelotas en los partidos del primer equipo", recuerda. Migue Gándara, de veintiocho años, recuerda hasta su primer encuentro en el Lluís Sitjar. "Fui con mi tío a un partido contra la Real Sociedad en mayo de 1998 y me encantó el ambiente. Era un niño, pero desde entonces ya quise ir siempre", subraya.

El amor por unos colores puede nacer desde la cuna, de forma literal. "A los ocho días de vida ya me llevaron al Estadi Balear para un partido del Atlético Baleares y ahora tengo cuarenta y uno y sigo yendo sin faltar", asegura Cladera. "Mi tío es el utillero, mi padre fue el delegado del campo, presidente de la fundación y escribió el himno del Atlético Baleares, lo llevo muy adentro", subraya.

Pep Miquel Guerra, presidente de la peña ATB1942, tiene un recuerdo peculiar de su primera vez como balearico. "Mi primer partido fue un Baleares-Mallorca en el Estadi Balear en el que hubo tortazos por todos lados. Recibió hasta el del marcador y recuerdo a mi padre decir que fueran con cuidado porque iba con un niño, ya que yo tenía cinco años", cuenta con una media sonrisa.

Joan Bonet Viudes, de cuarenta y cinco, tiene una historia diferente a la de los demás. "A mí de pequeño lo que me iba es el antimallorquinismo. Las historias de fútbol con las que he crecido en Santanyí me hicieron desarrollar un sentimiento de rabia hacia el Mallorca. De pequeño fui a verlo, al igual que el Baleares, pero ya fue con el nacimiento de mi hija que empecé a ir al Estadi Balear, después a Magaluf y Son Malferit", comenta.

Son tiempos felices para el mallorquinismo, que en apenas dos años ha pasado de Segunda B a Primera. "Me afectan mucho las derrotas, pero con la edad un poco menos", admite Es Berro, encargado de la Sala Augusta, antes de sincerarse todavía más. "Es triste decirlo, pero el año que me lo he pasado mejor ha sido el de Segunda B. Esto es como ir a una fiesta en un hotel de cinco estrellas, en el que tienes de todo, pero después cuando te lo pasas mejor es en el bar de la esquina con cinco amigos", reflexiona. "Eso sí, el ascenso de este año contra el Deportivo fue muy especial", resalta orgulloso.

El jefe de sala de los mismos cines también apuesta por la nostalgia, por mucho que festeje que su equipo haya regresado a la elite. "En Segunda B lo pasábamos muy bien porque, además, éramos los gallos y ahora en Primera somos unos gatitos", resalta Pedro García, que sonríe cuando Migue Gándara le recuerda cómo han vuelto a la elite del fútbol español. "Aquel gol de Abdón, la invasión al campo de Son Moix tras el pitido final, eso es inolvidable", añade este diseñador gráfico y de páginas web.

Los tres viven su amor por el Mallorca de una forma muy peculiar y no dudan en disfrazarse cada semana aprovechando algún tema de actualidad del club, deslizando críticas también, o como homenaje a algún futbolista de la plantilla. "Recuerdo una vez ir cuatro o cinco de la peña vestidos de bailarina, con un tutú rosa y con una pancarta que decía: 'Si esto es una directiva seria nosotros somos el ballet de Moscú'. Y así cada semana que jugamos hacemos locuras de este tipo", cuenta entre risas Lladó. "Animamos, pero somos más de hacer la fiesta entre nosotros", aclara Gándara.

Es Berro recupera la palabra porque no se resiste a contar una anécdota más. "Mi hija estaba en las fiestas de Sant Joan en Ciutadella con amigos, regresó solo para ver el partido contra el Dépor, a pesar de que algún amigo se echó atrás por el 2-0 de la ida, y después volvió a Ciutadella para seguir la fiesta. Está más loca que yo, pero por el Mallorca lo que sea", agrega.

García se pone serio por un momento. "Hasta he llevado un cirio a La Sang cuando ha hecho falta", desvela. El Mallorca es intocable en sus vidas. Por eso cuando tienen que recordar un momento duro, lo tienen claro. "Lo peor es la directiva que nos hizo tanto daño con los Cerdà, Serra, Claassen y compañía porque puedes estar en Segunda B, pero eso fue peor", asegura.

Los balearicos, por su parte, vuelven a vivir la ilusión de que el club alcance la Liga de Fútbol Profesional. "Ahora tenemos un juguete nuevo con el Estadi Balear, este año todavía apetece mucho más ir a ver al equipo", señala Cladera, que es de los que necesita estar al día de lo que le sucede a su equipo. "El café de la mañana con el diario es fundamental para estar informado", comenta este director de una sucursal bancaria de cuarenta y un años.

Pep Miquel Guerra, que tiene cincuenta, explica que apoyar a los blanquiazules es una forma de vida. "Con los de la peña nos pegamos un buen desayuno antes de cada partido en el restaurante Can Blau, ya que siempre jugamos los domingos a las 12, y después vamos caminando al estadio. Y después del partido nos dirigimos al local de nuestra peña para comer, que lo hacen muy rico", dice este repartidor de una conocida marca de cerveza.

El caso de Joan Viudes es diferente. "El Baleares es una excusa para hacer algo en familia. Al vivir en Santanyí, aprovechamos el hecho de ir a Palma para el partido para después ir a comer a algún sitio y así pasamos el domingo", afirma. "Y los viajes que he hecho últimamente ha sido para verlo. Incluso pedí cinco días de vacaciones en mi trabajo para ir a Melilla en la eliminatoria por el ascenso, pero fue imposible por las malas conexiones en los vuelos ", cuenta resignado este comercial de unos almacenes de material de construcción.

Todos ellos viven con intensidad los encuentros, pero cada uno a su manera. "A mí me gusta verlo tranquilo y sentado, puedes animar de forma puntual, pero soy de los que lo ve tranquilo", indica Cladera. "Yo sí soy de los que anima. Entiendo que haya gente que no lo haga y esto no significa que quieras más o menos al club", apostilla Guerra. "Pues yo siempre acabo afónico", apunta Viudes entre risas.

A los tres les encanta que se les identifique con el sentimiento blanquiazul. "Por mi trabajo saben que soy del Baleares y me suelen dan la enhorabuena por las victorias", reconoce Guerra. "Me identifican como el balearico de Santanyí y es algo que me gusta. Me encuentro a mallorquinistas por el pueblo y me gusta que haya pique", dice Viudes, que admite que le dolió mucho no ascender el pasado verano a Segunda. "Fue muy duro aquel partido contra el Mirandés en Son Malferit", recuerda con tristeza. "Lo tuvimos cerca", insiste Cladera, que considera inolvidable el ascenso a Segunda B en Tudela. "Éramos unos cuatrocientos. Fue precioso y todavía más emotivo porque estaba Ángel Pedraza como entrenador", destaca con cierta nostalgia este hincha que se enorgullece de ser de los que también apoyaba al equipo en la Regional Preferente: "Éramos los que éramos, nos conocíamos todos. Está claro que cuando más arriba estás se pierde un poco la esencia, pero ojalá en el futuro sean todavía muchos más".

La pasión de estos futboleros no tiene nada que envidiar a la de Pedro y Sergi Sastre por el ahora llamado B the travel brand de baloncesto. Son padre e hijo y acudir juntos al Palau d'Esports de Son Moix ya se ha convertido en toda una tradición. "Disfrutamos mucho. Y ahora que el proyecto es tan bueno, todavía más", manifiesta esperanzado el progenitor, de cincuenta y tres años. Su vástago es el que le informa de toda la actualidad del club nacido en la Platja de Palma. "Me cuenta cosas de los rivales y de cómo están nuestros jugadores", detalla. Hace ya varias temporadas que siguen al equipo. "Nos aficionamos por unos amigos que nos invitaron a ir a verlo, era un partido contra el Huesca y nos enganchó. Y desde entonces vamos siempre", explica orgulloso Sergi, de catorce años y que estudia Tercero de la ESO.

Por mucho que tengan palomitas y un refresco de cola en sus respectivas localidades como avituallamiento, ambos son de los que animan. "Por ejemplo, cuando hay que defender, toca ayudar al equipo con gritos", asegura Pedro, albañil de profesión, y que ha vivido las dos caras del deporte de la canasta en las dos últimas temporadas. "Nosotros sentimos los colores", precisa. Por eso estaban en la grada hace dos años cuando el entonces Iberostar Palma evitó el descenso a LEB Plata en la última jornada y también hace seis meses cuando el Iberojet luchó hasta el final por ascender a la ACB. "Lloré por no subir después de perder contra el Bilbao. Soy de los que se mosquea cuando no ganamos, pero es que lo hicimos muy bien y lo tuvimos muy cerca", explica Sergi, que en su clase del colegio La Porciúncula en s'Arenal lamenta que haya más aficionados al fútbol que al baloncesto. "Pero sí hablamos del Palma", se apresura a precisar antes de lanzar un deseo. "Es muy difícil llegar a la ACB, pero con la plantilla que hay es normal ilusionarse", admite esperanzado.

Pedro es más prudente ya que conoce más experiencias anteriores. "Por supuesto que tenemos muchas ganas de subir, pero tengo miedo que pase lo del Menorca Bàsquet y que en un año malo económico el club pueda desaparecer. La realidad es que siempre dependemos de patrocinadores", reflexiona antes de lanzar un mensaje de fidelidad al actual B the travel brand Mallorca: "Si siempre estamos en la LEB Oro seguiremos yendo igual porque nos gusta y lo pasamos bien". Esa es la clave de todo.

Es el mismo caso de Miquel Febrer Randa y su familia. El Palma Futsal se ha convertido en un miembro más de ella después de más de una década de lealtad a los colores verde pistacho. "Un día me dieron entradas para ver al entonces Fisiomedia Manacor y quedé prendado del fútbol sala. El fútbol me aburría ya que lo consideraba lento y sentí que eso me gustaba mucho más porque, además, había muchos menos insultos y la gente se dedicaba a apoyar más a los suyos", cuenta.

Randa, de cuarenta y cinco años, ha animado al equipo que preside Miquel Jaume desde que jugaba en el pabellón Miquel Àngel Nadal de Manacor. "También fui la temporada en el Palau de Inca, en el Palma Arena y en Son Moix. He vivido dos ascensos y hasta he llegado a ver a José Tirado de jugador", recuerda con una sonrisa acerca del director deportivo de la entidad, uno de los artífices del éxito del Palma Futsal. Es de los que acude a todos los partidos. "Esto es innegociable", aunque no siempre está acompañado por su mujer Margalida y sus hijos Joan y Caterina. "La niña es la que más va conmigo a ver al equipo. Nos llevamos un buen bocadillo y nos lo comemos al descanso comentando lo que hemos visto. Soy de los que anima cuando toca, aunque no como los ultras, claro", aclara. "Estoy muy contento de ver hasta dónde está llegando el club, con más de tres mil socios y con un nivel deportivo increíble", explica este manacorí, que ha cogido varios aviones para animar al Palma. "Estuve en la final de la Copa del Rey de Sevilla y en Barcelona hace tres años en un partido de Liga, entre otros", rememora. "Incluso en el famoso partido contra el Barcelona en el que al Palma Arena fueron 6.700 espectadores y que ganamos con un golazo de Miguelín a Paco Sedano", detalla apasionado.

Randa sigue la actualidad del equipo a través de los medios y redes sociales. "Así me entero si hay lesionados para el siguiente partido y de lo que dice el entrenador y los jugadores", comenta. No es de los que exige títulos. Trabaja en un campo de golf, pero el Palma Futsal es su pasión. "Y bien orgulloso que estoy de que sea así", finaliza.

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