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La filosofía del máximo aprovechamiento (y III)

Memorias de la cocina

La filosofía del máximo aprovechamiento (y III)

Tuve la fortuna de asistir, el pasado domingo, al pequeño y acogedor teatro de La Fornal donde me emocioné, como tantos otros espectadores, con el monólogo de Las madres presas, una obra autobiográfica de Manuela Ortega con una interpretación sublime de Pilar Martínez. El texto del monólogo era estremecedor y a ratos, poético. Me llamó la atención la descripción minuciosa del hambre y de las argucias utilizadas no solo para sobrevivir, sino también para crear la sugestión de hartazgo.

Era inevitable evocar los años de la posguerra en la isla, donde quizás la vida fuera algo más llevadera que en otras regiones debido a la cercanía del campo y el mar y la agricultura como primera actividad económica, lo que siempre dio un pequeño margen a la supervivencia y a la picaresca.

Estamos olvidando un pasado muy cercano de carencias básicas, resueltas por gente imaginativa con medios que hoy nos parecen más bien literatura de ficción. En la "literatura gastronómica" de la época aparecen muchas recetas que nada tienen de quiméricas: la tortilla de patatas sin huevo ni patatas, el pamboli de soldat o el pa amb fonteta, las sopas de lisa, de salpa o de tortuga de mar, las galletas de refús o las hojas de limonero; ejemplos claros de una cocina de resistencia frente al hambre, y de la creatividad capaz de concebir imitaciones y sucedáneos con los que esperar tiempos mejores.

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