Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Desde Francia

Problemas fonéticos

Problemas fonéticos

Uno de los puntos más difíciles e importantes de estudiar idiomas es, probablemente, la fonética. Es básico para el entendimiento. Pese a que lo que uno diga no tenga lógica alguna, por lo menos decirlo correctamente ya puede sembrar indicios que ayuden al entendimiento del oyente. En mis acercamientos a las diversas lenguas extranjeras que he estudiado siempre me he topado con palabras más o menos complicadas de pronunciar. Del chino recuerdo cómo logré salir del paso optando por hablar rápido y convencido de mí mismo (aunque parezca mentira esto aumentó de forma significativa la comprensión de mis oyentes). De otros idiomas como el ruso simplemente desistí a las pocas semanas del estudio. Sin embargo, si hay una palabra que me haya derrotado por completo, ésa es Arlés. En francés.

He tratado muchas veces de explicar mi visita a Arlés a franceses que he conocido y absolutamente ninguno sabía de esta ciudad de 50.000 habitantes. No es normal, me decía yo. Imaginaba que los cincuenta mil colegas arlesianos no se escondían de sus compatriotas así que no quedaba otra razón que la imposibilidad española de pronunciar ciertas palabras francesas. Imposibilidad de la que padezco desde mis inicios con la lengua de Victor Hugo. Lo he probado todo y muchísimas veces: [Arl], [Arlés], [Arrrrrl], [Alé], y un largo etcétera. Pero ningún vecino me ha entendido nunca, quedándome yo con las ganas de explicarles la magnífica visita que hice a una de las ciudades de Van Gogh. No les explicaré los problemas que me ha dado la pronunciación entre rueda o calle (roue y rue respectivamente) porque no me caben en este escrito. Pero, ahora que basta con la escritura y no debo pronunciar nada de nada, les animo a visitar esta parte de la bella Provenza francesa.

En víspera de mi próximo viaje a París no puedo evitar cierta agitación y nerviosismo. En mi visita a Perpignan incluso recurrí al catalán pero esta vez no me servirá (ciertamente no me sirvió de mucho ya que desgraciadamente sólo una minoría lo entiende y, de esa minoría, otra minoría lo habla). ¿Me entenderán esta vez los franceses? ¿o tendré que echar mano de papel y lápiz? Siempre me quedará el inglés, o por qué no, el español como herramienta con los parisinos. Pero bien mirado estoy mejor que mi colega Julen, el vasco, cuya peripecia francesa sólo acaba de empezar (la desazón y el desasosiego con el mundo le han llevado a emprender una nueva aventura como ayudante en una granja de Toulouse). Sea como fuere, la aventura está garantizada. París bien vale una misa.

Compartir el artículo

stats