La llegada de las televisiones privadas, al calor de los 90, finiquitó la "época dorada" del videoclub español. La implantación del dvd, entre siglos, propició "un repunte" en el alquiler de películas. Y desde hace tres temporadas, "la piratería nos está destrozando". Habla Joan Vidal, responsable del VideoArt7, una decana marca en la isla que ha tenido que cerrar cuatro de sus seis establecimientos. No es el único perjudicado de un sector herido, donde se coincide en señalar a las dudosas descargas de internet como las culpables de su personal "crisis". Su "público objetivo", lamenta, el que tiene entre 18 y 30 años, "se lo baja todo".

José Antonio Massanet es el único de una veintena de mayoristas de filmes que resiste al "inaguantable" panorama. También regenta uno de los videoclubes veteranos, el Universal. Conocedor, traduce la historia a unas reveladoras cifras aproximadas, y eso "tirando por lo alto". En Palma, calcula, hoy sobreviven una treintena de videoclubes, nada que ver con el centenar y medio de clientes que llegaron a tener. Con la Part Forana, se llega hasta los ochenta comercios, ya huérfanos de ellos algunos perímetros. "Hay muchos pueblos que se han quedado, o se quedarán, sin videoclub", alerta, ejemplificando con Binissalem, Consell, Sencelles o Alaró. En Inca, apoya, quedan tres de veinticinco; una degollina similar a la atestiguada en algunas zonas de Ciutat, como la calle Caro -de siete videoclubes a ninguno- o Aragón -de la quincena a dos-. "Eran otros tiempos", entiende. "Quedamos pocos, pero estamos esperanzados", opina. Con la llegada a Cultura de Ángeles González-Sinde, y de una Ley que regule las descargas, se "volverá al alquiler".

Ben-hur, 1959. Tomeu Sastre, desde el mítico videoclub Piscis, asegura que la oscarizada cinta de William Wyler ha sido uno de sus blockbuster de la Semana Santa 2009; a pesar de competir con la televisión. "Algunos clásicos funcionan más que las novedades, ya masacradas", explica, especialmente airado con las descargas ilegales y los gobernantes que "no hacen nada" para frenarlas. "Cuando llega una película nueva ya la ha visto todo el mundo", constata alguien que ha tenido que menguar la superficie del que fuera uno de los establecimientos más grandes de Palma. "Lo único que hay que hacer es aplicar La ley, la letra está clarísima", dispara, aún incrédulo ante una reciente sentencia de un juez que no condenó la posesión de 6.000 películas grabadas por considerar que el acusado las tenía "para consumo propio". "La gente no tiene claro este tema, la desinformación es total y absoluta", reprende.

En el palmesano y joven videoclub S´Olivera el estado de las cosas es similar. Pep Alemany corrobora -y muy afectado- que ha tenido que prescindir de una de sus empleadas, por falta de movimiento. "Una persona que alquile poco puede dejarse unos 10-15 euros al mes en el videoclub", narra. Cada cliente perdido, incluso los menos adictos al cine, supone un pequeño revés para alguien que paga entre 30 y 45 euros por cada copia que decide ofertar. "Ésta ya la tenemos papá, me la bajé el otro día", está cansado de escuchar. "No hay ningún ocio tan barato. La excusa del precio....".

"El vídeo es una parte muy importante de la industria del cine", recuerda Joan Vidal. "La gente tiene que concienciarse de que todo gratis no puede ser", entiende. "Competencia legal, toda", suscribe sincero. Pero legal, como la posibilidad de comprar o alquilar películas a través de los operadores de telefonía. "Ya han instalado todos los ADSL que podían, ahora ya están de nuestro lado y comenzarán con sus plataformas para ofrecer las películas", añade al respecto José Antonio Massanet. "La amenaza de que la gente se dará de baja si le cortan las descargas es una mentira, ya no se puede vivir sin internet".

Con todo, entre los supervivientes se respira cierto "optimismo", en muchos casos supeditado a las futuras decisiones de González-Sinde respecto a la piratería. "Los que aguantamos lo hacemos por esto, y para procurar no perder más dinero, al menos empatar", confiesa Massanet. "Eran otros tiempos", reincide algo nostálgico, recordando un ochentero VHS con el que nacieron.