Solo en París. Incapaz de "controlar su vida". Aquejado de esquizofrenia. Así deambulaba Bruno Regnault. Hasta que su familia franco-mallorquina decidió acogerle aquí, para tratar de normalizar su existencia, aportarle cariño y evitar que terminara internado en un centro especializado. "Era un hombre muy especial", resume Alix François Meier (Essen, 1967), un vecino y un "amigo"; el responsable de El Rey de Palma, un proyecto documental que filmó la cotidianidad del "vital" francés, durante casi cinco años.

"No fue fácil". Constantes y "pequeñas dificultades", evoca cariñoso Meier, desde Düsseldorf, donde anda enfrascado en la post-producción de los ochenta minutos de la pieza. La película, reincide, "se introduce en su vida diaria", tan previsiblemente imprevisible. La retrata, para intentar reflejar el "mundo exterior" de Bruno, esto es "su reino", el centro palmesano por donde caminaba a diario con Flocky, su perro. Y también el "interior", o las cavilaciones de una sexagenario -"ciudadano perfecto"- que veía las cosas con ojos de "niño" y aborrecía la "injusticia" o la "inmoralidad".

"Profundamente optimista", "un personaje enternecedor". Así confirma Meier al difunto Regnault, fallecido "hace poco más de una año". "Sí, tuvo tiempo para ver la película", contesta, y "le gustó". Al igual que a su familia, a su hermana o a su esposo, el cuñado mallorquín de Brunot. Ellos, que se ocuparon de él "con cariño y con paciencia", también aparecen filmados, en "pequeñas entrevistas".

"Su mirada profunda, su voz dulce y su alma de niño, en contraste con su aspecto de hombre ya adulto". Meier, "asombrado", justifica en el curioso antagonismo los motivos del proyecto, realizado con la colaboración de sus compañeros de la cadena Arte. El acicate también lo encontró en la familia de Bruno, a la que asegura "admirar". "Muy divertida", resume la pieza resultante, aunque "no es para el público de masas", matiza. El estilo del documental, avisa, una cinematografía con aires "franceses".

"Siempre ocurría alguna cosa", rememora Meier de un rodaje donde "nunca podías saber lo que iba a pasar". Pero este era el quiz de la cuestión, los "detalles", sus encuentros y desencuentros. Cuando Dios le hablaba, de repente, al protagonista Rey de Palma, "casi siempre feliz". O cuando Bruno terminaba perdiéndose por las calles, porque Flocky, de vez en cuando, lo llevaba donde quería.

O cuando anunciaba a bombo y platillo que no tenía mechero. "Recuerda a una vieja gloria del cine, con su cigarrillo en la comisura de los labios, y los hombros inclinados hacia adelante", describe el documentalista, en la carta de presentación del filme.

"Llevaba una vida apacible". A pesar de los "accesos de malhumor" y "enfados" que derivaban de su enfermedad, recapitula Meier. Para poder verla -un 70% filmada en Palma y un 30% en París- habrá que esperar a que este 2009 avance, todavía sin un cuando ni un donde para su estreno oficial. A la espera, el cineasta adelanta que sigue trabajando en otro documental, inspirado en Valldemossa, un proyecto que calcula le ocupará "dos años".