Es hija de Cristina Macaya, una mujer que proporcionó a sus hijos una educación que los ha convertido en personas independientes y honestas. Tras divorciarse de uno de los hombres más ricos de España, el empresario Fernando Ballvé, Sandra Macaya vuelve a tener ilusiones. Atrás quedan quince años de "matrimonio feliz". Y una separación durísima y pública. Prolongada por la grave enfermedad de su ex marido y aderezada por la relación de éste con Isabel Sartorius, ex novia del Príncipe, su amiga de adolescencia. Responsable de seis hijos, con nueva pareja desde hace cuatro años, asegura haber aprendido a ganarse "los caprichos"; trabajando, al frente de las tres tiendas de moda TCN que tiene repartidas entre Madrid y Palma.

-Macaya López Mancisidor. ¿Unos apellidos que imponen mucho?

-Sí, y enseñan mucho.

-¿Cómo era la vida de casada con Fernando Ballvé?

-Estuve casada catorce años con un hombre estupendo. Fui muy feliz y tuvimos seis hijos. Pero se acabó cuando se acabó el amor. Y lo que es peor, también se terminó la amistad, lo más importante.

-¿Estar casada con un hombre importante es un handicap para una mujer?

-Depende de lo que quiera la mujer. Si busca cosas que se las puedan reportar el dinero y la fama, entonces no. Pero yo lo que quería era ser feliz y tener una buena familia. En este caso no es ni un handicap ni una ventaja. Al final el dinero no te da la felicidad. Ni te la quita, a veces.

-¿No la llenaba aquella vida?

-Cuando sales de ella es cuando empiezas a darte cuenta que no valoras las cosas del mismo modo que cuando tienes que ganártelas. Dejas de tener ilusiones, es otro tipo de vida, caprichosa. A mí no me llenaban los caprichos, que ahora sí me cuesta ganarlos trabajando.

-¿Cómo fue el proceso de separación?

-Duró casi dos años. Prolongado debido a su enfermedad, que apareció poco después de separarnos. Fueron los más duros y angustiosos de mi vida. Además de no darme dinero, su intención era quedarse con la custodia de los niños, sacarme de casa para dejarme en la calle. Decía que yo era joven y con estudios, que me podía ganar la vida. Que él ya tenía el dinero hecho, por lo que se iba a quedar cuidando a los críos.

-¿Cómo recuerda el juicio?

-El ataque en los juzgados fue como asistir a la grabación de una telenovela. Su abogada, Susana Moya, es de la antigua escuela. Trata de desprestigiar tanto a la parte opuesta que es imposible creerse lo que cuenta. Hasta la jueza se aburría. Yo, al menos, lo hice. Y mucho. Fue muy largo y con muchos testigos que contaban el estado de su ruina económica. Prácticamente me pintaron de prostituta. De mala madre, superficial, materialista y con poca materia gris. Ellos, buena gente, padrazos, arruinados, y engañados. Fueron ataques poco reales y menos eficientes. El juez nos dio lo que le pedíamos. No hay nada como dejar que cada uno se cave su propia tumba.

-¿Fue muy duro?

-Muy, muy duro. Las separaciones son traumáticas, horribles. Para mí fue así, y también para los niños que no entendían algunas actitudes del padre. Su enfermedad, al poco de separarnos, y la publicidad que se dio al divorcio lo hicieron todo mas difícil.

-¿Cómo se lo explicó a sus hijos?

-Les dije la verdad, que ya no era feliz y que quería seguir el camino sola. Podría vivir en una mentira, pero no quise hacerlo. No tenemos paciencia para superar las crisis, yo ni siquiera hice el intento. Se había roto todo, incluso la amistad.

-¿Cuestión de supervivencia?

-No pude vivir como ´señora de´ sin estar enamorada. Y me fui. Podría haber intentado enamorarme otra vez; yo me convencía de que todo iba a mejorar y tenía esperanza. Cuando te separas no es cuando se acaba el amor, y cuesta mucho romper una relación. Más en mis circunstancias.

-Sola, con toda la maquinaria de su ex marido en contra. ¿De dónde sacó las fuerzas?

-Las tienes. Haber tenido seis hijos ya demuestra que eres fuerte. Sola como estaba, o tiras para adelante o se hunde todo lo que con tanto amor has creado. Por las mañanas había días que no me podía levantar. Pero lo haces, claro que lo haces.

-Para meterse en el mundo empresarial, en la moda, que no es nada fácil.

-Cierto. Me enamoré locamente de un hombre nada más separarme. Me ayudó mucho. Es el que me llamaba por las mañanas y me animaba a que fuera a trabajar.

-¿Cómo se llamaba?

-No tiene nombre, pero me enseñó muchísimo de moda. Creyó en mí desde el principio.

-¿Qué aporta TCN al mundo de la moda?

-Es una empresa líder en baño, joven y desenfadada, que aporta calidad. Ahí no tenemos competencia. Es una de las marcas que más prendas produce y sigue en manos españolas, cosa extraña. Su nivel internacional es grande.

-¿Qué le aporta a usted?

-Tengo tres tiendas abiertas, una de ellas en Palma. Son mi pasión y me aportan muchísimos beneficios económicos y personales, sobre todo ante mis hijos que ven a una madre que sale adelante.

-En breve traerá una marca francesa. Menudo riesgo, tal como están las cosas.

-Es una oportunidad que no se tiene cuando el mercado está bien. Ahora es más fácil, los alquileres de locales son más accesibles. El que tiene dinero debe invertir con vistas al futuro. Yo soy optimista y me la juego.

-¿Su madre le ha servido de ejemplo?

-En muchísimas circunstancias. Ella es luchadora y fuerte y ha conseguido algo básico para mí como es mantener la unidad familiar. Yo he intentado hacer lo mismos con mis hijos.

-La echaron del lujo, con todo organizado. ¿Es más difícil compatibilizar ahora la familia con la vida laboral?

-Me dedico a trabajar, a estar con los niños.

A mi pareja no le puedo dedicar todo el tiempo que se merece. Llevamos juntos cuatro años y lo entiende.

-¿Se tiene una imagen equivocada de usted?

-No me importa nada lo que piense la gente, de lo contrario sería una infeliz.

-Las Macaya: guapas, ricas y famosas. Parece haber tenido una vida regalada .

-No tengo para nada esa imagen de mí. Lo importante en la vida es poder disfrutar de lo que tienes y que no te importe el qué dirán.

-¿Podría vivir sin dinero?

-No, absolutamente. Tengo hijos a los que pagar buenos colegios. Mientras estuve casada teníamos un nivel altísimo. Ahora ha bajado, aunque vivimos estupendamente. Probablemente podría adaptarme a vivir con menos.

-¿Vivir como lo hace la clase media?

-Sí, si te ves obligado, lo haces. Hasta que me casé no tuvimos unos lujos increíbles. Nos educaron, aprendimos a saber adaptarnos y a tener unas necesidades más estrechas. Ahora llevo bien mi nueva situación. Comprar diez bolsos de Hermes no te hace feliz, te lo aseguro.

-¿Qué es el lujo?

-El tiempo. Disfrutar mucho de la familia, y tener los menos problemas posibles. Poder hacer, casi todo el tiempo, lo que te gusta hacer.

-¿Hace lo que quiere?

-Hago lo que quiero, que tengo la suerte de que muchas veces es también lo que debo. Y lo he conseguido por mí misma. Cuando me separé me jugué lo poco que tenía. Me metí en el negocio de la moda y lo he conseguido. Es una gran satisfacción.