El Festival de poesia de la Mediterrània volvió, nueve años después, al mismo lugar que lo vio nacer. Así, de manera sencilla y tranquila, algo habitual y necesario en este evento, los versos se sucedieron anoche, de nuevo, en el Teatre Principal de Palma. Sin prisas, pero sin pausas -acaso varias, pequeñas pero obligatorias para alguna de las doce voces reunidas ayer capaz de emocionarse a sí misma-, y ante un público que no llenó, pero casi, el recinto.

Pasadas las nueve de la noche, Biel Mesquida, director del festival, dio la bienvenida a todo el mundo y leyó, a modo de introducción y como primer homenaje de la velada, unos versos escritos por Josep Palau i Fabre en París el 6 de mayo de 1946. "Ya no se escribir, ya no se escribir más...he dejado en el papel toda mi sangre", se confesó el poeta en aquella primavera francesa. Ayer, recién cumplidos los noventa años, el invitado de excepción, "el faro que orienta al noveno y nuevo Festival", según palabras del propio Mesquida, no pudo asistir por motivos de salud.

Antes de empezar el recital hubo tres homenajes más. También en boca del director, palabras para el recuerdo de Blai Bonet y Nadal Batle, "vivos todavía en sus obras", y para el reconocimiento a los cien años del Institut d´Estudis Catalans, "el palacio de la memoria".

Mientras, y durante todo el recital, en realidad, sentados alrededor de una cálida mesa, saturada de copas y de cuadernos y de folios cargados con sus rimas, los poetas esperaron su turno. Bebiendo vino. Sin impaciencia, charlando cómplices en voz muy baja.

Finalmente, Biel Mesquida terminó su intervención recordando la baja de última hora del cartel del muy deseado poeta y filósofo marroquí Ahmed Assid.

Tras el protocolo de bienvenida, que ya destiló poesía por todos los lados, y después de un último consejo, "amantes de la poesía, abrid todos los agujeros del cuerpo para poder escuchar la música que nace del espíritu", los invitados, uno a uno, empezaron con su cometido.

El encargado de abrir la velada fue el barcelonés Marc Romera, que en un profundo y rasgado catalán recitó una poesía preocupada por las formas verbales, con un lenguaje muy propio y expresión de una visión crítica y distante del mundo. Los aplausos, también profundos, para los primeros versos no se hicieron esperar.

Una jovencísima y valenciana Àngels Gregori recogió el testigo y recitó, curiosamente, los versos más cargados de nostalgia de toda la noche, "...el primer amor, el primer dolor, el primer viaje, el primer cine..." para dar paso tras ellos al primer mallorquín de los convocados, Gabriel de la S.T. Sampol, voz de una poesía con formas y fondos un poco más clásicos.

La dinámica poeta-poemas-aplausos se repitió durante cerca de una hora y media con una fluidez propia de los versos regalados. La palmesana Antonina Canyelles, cuarta en actuar, ofreció lo mejor de su poesía dura hecha de pequeñas ternuras, el felanitxer Joan Manresa le cantó a sus ´oasis´ y Montserrat Rodés, barcelonesa, regaló los versos propios de alguien que ya de pequeña descubrió "que se lo pasaba mejor pensando que jugando".

Ya en la recta final del Festival, Jaume Pont, catalán de Lleida, se acompañó de sus contradicciones, la asturiana Berta Piñan recordó sus compromiso con su tierra y sus recuerdos, Luis Antonio de Villena puso el acento madrileño, el portugués Manuel António Pina hizo fado del poema y el Sirio Osama Esber rindió tributo a un Mediterráneo de noches lejanas, significados olvidados y mundos lejanos.