A veces se te plantea una terrible duda. ¿Es el éxito compatible con la integridad? ¿Sobrevive el carácter a la masificación? Para quienes deseen hacer de esta cuestión un tema de reflexiones veraniegas les recomiendo una visita a la Cala de Deià.

No es ninguna playa secreta. Entre otras cosas porque debe de ser uno de los rincones playeros de Mallorca con más mito. Los temporales y contrabandistas, los pescadores de Tramuntana. Los cuadros de tantos y tantos paisajistas, los famosos baños de Robert Graves, los innumerables reportajes en diarios y revistas. Las vacaciones de los famosos "oficiales" como Narcís Serra. Las acciones de algunos artistas, como fue pintar uno de sus còdols de azul marino.

¿Y qué queda de todo ello?

Yo se lo diré.

Cuando el turistero llega al fondo del torrente, con esas cuevas que parecen caras monstruosas o animales quiméricos, lo primero que encuentra es ¡un ORA!

Da como un calambre perceptivo contemplar ese trasplante urbano en medio de un paisaje de cuadro que huele a higuera. Los rectángulos azules y verdes, ¡incluso una barrera! Concretamente, tener el coche allí estacionado toda la jornada cuesta 5 euros.

Como complemento, de un pino cuelga el horario de autobuses y una tarjeta de taxis.

Con poco espíritu bucólico inicias el camino hacia sa Cala. Y recuerdas que este acceso lo construyó precisamente Robert Graves para un proyecto urbanizador que luego fracasó. El poeta británico quedó tan disgustado que desde entonces no quiso volver a pisar ese Camí d'en Graves. Descendía cada día a la Cala por el sendero montañero que pasa por Son Bujosa.

Graves llegaba, se desvestía, y se lanzaba al agua desde una roca. Después del baño, cogía todas sus cosas, se ponía de nuevo el sombrero de paja, y con su familia emprendía el camino de vuelta. Era una presencia casi totémica en esta playa.

Entrar en la Cala era antes como penetrar en un mundo homérico, con las barracas de pescadores, el olor a salitre, los numerosos gatos silvestres que campaban por el lugar. Pero el bañista encuentra ahora una playa muy "civilizada". Los dos establecimientos de la cala son el restaurante Cas Patró March, que oscupa el privilegiado puesto del morro rocoso, y el merendero Can Lluc.

La playa está formada por piedras, la mayor parte de gran tamaño y extraña belleza. El conjunto del lugar sigue siendo muy pictórico, con los escars en la parte derecha de la cala, esa bocana que parece salida de La Odisea, el agua de un azul oscuro, tramuntánico. Al fondo, el saliente de sa Pedrissa y es Morral.

Mar para el baño intemporal, con esas profundidades de tintero que tienen esas aguas. Aunque ahora hay una zona balizada para las muchas barcas que entran y salen. Ya que allí confluyen todo tipo de embarcaciones, desde piraguas a lanchas de motor.

El público ya no se compone de aquella colonia de artistas y diletantes de otrora. Es gente de Deià, algunos residentes, y una masa considerable de turistas que ocupan la cala en grupos toallatizantes. El ambiente es animado. Algunos jóvenes ríen o ponen música. Y en un rincón, una camilla sirve para ofrecer masajes a un módico precio, al lado mismo de la playa.

¿Conserva sa Cala el encanto y el mito que la hicieron mundialmente famosa?

El paisaje sigue siendo igual de hermoso que siempre. Y puedes perderte todavía por esos senderos que llevan a Llucalcari, pasando por delante de es Còdols Blancs, uno de los rincones más pintados de Mallorca.

Pero no dejas de hacerte la pregunta de si estos lugares de encanto singular soportan las multitudes y la explotación. La Cala de Deià tiene muchos más servicios que hace años.

Pero ha perdido mito.

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:) Un paisaje de gran belleza, un clásico pintado muchas veces

:( Los problemas de aparcamiento y la masificación