Rafael Nadal y Shakira exhiben ese tipo de anatomías a cuyo propietario no le preguntaríamos jamás "¿en qué estás pensando?" El tenista y la cantante tienen problemas para acceder a un avión, porque sus músculos son armas de destrucción masiva. En el videoclip no se abrazan, colisionan como dos blindados. No son foto de portada, su despliegue energético se expande hasta la contraportada. Su suma colma los sueños eróticos de todos los habitantes del planeta. Son el cuerpo global. Un genio del márketing ha inventado a Brangelina 2.0, ahora que los originales se han desteñido.

La subestimada Leire Pajín sólo se equivocó de protagonistas, al vaticinar un "acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta". La visionaria atribuyó a Obama y Zapatero la conjunción galáctica de Shakira y Nadal. Si sufre del corazón, centre la mirada en uno solo de los protagonistas de esas fotos, la visión de la totalidad podría matarle. Son dos cuerpos hechos el uno para el otro, tan compactos que son irrellenables de alma u otras fruslerías. Comparten la intensidad profesional, ahora entendemos a quién nos recordaban los aullidos que acompasaban cada golpe del tenista.

Cuerpos globales y periféricos, nada de Costa Oeste norteamericana ni de albura de las nieves rusas. Shakira se impuso la fama como objetivo, aunque tuviera que rebozarse en chocolate para coronarla. En cambio, al mallorquín le pillaron los focos por sorpresa. Hoy comparten una dedicación tan exclusiva al público que el romance queda descartado por falta de tiempo. Esa corporeidad a dúo no se improvisa, están a punto de alcanzar el grado más elevado de la celebridad, que es la ostentación solidaria. De este modo, unos centenares de niños tanzanos serán apadrinados por la sensacional pareja. Las fotos con la cantante colombiana componen la humillación definitiva que Nadal le ha infligido a Federer, el cual a buen seguro no rodará un vídeo con el equivalente suizo de Shakira. Tendrá que conformarse con seguir ganando torneos del Grand Slam, pobre.