Es un crack. La frase la soltó el presidente venezolano en ese programa de televisión río desde el que penetra en las casas para soltar sus vomiteras ideológicas. Hugo Chávez trataba de educar al personal en el ahorro de agua, porque ya está bien, decía, de lavarse los dientes dejando el grifo abierto mientras nos frotamos las encías, y sobre todo hay que poner freno a la gente que se mete en, cómo se llama, preguntaba a su equipo, bañera, le dijeron, no, no, en lo otro, insistía el gran líder, eso es, eso es, en el jacuzzi, compatriotas, y eso no puede ser, que el jacuzzi no es comunista, y sobre todo, que no estamos en tiempos de jacuzzi. Es una frase para enmarcar, ese tipo de regüeldos que definen un tiempo, que siempre se asociarán a quienes los pronuncian. No tengo nada personal, entre otras cosas porque sería ridículo, contra Francisco Camps, así que es un personaje que si sale con frecuencia en estas piezas es porque lo sacan en informativos, y cada día más en programas de humor. También él ha acuñado frases y expresiones que tienen la potencia suficiente como para escribirse en el frontispicio del cinismo. La que más me pone, porque retrata lo que ni él sabe que retrata, es la que suelta cuando los periodistas le preguntan por sus líos, por los flecos del Gürtel que apenas sigue, y dice con su triste sonrisa, qué bonito, o son ustedes muy amables. ¿Lo han escuchado? Señor Camps, señor Camps, ¿sigue Ricardo Costa como secretario general del PP valenciano? Y él, zafándose de cámaras y micrófonos, buscando con la mirada una puerta de salida, y como sería raro hablar de duchas comunistas, suelta el mantra, gracias, gracias, son ustedes muy amables.

Qué bonito. Patricia Conde debería de tener las tablas que tiene él, pero qué va, a la chica le quitan el guión venenoso y gamberro de Sé lo que hicisteis y se arruga, sobre todo si quien tiene delante es un crecidísimo Jorge Javier Vázquez, que le pregunta en la calle, a la entrada de esa parada de frikis que son los premios Telva, si cobró mucho por el anuncio de las rebajas de El Corte Inglés y por los de las latas de atún, aunque lo que le gustaría a él es anunciar mermeladas, pero ella, en un vídeo que ya han visto más de diez mil personas, está incómoda, es decir, risueña, como si fuera la presidenta valenciana, como si el pasado le pesara demasiado y no tuviera a su escudero, Ángel Martín, para librarla del acoso de la tropa de Sálvame, igual que Camps, oh, está abandonado por Ramón Luis Valcárcel, el presidente murciano que hasta hace dos trajes y algunas corruptelas no dejaba pasar una semana sin que uno se viera con el otro, excusas peregrinas que sus televisiones elevaban a encuentro de estado. ¿Dónde está aquel amor? Tan bonito. Pide paso, con un arsenal que pone en guardia a los guardianes de las tardes, Karmele Marchante, que poco a poco construye su altar laico donde mezcla mujeres de ciencia y escritoras aguerridas con artilugios sexuales para darse gustito por todas partes. Que no son tiempos de vibradores con sabor a fresa, Karmele, le gritaría el venezolano, ni de lenguas vibradoras, saltaría el valenciano, qué bonito, responde Jorge Javier, que agarra una de las lenguas y se la mete, literal, a una señora del público por las piernas buscando el centro, esa ilusión fantasmagórica que desde los tiempos oscuros de Aznar siguen buscando sus herederos, y lo encontró, coño, exclamó traspuesta la señora, que me la metes.

Como la señora del público no forma parte del equipo del programa no tiene que soltar cinco euros de multa por decir palabrotas a horas protegidas en la hucha que tienen al efecto y que guarda un capital de improperios. Y aquí llega, convirtiéndose también en una cita semanal, la intervención de una de las internas de Curso del 63, una rubia con coleta, una histérica que habla peor que Susana Griso, una tal Luna Norte. La chica se quedaría sin paga si por cada escupitajo tuviera que soltar cinco euros. Coño, colega, uff, que esa tía me toca la pipalcoño, tía, que le den por culo, colega, es una hija de puta, uff, me subo por las paredes, joder, joder, joderrr, tía. Y así. Sus padres, escuchándola en el vídeo que les llevaron, estaban horrorizados, pero contentos de que no le pasen una en el San Severo, algo que ellos jamás hicieron. También veo, sin saber a cuento de qué, a la hija de Lolita contoneándose subida a una rulot con la camisa desabrochada, con los labios abiertos como si le faltara el aire y mirando a cámara como una putilla rodeada de estilistas, esa nueva secta capaz de poner gilipollas al personal.

No creo que sea escena de El internado, aunque quizá, sino sesión de fotos para revista adolescente, algo así como qué importa mi cerebro si lo que buscáis es la raja de las tetas. Elena Furiase, en lo que llaman exclusiva los de la estulticia periodística asegura, atención, que se metió con Ana de Armas, otra interna en lo de Amparó Baró, que por cierto ha dicho que al personaje de Luis Merlo se lo cargan en el primer capítulo de la nueva temporada, en un jacuzzi. Vamos, que se rozan, pero que nadie se ponga burro. Dice la chica que cada una se enjabonó a sí misma. Y yo le pregunto a Hugo Chávez, señor, ¿al compartir baño, aunque sea en jacuzzi, es baño comunista? No, joder, joder, joderrr, gritaría enfurecido el dirigente venezolano que arenga a sus compatriotas para ahorrar agua pero él, dice que desgarrado por la vergüenza, se gasta al año, porque no tiene más remedio, casi 100. 000 euros en ropa y arreos de tocador. Bah, minucias, le tranquiliza Carmen Lomana, la riquísima que de vez en cuando se echa unos canutos para relajarse, y que esta semana acompañó a Samanta Villar por los rincones del lujo, el exceso, y la exclusividad en 21 días. Vi a Samanta en tiendas muy caras, pero lo siento, era la viva imagen de María José Campanario. ¿Se dará baños comunistas con Jesús de Ubrique? Mañana, en Antena 3, la respuesta en 36 horas en Ambiciones. Joder, joder, joderrr. Qué horror. El jacuzzi campero es el diablo.