Andrés P.F., de 73 años, padecía una dolencia cardiaca que acabó costándole la vida en el mes de marzo. Su mujer, Amanda M.H., de 70, padecía alzhéimer y quedó totalmente desatendida tras el fallecimiento del hombre. Ella pasó varios días junto al cadáver de su marido, en la finca donde ambos convivían junto a seis perros a las afueras de Llucmajor, antes de morir debido a su grave situación de desamparo. Durante los últimos dos meses, los canes devoraron sus cadáveres, hallados anteayer por la Policía Local tras recibir un aviso de su hija.

Durante todo este tiempo, nadie pareció echar de menos a la pareja. Vivían en una casa de campo en el camino des Pontarró, a cuatro kilómetros del pueblo, en una zona aislada y sin vecinos cerca. La relación que mantenían con su hija no era buena y su último contacto con ella había sido durante las pasadas navidades.

Los servicios sociales conocían su situación, pero el hombre había rechazado varias veces recibir ayuda. A principios de febrero, la Policía Local encontró a la mujer desorientada, deambulando por el camino. Los agentes la llevaron al centro médico y contactaron con su marido, que fue a buscarla y se hizo cargo de ella. El departamento de Servicios Sociales del consistorio acudió a su domicilio el 17 de febrero para valorar su situación y ofrecerles sus recursos. La visita fue breve, ya que el hombre, sin apenas dejar entrar en la casa a los trabajadores, rechazó su intervención.

La consellera de Servicios Sociales, Fina Santiago, precisó que se le ofreció al hombre un servicio de ayuda domiciliaria, para que los trabajadores sociales acudieran a la vivienda varias veces por semana para lavarlos y cubrir sus necesidades básicas, y otro de teleasistencia, para poder avisar con rapidez a los servicios de emergencias si sufrían algún percance. El anciano no quiso saber nada de ellos. "Si una persona dice que ella se pueda encargar de otra que padece alzhéimer, no se lo podemos imponer. Nos faltan más recursos para hacer trabajos comunitarios y, así tal vez hubiéramos podido convencerlo para que aceptara la ayuda", lamentó Santiago.

Tras las muertes de los dos ancianos con varios días de diferencia, la Policía Local regresó a la finca hace unas semanas, según explicaron fuentes conocedoras del caso. Un vecino de la zona alertó de que los perros de la pareja habían atacado a sus gallinas. Los agentes comprobaron que la finca estaba cerrada a cal y canto y de ella procedía un desagradable olor. Pero no llegaron a entrar.

Para entonces, los dos ancianos yacían muertos en el patio de la casa y tres de sus perros estaban comiéndose sus cadáveres. Los dos otros dos animales estaban encadenados y, sin agua ni alimento, acabaron falleciendo.

Los hechos no fueron descubiertos hasta anteayer. Una hija de la pareja, tras meses sin noticias de ellos, acudió a la vivienda. Nadie respondió a sus llamadas, pese a que la furgoneta de los ancianos estaba allí, y vio a los dos canes muertos. La Policía Local acudió de nuevo al lugar y encontró los restos de los ancianos: él devorado completamente y ella con varios mordiscos. Ni la Guardia Civil, que asumió las pesquisas, ni la médico forense, detectaron ningún indicio de criminalidad en la escena.