El antiguo bastión mallorquinista ha caído en desgracia. El pasado glorioso del Lluís Sitjar copó las páginas de Deportes, pero ahora se ha abierto un hueco casi fijo en la sección de Sucesos. Esta misma semana, un africano fue arrestado tras un espeluznante caso de agresión sexual a una joven en el interior del estadio. Interrumpió de madrugada a una pareja que buscaba intimidad en el clausurado recinto y tras echar al hombre violó a la mujer en tres ocasiones. Hace unos días, un hombre fue sorprendido con varios soportes metálicos de los asientos del estadio, al que había accedido para robar lo poco que queda de valor en él. Y hace unas semanas, un joven toxicómano apareció muerto en lo que antaño fueron las oficinas del Mallorca. Un historial de crónica negra que empaña el nombre de un estadio mítico para el mallorquinismo.

Un susto por el móvil robado

La Guardia Civil se presentó hace unos días en el domicilio de una joven, en Palma. Desde su teléfono móvil se habían efectuado varias llamadas sospechosas en el marco de una investigación del instituto armado sobre una banda de delincuentes que opera en Mallorca. Tras el susto inicial, la mujer les explicó que ya no tenía el aparato porque se lo habían sustraído semanas atrás. Aportó la denuncia del robo y el asunto quedó aclarado. Las agentes ya saben ahora que el grupo al que investigan se nutre de aparatos robados para intentar dificultar las pesquisas.

Gran repercusión

Mallorca ha vuelto a ser protagonista de una desagradable noticia que ha traspasado fronteras. La detención de dos policías nacionales por el atropello mortal de una ciclista, cuando circulaban ebrios en un coche camuflado, ha sido ampliamente difundida en los informativos de varias cadenas de televisión estatales. También los medios germanos han seguido el caso con interés. Una pésima imagen de la isla.

Cándido comprador

Un hombre acudió esta semana al juzgado de guardia de Palma para denunciar una estafa en la venta de un coche. Según explicó, semanas atrás había llegado a un acuerdo con el propietario de un vehículo con el que coincidió en un bar. Allí mismo llevaron a cabo la transacción, acordando un precio de mil euros. El problema surgió cuando el turismo se averió y reclamó a la persona que se lo había vendido. El vendedor se hizo cargo de la reparación, pero ahora le exige otros 200 euros para devolvérselo. Para más inri, el denunciante no tiene ni la matrícula del coche