­Tras el desastre en la central de Chernóbil en abril de 1986, el pánico a la contaminación radiactiva se extendió por toda Europa. El Parlament balear llegó a prohibir aquella temporada la caza y comercialización de tordos, debido al riesgo de que las aves migratorias pudieran estar contamidas tras su paso por zonas afectadas por la radiactividad. La medida, levantada mediado el año siguiente en vísperas de una cita electoral, generó una intensa polémica. Las crónicas de la época narraban cómo "personalidades diversas" se citaron a manteles para degustar una "ollada de tords amb col que nos recordaba el baño de Fraga en Palomares" para tratar de demostrar que no existía peligro.

Estudios posteriores parecen demostrar que la medida no era exagerada. La nube tóxica que generó el reactor siniestrado en Chernóbil se extendió a lo largo de miles de kilómetros por toda Europa. Un estudio de Greenpeace publicado en 2006 aseguró que la radiación fue superior a los índices por encima de los cuales un territorio se considera contaminado en catorce países del continente. La radiación de Chernóbil llegó también, en niveles inferiores, a España, "especialmente a Balears y Catalunya", afirmaba el informe, que apuntaba notables incrementes de los casos de cáncer no solo en la antigua URSS sino también en los países aledaños.