Maria Gibert se ha convertido en la guardiana de la gastronomía mallorquina en Youtube. Desde hace cuatro años esta padrina de 79 años, con dos hijas y cuatro nietos, es toda una estrella en el canal de vídeos donde unos 14.000 seguidores aprenden sus más preciadas recetas. Paso a paso, desde el lugar favorito de su casa en Son Armadams de Palma, entre ollas y sartenes, comparte su pasión con gente de todo el mundo que ya la ha adoptado como su "abuelita".

"La cocina es mi vida, es donde soy feliz y estoy alegre", expresa Gibert con una sonrisa que se desborda al explicar que jamás imaginó la gran respuesta del público, cuando su nieto Joan le propuso esta aventura en internet. Con muy poca producción, él se encarga de grabar los vídeos. Su presencia en las redes sociales la gestiona su nieta Maria Antònia, que se encarga de leerle los comentarios, que luego ella responde.

No gana dinero con esta afición, lo hace "por gusto e ilusión", sostiene. Se siente compensada con el afecto que recibe, tanto a través de los mensajes, como por el reconocimiento de mucha gente que le para en la calle para saludarla y agradecerle. "Aunque después de tantos años no estaría mal que me pagaran algo", sugiere sin resignarse.

Su idilio con los fogones surgió cuando ella era muy joven; al perder a su madre le tocó hacerse cargo de la comida para su familia de siete hermanos. Gibert cuenta que fue aprendiendo el oficio ella sola, al tener que tirar de creatividad para "hacer algo rico y bueno, con pocos ingredientes y sin gastar mucho".

"Solo con los olores yo experimentaba un plato nuevo, o con el sabor ya descubría los ingredientes de una receta que luego hacía", recuerda Gibert. "Con una latita de atún o un manojo de espinacas" se inventaba unas croquetas, y así fue adquiriendo los conocimientos de la gastronomía mallorquina, "rica por la gran variedad de verduras y productos sanos" que aprovecha.

"La cocina es mi vida"

Su talento innato en la cocina es el eje de su vida. Cuando enviudó, escuchó el consejo de sus amigas, que le dijeron "que tenía que seguir" y hacer lo que más le gusta. Ellas fueron sus primeras alumnas. Y con una merienda de por medio para degustar sus especialidades, les enseñaba sus secretos culinarios, a cambio de "mucho cariño y algún regalito". En las grandes celebraciones familiares, Gibert se encargaba de preparar el banquete para decenas de personas. "En unos cuatro días puedo hacer toda la comida yo sola", y muestra las fotografías del bautizo de una nieta donde las mesas rebosaban de delicias.

Trabajó como "ama de casa siempre", pero podría haber sido "una buena chef al mando de una gran cocina", piensa ahora Gibert. Su éxito, sin embargo, es poder seguir haciendo lo que ama y compartirlo con miles de seguidores. Su enorme club de fans comienza en casa, con sus hijas, nietos y marido en segundas nupcias, cocinero de profesión, que prefiere no salir a comer fuera porque "nadie lo hace tan rico" como su mujer.

"La cocina es mi vida, sin ella no puedo vivir. La gente me dice que le encanta lo que explico porque les sale muy bien, y me siento satisfecha de ver que todos disfrutan de las comidas que yo he enseñado", confiesa con sincera gratitud, al tiempo que aconseja: "A los jóvenes les digo que sigan la cocina mallorquina, que esto no se tiene que perder. Que le dediquen tiempo a cocinar porque no es perderlo, es aprovecharlo, ya que da vida y salud".