Era la última noche de este caluroso mes de julio y en la Torre de Canyamel de Capdepera se celebraba el tradicional concierto benéfico de la Associació Amics de Tilloli. Hacia la emblemática Torre de siglo XIII me dirigí para asistir al concierto de Silvia Pérez Cruz. Todo estaba listo para la actuación musical. En la terraza del restaurante, lucían decenas de mesas montadas y decoradas para albergar la gran pamboliada solidaria, que se servía tras disfrutar de la melódica voz de la catalana.

A la espera de la presidenta

Me senté entre un público que abarrotó el pequeño aforo. Gente de todas las edades acudió a disfrutar de unas de las grandes voces del momento. La presidenta Francina Armengol, incluida. Empezó el concierto y poco tardó Silvia Pérez Cruz en encandilar a los espectadores. La temperatura de la noche acompañó y, al igual que muchos de los asistentes, aproveché un receso para degustar una cervecita. Un amable camarero atendía en la barra situada bajo el reloj de sol de la torre, que nos recordaba con su inscripción de Tempus Fugit el tiempo consumido, en este caso, el del increíble concierto de la catalana.

La gente aplaudió y disfrutó de la noche. En la recta final, Silvia Pérez Cruz, nos animó a acompañarla como coristas en su particular interpretación de La lambada. El ambiente no podía ser mejor. Había mucha conexión pero en unos instantes nos amenazó el tiempo. Primero con las ráfagas de viento, que jugaron malas pasadas al vestido de la cantante y a las partituras de los músicos, aunque la artista se lo tomó con mucho humor. La lluvia hizo acto de presencia y Silvia Pérez Cruz advirtió de que no podía continuar. A igual que muchos de los asistentes, me resistí a marchar tan de repente, mientras la lluvia calaba en nuestras ropas y en las grandes mesas preparadas para servir la pamboliada. Unos decidieron marcharse o refugiarse en el restaurante de la Torre, pero otros aguantamos el chaparrón como pudimos con la esperanza de que parara de llover y aquel encandilador concierto terminara como era debido. Entre la multitud se asomaban dos paraguas, que no daban cobijo a la cantidad de gente que intentaba refugiarse en ellos. Nuestra espera, tuvo su recompensa. Ya no llovía con tanta intensidad y Silvia Pérez Cruz apareció al escenario, esta vez sin micros, cantando a capela y con los músicos tocando en el pasillo del acceso al escenario, para no mojar los instrumentos.

Inesperada reaparición

La genial cantante culminó, con su inesperada reaparición, un inolvidable concierto. El público, entregado y agradecido por la deferencia, no cesaba de aplaudir y gritar. En la otra vertiente del aforo, los camareros se apresuraban en retirar las mesas mojadas y montar las nuevas en el interior del restaurante para después poder servir los esperados pambolis. Pasada la media noche, tuve la oportunidad de degustar uno y catar una copa de vino blanco.

Sonreí y pensé que la moraleja debería ser: "La lluvia no pudo estropear un genial concierto de la mano de una gran artista, como tampoco dejar a los comensales sin pamboliada solidaria". En fin un concierto que no voy a olvidar en mucho tiempo.