La política no debería ser nunca la activación pública de pasiones privadas. Pero ahí están los 400 de Millet en Cataluña o los hoteleros en la isla, con una nueva ley general que les sienta como un guante. De boxeador. La oligarquía tiene mucha velocidad y pegada. En Es Baluard los cimientos democráticos €bien definidos en el código de buenas prácticas€ se han puesto a tiritar de miedo. Por varios motivos. En primer lugar, porque el Govern Bauzá, el Consell y el Ayuntamiento de Palma recortarán un 35,6% su aportación total al museo. Ninguna institución ha sufrido tal descalabro, a excepción del Institut Hípic. Cuadros, caballos y carretas, que debían servir para la desestacionalización cuando se inauguraron €o eso dijeron€, en el mismo saco de inacción e inanición. En el caso del centro artístico (similar en características al Artium de Vitoria, con cinco millones anuales en sus cuentas), tener un presupuesto de 2,3 millones de euros (ojo, sumando los ingresos propios del museo) le acarrarería un cambio radical en la política expositiva y en el rendimiento de la actividad. Así que sólo le quedaría una opción: mostrar la colección propia día y noche (volveríamos al estilo sala-de-parroquia), pese a los tímidos números de afluencia que eso le dio al centro cuando abrió en 2004. Al tajo padecido (entre 2010 y 2011 ya sufrió otro del 25%), un dato más que lo agrava todo: el consorcio público aún le adeuda a la Fundació un millón del ejercicio 2011. ¿Qué sucederá entonces? Muy sencillo: el programa de exposiciones temporales se irá a la porra, igual que las producciones de muestras y otras actividades culturales realizadas en colaboración con otras instituciones artísticas. Trabajo tirado por la borda. Porque el centro, desde que lo dirige Cristina Ros, sí había despegado y se había convertido en un centro de reunión para el ciudadano en el que se mostraban propuestas artísticas que iban desde el cine, pasando por la música hasta las artes escénicas. El abanico era amplio y funcionaba. Pese a quien le pese. Algunas inauguraciones registraron lleno. Aún recuerdo la de Anselm Kiefer. Pero, tranquilos, porque la actividad artística no cesará a partir de ahora: ¿no ven que aquí sucederá lo mismo que en el Principal? Cualquiera que sepa hacer la o con un canuto y vaya por la vida sin billetera tendrá las puertas abiertas de par en par. ¿Quién duda de que todo esto lacerará duramente a Es Baluard?

Aún hay algo más grave en esta historia: lo que podría ser el golpe de gracia final para el museo sería dejarlo sin dirección, eliminando de raíz su figura colocando a un pequeño equipo técnico que debería plegarse a las decisiones del patronato y la comisión ejecutiva, es decir, a los políticos y al mecenas de siempre.

Fuentes cercanas al consorcio del museo explican que en una de las reuniones mantenidas se habría atendido la petición del fundador del centro €ya la enunció antes de que Ros ocupara la dirección€, formulada más o menos así: "¿Director? Si el museo lo podemos llevar nosotros". Como si Es Baluard fuera ca nostra, un coto privado de nuevo, el poder personalista manejando las prácticas de lo público.

Ahora que ya tenemos un concurso público bien redactado y con un jurado mixto (buen legado el de Aina Calvo y Ros), la descocada propuesta será debatida en una de las próximas comisiones ejecutivas de Es Baluard. Es previsible que uno de los argumentos esgrimidos no con poco candor es que la crisis no casa con el elevado sueldo de la dirección, una nómina que podría emular la de la directora de la Fundació Pilar i Joan Miró (49.000 euros). Un pretexto para postrarse de nuevo al antiguo régimen. Tiempos muy duros aquéllos. Ojalá no vuelvan nunca.