Carlos Garrido fue tomando notas durante todos aquellos años que su madre, Lourdes Torres, estuvo internada en una residencia. De aquel material ha surgido La memoria de las olas, un relato en cuatro partes que acaba de editar Olañeta en la colección Centellas, cuyos ejemplares son similares en tamaño a los ´librinos´ de Ediciones B, pero sin desplegar.

"Mi madre murió hace cinco años y repasando mis cuadernos de notas me di cuenta de que no me atrevía a hacer un libro largo", justifica el escritor y articulista de este diario. Amén del recuerdo de su progenitora, el desprecio de la vejez en nuestra cultura es otro de los temas reflejados en las páginas de La memoria de las olas. "En las sociedades antiguas los viejos eran la cúspide, en cambio aquí y ahora los metemos en una especie de campo de concentración y nos olvidamos de ellos", observa. "El mundo de ahora es estúpido y está hecho para que sólo lo consuman los adolescentes", critica.

Para Garrido, la residencia es una especie de "no-lugar" donde nadie se quiere enterar de nada. "Es un espacio en el que los residentes saldan cuentas consigo mismos y con los escenarios de la infancia", asegura. "Los viejos tienen una gran sabiduría y un gran potencial que se desprecia", denuncia.

La metáfora del viaje –una salida en barco hasta Menorca– marca la vivencia de Lourdes, que conversa con el hijo que la va a visitar todos los días a la residencia. Para Garrido, "la vejez es en el fondo un viaje interior. Los ancianos están entre dos mundos: viven en un mundo fronterizo que en parte es éste pero que también es el otro". Este detalle le parecía a Garrido "algo muy psicológico y a la vez literario".

La obra recupera el lirismo de Te lo contaré en un viaje, aunque el tono es algo más oscuro y melancólico, asegura el escritor.

Garrido describe la residencia como "un parvulario, un microcosmos donde todos se pelean entre ellos, pasan cosas como de película de Berlanga". "Tener a los ancianos así es un modo de despreciar sus valores y tiene que ver con el miedo que ha desarrollado nuestra sociedad hacia la muerte", reflexiona. Conservar la voz de su madre, cuyas memorias halló después de morir, y reflejar cómo la vejez es el momento de conocimiento pleno de la vida son los acicates que le llevaron a redactar esta breve historia "perfumada, digerible" y con un importante hálito poético.