El accionista del Real Mallorca Andy Kohlberg aterrizó ayer en la isla consciente de que no tendrá tiempo para vacaciones. El estadounidense, que llegó por la mañana junto a su esposa y que fue recogido en el aeropuerto por el presidente Monti Galmés, evaluará sobre el terreno las razones que han llevado al club a esta delicada situación deportiva y que tiene consecuencias en lo social e institucional. De hecho, el

Los malos resultados han desencadenado en un divorcio absoluto hacia la figura del suizo, que ha sido objeto de duras críticas por parte de la afición, como se evidenció, sobre todo, en el Iberostar Estadio tras el empate ante el Córdoba (1-1). El extenista comprobará en primera persona cómo el hombre de confianza del consejo de administración ha pasado de ser idolatrado a cuestionado en pocos meses. Precisamente ambos tienen previsto reunirse hoy después de la toma de contacto que tuvieron ayer nada más llegar tras el largo viaje desde Estados Unidos. Eso sí, la continuidad de Molango no está en entredicho, ni mucho menos, porque tanto el propio Kohlberg como Sarver, como han demostrado en los Phoenix Suns de la NBA, son conservadores en este sentido y partidarios de conceder un amplio margen para trabajar.

La intención del también empresario es perfilar el presente y el futuro del Mallorca, que pasa por lo que haga el primer equipo en las cuatro jornadas que restan para el final de la Liga. Kohlberg, que no tiene previsto atender a los periodistas en su estancia en la isla -se marcha el lunes-, asistirá al trascendental duelo de mañana ante el Almería en el Iberostar Estadio. Sabe de sobra que se expone a ser abucheado en el caso de que el Mallorca no sume los tres puntos, tal y como le ha sucedido en anteriores encuentros a Molango, Galmés y compañía. Sin embargo, la diferencia es que Kohlberg es uno de los dueños y tiene poder de decisión acerca de cualquier aspecto de la entidad. En su última visita, el pasado 12 de febrero, los bermellones vencieron por 2-1 al Rayo.

En la reunión de hoy, en el que presumiblemente estará presente el director financiero, Alfonso Díaz, se abordará la situación del club desde dos supuestos: la permanencia o el descenso a Segunda B. La pérdida de la categoría supondría un duro golpe para la institución, que debería reducir gastos de forma drástica, que afectarían lógicamente al personal del club, excesivo si finalmente se consuma el descenso. Independientemente de que el Mallorca mantenga la categoría, los dirigentes deben hacer frente el próximo octubre al pago de unos siete millones de euros a los acreedores ordinarios, una cantidad que ya han asegurado que asumirán sea cual sea el desenlace. Además, en noviembre tienen que liquidar con Hacienda, también por el concurso de acreedores, un compromiso ineludible.