La sonrisa de Joan Vich, de siete años, cuando se fotografiaba con los Nunes, Aouate y compañía evidencia la importancia de un gesto como el de ayer. La plantilla del Real Mallorca, su cuerpo técnico al completo y el máximo accionista Llorenç Serra Ferrer cambiaron Son Dureta por Son Espases para cumplir con su cita anual con los más pequeños, que en estas fechas cercanas a la Navidad se ven obligados a estar ingresados en el hospital de referencia. Pero no es un acto cualquiera. Jamás puede serlo cuando la risa de Josep Antoni, de doce años o Silvia, de once, arranca todavía una más grande a Joaquín Caparrós y sus pupilos.

?Por mucho que los profesionales llegaran ataviados con bolsas repletas de bufandas, gorras y material escolar, el verdadero regalo lo ofrecían los más pequeños con su ilusión por estar al lado de jugadores de Primera División. Las penurias deportivas quedaban olvidadas, aunque solo fuera por dos horas, al ser testimonio de la alegría de los chavales. Porque cuando Izan, de cinco años, vio entrar a Pereira en su habitación 107B de la planta de pediatría el rostro se le iluminó. Al igual que el del pequeño José Manuel Banzález, de solo dos años, que estaba en la 105B, con Víctor Casadesús y el propio francés. Son detalles, pequeños detalles que rompen la rutina de los niños mientras se recuperan de sus dolencias. La plantilla, que fue recibida por el nuevo director gerente de Son Espases, Víctor Ribot, en su primer día en el puesto, se separó en varios grupos para que ninguno de los pequeños ingresados se quedara sin su premio. Eso sí, previamente los padres habían autorizado a los responsables del centro médico y a los medios de comunicación presentes para hacerlo. Algunos de ellos pertenecían a Aspanob (Associació de pares de nins amb càncer de Balears), que tradicionalmente también reciben la visita de los futbolistas bermellones.

?Sin embargo, el más solicitado tanto por los pacientes como del personal médico era Caparrós, que no escatimó en autógrafos ni fotografías. Por ejemplo, con Dani, de quince años, que no disimuló su satisfacción después de saludar al utrerano y al resto de componentes del Mallorca. "Ver una sonrisa de estos chavales vale mucho la pena", decía el entrenador orgulloso. Y tanto. Acababa de pasar una tarde maravillosa.