A Hans Herbrand se le humedecen los ojos cuando habla de los recientes atentados en Barcelona y Cambrils. A sus 75 años, a este ciudadano alemán, que vive en Kaiserlautern, le siguen sobrecogiendo la barbarie, el terror y el odio al diferente. Él, como hombre conciliador (tal y como le gusta definirse), no entiende estos actos de sinrazón.

Herbrand, que está pasando unos días de vacaciones en el hotel Bahía del Sol de Santa Ponça, donde es un cliente repetidor, ha consagrado más de medio siglo de su vida a trasladar por todos los confines del continente europeo un mensaje de paz y de lucha contra el racismo.

Y el vehículo elegido para hacerlo no puede ser más simple: una bicicleta. Sobre dos ruedas, este jardinero de profesión calcula que ha hecho más de 15.000 kilómetros por toda Europa, visitando ciudades, reuniéndose con autoridades, acudiendo a recepciones, hablando con gentes de otros países. Sobre la mesa, siempre un tema: la necesidad de unión, de conciliación.

Muro de Berlín

Su particular aventura arrancó en 1972. Ese año, cogió su bicicleta y atravesó el Muro de Berlín. ¿El motivo? "Llevar a cabo un gesto de paz", explica Herbrand, en una conversación con este diario en el bar del hotel donde se aloja. Acompañado de álbumes de fotos, donde se le ve apenas veintañero con gorra y un maillot con lemas contra el racismo, relata lo que se encontró entonces en el lado oriental de Berlín.

"Vi mucha pobreza. No tenían ni calles. ¡Era una catástrofe! Parecía que hubiese retrocedido en el tiempo 30 ó 40 años", cuenta.

En aquellos tiempos, la integración europeo sólo alcanzaba la categoría de utopía, pero Herbrand se lanzó a la carretera para defenderla. En la década de los setenta, viajó durante 63 días por el continente europeo. Austria, Suiza, Inglaterra, Bélgica, Luxemburgo y Holanda fueron algunos de los países en que recaló pedaleando.

Regalos en las alforjas

En sus alforjas, que pesaban casi 50 kilos, llevaba muchos regalos, algo de ropa y piezas de repuesto para la bicicleta. En cada escala, pedía lo mismo a los alcaldes, a los consejeros o a los embajadores: "Europa debe juntarse y no debe haber guerras. ¡Paz para todos!".

A sus 75 años, Herbrand cuenta que ya no se ve con ánimos para seguir su misión, pero anima a la gente joven a continuar con su iniciativa de no darse por vencidos ante el odio.