Que el ayuntamiento de Bunyola haya necesitado casi tres años para cambiar el alumbrado de la calle en la que el mal estado de una farola costó la vida a David Grimaldos en agosto de 2014 significa que ha permanecido demasiado tiempo bajo los efectos de la sacudida recibida por el desgraciado accidente.
Dicho de otra forma, está sujeto a una gestión tenue que arroja pocas luces sobre la confianza y la seguridad que un ayuntamiento debe inspirar a sus administrados. Visto lo ocurrido, resulta difícil admitir que hubiera otras prioridades antes que la de dotar a la vía pública de la desgracia de un alumbrado eficaz y moderno con garantías.
Aún sin dudar de la buena intención de los responsables, lo cierto es que el accidente no ha servido de espoleta suficiente para hacer las cosas mejor y de forma más rápida.