Pocas muertes son tan simuladamente lloradas en Mallorca como el fallecimiento del señor Carnaval. Pese al mal tiempo, que por otro lado confirió a las escenas un mayor rigor, las lágrimas de la part forana volvieron a brotar por el fin del jolgorio y el inicio del periodo de Cuaresma precedente de la Semana Santa.

Simbolizado en muchos pueblos por una gran sardina, el muerto es paseado por un grupo de apenados de riguroso luto, seguidos de la comitiva fúnebre de plañideras. Es lo que sucedió en el tradicional entierro de Pòrtol, donde el intenso frío y las ráfagas de viento marcaron la XXIII edición del entierro, acompañado de la banda de música y las autoridades.

En Inca, el grupo salió de Cas Misser y fue parando en los distintos bares del camino, donde la sardina fue bendecida. Después, ya frente al Ayuntamiento, un alcalde ficticio le dedicó unas palabras aderezadas con unas cuantas promesas electorales, tales como que Inca sería independiente y que el Constància sería la nueva selección nacional de fútbol. Finalmente y tras pasar por la parroquia, la sardina fue incinerada.

En Son Carrió casi 400 personas participaron de entierro desde Ca ses Monges hasta el polideportivo. Al final se repartieron 150 kilos de sardinas entre los apenados.

En Manacor, donde desde hace dos años el Ayuntamiento es reticente a la celebración, un grupo de personas se concentraron de manera pacífica frente a la iglesia del Convent, precisamente para reclamar la institucionalización de una fiesta que durante décadas tuvo gran auge en la ciudad.

Pero no todo fueron lágrimas, hubo una excepción: la Rueta organizada por el ayuntamiento de Sa Pobla a primera hora de la tarde en la plaza del Mercat, con pasacalles hasta la plaza Major.