Bàrbara Suau Font. Maestra e investigadora. El próximo martes Bàrbara Suau presenta el libro Elles també hi eren. Dones de Bunyola, una obra en la cual ha invertido siete años de trabajo y que recopila la biografía de 31 mujeres de Bunyola y Orient que vivieron entre mediados del siglo XIX y principios del XXI.

Maria, Francisca, Catalina, Bel, Antònia, Joana Aina... son solo algunos de los nombres de las bunyolines que protagonizan Elles també hi eren. Dones de Bunyola (J.J. de Olañeta), el libro con el que Bàrbara Suau ofrece un repaso a la historia local con ojos de algunas de sus protagonistas femeninas y con voluntad de homenajear el papel de la mujer en la historia del pueblo. Se presenta el martes a las 20 horas en el Teatro de la Casa de Cultura de Bunyola.

—¿Por qué rescatar la historia de estas mujeres?

—Porque durante siglos ha permanecido escondida detrás de la de los hombres. Las mujeres de Bunyola y de muchos otros pueblos han permanecido en segunda línea hasta hace pocos años. Es eso que se ha dicho tantas veces de que la historia la han hecho los hombres. Las mujeres también estaban, pero su trabajo, que no era público, y su papel en la sociedad se daban por supuestos.

—Pero usted defiende que su papel ha sido imprescindible.

—Sí, claro. Hay casos de mujeres que han tenido que sacrificarse para que los hombres de su familia destacasen y, por ejemplo, pudiesen estudiar. O, aunque sea un tópico, es cierto que detrás o al lado de hombres que consiguieron cierta relevacia social, siempre había una mujer.

—Las 31 biografías que rescata son de mujeres que podríamos calificar como ‘estándar’ de la época.

—Sí, creo que solo dos tienen estudios superiores o destacaron en alguna actividad intelectual. Si tuviera que hacer un perfil del conjunto, sería el de una mujer, hija de familia numerosa, con hermanos e hijos que han muerto siendo niños y con un acceso muy limitado a la educación. Si pueden acceder a ella, se ven obligadas a abandonarla los meses de la recogida de aceituna o del carbón, dos de las actividades básicas de la economía tradicional del pueblo y que seguirán realizando después de casarse. Su trabajo será básico para ayudar a la economía familiar. No he buscado casos extraordinarios. A primera vista puede parecer que todas vivieron las mismas circunstancias, pero es solo el contexto. Lo que las une es la necesidad de sobrevivir y muchas veces son los detalles lo que muestra su valentía.

—¿Cuáles son los trabajos predominantes en las mujeres biografiadas?

—Los más representativos son collidores d’oliva y carboneres y, cuando eran niñas, algunas también hicieron de tetes. Además, hay otros trabajos más especializados que normalmente pasaban de madres a hijas como las matalasseres, las botigueres y madones de fonda o las peixeteres. También están las criadas o las dides y las comares, de gran importancia social, y las madones de possessió, una categoría especial.

—Pero hay algunos casos que sobresalen de este patrón.

—Sí, como Francisca y Maria Creus, que emigraron a Filipinas, donde hicieron una gran fortuna, o Rosa Colom, que fue política y escritora y tuvo que exiliarse, entre otras. No diría que sean casos extraordinarios, pero sí diferentes al patrón común de la época.

—¿Con qué criterio ha seleccionado a las mujeres que aparecen en el libro?

—La selección está hecha a partir de las biografías que se publicaron en la revista Es Castellet en la sección ‘Dones i bunyolines’ y previamente en el calendario que con el mismo título publicó el Ayuntamiento en 2007 con la biografía de una mujer representativa de cada oficio. Además hay algunas historias que reflejan las contradicciones sociales y la situación de la mujer en la época, como la biografía de Esperança Cabot de Orient o de Isabel Borràs, que decidió hacerse monja para escapar de la situación familiar.

—El libro se centra en mujeres de Bunyola pero ¿cree que es extrapolable al resto de la isla?

—Sí porque, aunque se centre en Bunyola, en todos los pueblos hay mujeres como estas, con otras circunstancias y otro contexto pero la historia de Bunyola va en paralelo a la de los demás pueblos.

—¿La historia de estas mujeres ayuda también a reconstruir la historia local?

—Sí, eso es algo que ahora se ve muy bien y quizá no se veía tanto cuando las publiqué por separado en la revista Es Castellet. Ellas no vivían aisladas y la situación y los hechos históricos de su época aparece en todas las biografías y en algunos casos ellas fueron protagonistas: la llegada del tren, el ensanche del pueblo, la inauguración de la fábrica de tejidos... Todos los hechos económicos, políticos y sociales de Bunyola entre finales del siglo XIX y en el XX se ven reflejados, pero esta vez con mirada de mujer.

—¿En su trabajo también hay una voluntad de homenaje hacia estas mujeres?

—Sí, pero más que voluntad es una necesidad. Como ya he dicho, las mujeres siempre han permanecido en un segundo plano y su trabajo, que ha sido imprescindible, se daba por supuesto. Era lo que tenían que hacer según dictaba la sociedad del momento. Cuando entrevistaba a familiares o personas que las conocían siempre preguntaba qué hacían en su tiempo libre y la respuesta es siempre que no tenían, ese concepto no existía.

—La situación de la mujer bunyolina hoy en día ha cambiado mucho...

—Es muy diferente, pero yo creo que todavía no estamos al mismo nivel. Si miramos casos individuales es evidente que las oportunidades laborales y de independencia económica han mejorado mucho, pero si analizamos el conjunto de las mujeres bunyolines, creo que todavía hay mucho camino por recorrer. No obstante, soy optimista. Hace pocos años todos los cargos simbólicos de poder local (Ayuntamiento, escuela, médicos...) estuvieron ocupados por mujeres, algo que creo que las del libro no se creerían...

—Pero Bunyola todavía no tiene ninguna hija ilustre.

—No estoy de acuerdo con esa afirmación: no ha sido nombrada oficialmente ninguna hija ilustre, pero evidentemente las hay. En la historia de Bunyola hay muchas mujeres que podrían serlo, lo que pasa es que hasta ahora los hijos ilustres suelen ser capellanes, escritores, médicos... Personas que tuvieron acceso a los estudios superiores, algo que no ocurría con la mayoría de mujeres.

—Tampoco hay ninguna calle dedicada a una mujer.

—Las calles dedicadas a mujeres en Bunyola se reducen a las santas y patronas del pueblo. Con las calles dedicadas a hombres pasa un poco lo mismo que con los hijos ilustres. No obstante, además de a mujeres individuales, creo que también habría argumentos para dedicar alguna calle a grupos o conjuntos de mujeres que han sido claves en la historia del pueblo, como las collidores o las fabricantes.