"D´homes com ell només en neix un cada cent anys i quasi mai sura", decía refiriéndose a Tià de sa Real, uno de los personajes de sus Rondalles Mallorquines. Una definición que muy bien podría ajustarse al mismo Antoni Maria Alcover Sureda (Manacor, 1862-Palma, 1932), un personaje poliédrico que si bien destacó sobre todo como un lingüista extraordinario, también lo hizo como hombre de cultura, un mossèn investigador, periodista, arquitecto, pintor o cronista, cuya huella aún pervive sobre la lengua y literatura catalanas del siglo XXI, 80 años después de su muerte y 150 desde que naciera en la possessió de Santa Cirga.

"Es un hombre que crea y levanta, casi de la nada, la lingüística catalana. Dominaba los recursos narrativos que había extraído de la oralidad de una forma admirable", recuerda el escritor y catedrático de Antropología de la Educación de la UIB, Gabriel Janer Manila; "La lexicología catalana moderna bebe de sus trabajos. Es la base de la gran mayoría de escritores isleños posteriores".

Para Josep Massot i Muntaner, director de Publicacions de l´Abadia de Montserrat, "es uno de los escritores más importantes de las historia literaria de Mallorca. Con sus luces y sus sombras, Alcover es un personaje de muchas caras, desde vicario general del bisbe Campins a polemista consumado, escritor de todos los géneros, folclorista..."

Alcover nació en una familia de agricultores. Vivió sus primeros años siguiendo las costumbres de la tradición rural mallorquina en un ambiente muy marcado por la religiosidad. A los 15 años se fue a estudiar al Seminario, donde pronto destacó por su capacidad de escritura y su constancia en el trabajo (solía levantarse a las cuatro de la mañana para empezar a trabajar). Amigo de intelectuales de la época como Miquel Costa i Llobera, Joan Alcover o tomàs Forteza, colaboró con centenares de artículos sobre temas religiosos, históricos y polémicos en las principales publicaciones periódicas. En 1904 promovió el primer Congrés Internacional de la Llengua Catalana que se celebraría dos años más tarde. En 1911 presidió la Secció Filològica de l´Institut d´Estudis Catalans.

Entre medias, viajes a media Europa para formarse en filología y asentar las bases de lo que serían sus dos proyectos más ambiciosos: el gran Diccionari Català-Valencià-Balear (en diez volúmenes acabados por Francesc de Borja Moll) y las más de 400 Rondalles editadas bajo el pseudónimo d´En Jordi des Racó desde 1886.

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